Donald Trump entre la diplomacia internacional y la frustración nacional: ¿triunfos vacíos?

Aunque Trump gana puntos con un acuerdo de cese al fuego en Gaza, los estadounidenses le exigen respuestas reales en economía, salud y migración

La paradoja de Trump: reconocimiento exterior, desaprobación interna

Durante las últimas semanas, la figura del presidente Donald Trump se ha catapultado nuevamente al centro de la escena, tanto en la política internacional como en el debate doméstico. Un nuevo sondeo de la AP-NORC Center for Public Affairs Research revela que el manejo del conflicto Israel-Hamas ha elevado su porcentaje de aprobación, pero su respaldo entre los ciudadanos estadounidenses continúa erosionándose cuando se trata de asuntos internos. ¿Cómo entender esta doble realidad?

Gaza, un raro triunfo diplomático con impacto limitado

De acuerdo con el estudio, el 47% de los adultos en EE.UU. aprueba la gestión de Trump respecto al conflicto israelí-palestino, una mejora sustancial en comparación con el 37% que aprobaba su enfoque en septiembre. Incluso sectores demócratas que históricamente han sido críticos con el presidente, han reconocido su éxito parcial en lograr un cese al fuego entre Israel y Hamas.

Jack Bornstein, un votante independiente en Georgia, lo resume así: “Le doy crédito por eso. Probablemente es la única cosa positiva que puedo decir de él.”

Sin embargo, la realidad es tajante: el conflicto en Medio Oriente, aunque relevante geopolíticamente, no es una prioridad para el votante medio estadounidense. Según otra encuesta realizada en julio, apenas el 40% considera la situación allí como algo “muy importante”, mientras que el 90% sitúa a la economía como su preocupación principal.

Lucha en casa: inflación, salud y migración

En casa, el panorama luce mucho más gris para el presidente. La aprobación de Trump en cuestiones como la economía, salud e inmigración es sombría. Solo el 33% aprueba su manejo económico, una cifra estancada durante todo su segundo mandato.

Este dato cobra aún más relevancia en un contexto donde la inflación está asfixiando a millones de hogares. Justin Sanders, un joven republicano de Alabama, pone la realidad cotidiana en palabras claras: “Es genial que esté trayendo paz, pero necesitamos bajar la inflación. Estoy cansado de tratar de decidir si hoy voy a comer o no.”

En el ámbito de la salud, el rechazo es incluso mayor. Apenas 3 de cada 10 adultos aprueban su desempeño en este rubro. La situación de hospitales cerrando puertas y recortes en programas públicos no ayuda a revertir esa imagen.

En cuanto a inmigración, apenas un 40% da su visto bueno a las políticas aplicadas, a pesar de que este fue uno de los estandartes de su campaña. Alison Weaver, una independiente de Virginia, calificó a su segundo período como “un desastre”, ridiculizando su gestión sanitaria y calificando su manejo migratorio como “tácticas de la Gestapo”.

¿Un país sin rumbo?

La desconexión entre logros internacionales y fracasos domésticos se refleja en el dato más alarmante: el 70% de los adultos considera que el país va en la dirección equivocada. Una cifra altísima en cualquier democracia moderna.

Aunque los republicanos se muestran ligeramente más optimistas que el mes anterior —coincidiendo con la muerte de Charlie Kirk, un activista conservador—, la sensación generalizada de descontento sigue presente. Dean Grace, demócrata de Minnesota, lo resume con ironía: “Tal vez le reconozco el cese al fuego, pero afirmar que ha logrado la paz en Medio Oriente es exagerar mucho.”

John Bolton, el eco judicial del tridente Trumpiano

Mientras tanto, en los tribunales, se desató otro capítulo explosivo con la imputación a John Bolton, exconsejero de seguridad nacional del gobierno de Trump. Se le acusa de haber guardado y compartido información clasificada con familiares, un escándalo que en cualquier otro contexto sería devastador, pero en este relato Trumpiano cargado de frentes abiertos, parece apenas un actor secundario.

Según la fiscalía, Bolton habría distribuido más de 1,000 páginas con información altamente sensible, incluyendo detalles sobre reuniones con líderes extranjeros o protocolos secretos de inteligencia. Aunque su defensa alega que “simplemente eran diarios personales”, los fiscales lo contradicen con comunicaciones como: “Nada de esto lo comentamos, ¿de acuerdo?” a familiares.

Una ironía del destino: Bolton fue despedido por Trump en 2019 y luego escribió un libro donde lo califica como incompetente en política exterior. Todo este embrollo alimenta la narrativa de persecución política que ha afianzado el actual mandatario.

“No Kings”: protesta masiva contra la acumulación de poder

Como si fuera un espejo de la crisis interna, el país se prepara para una nueva jornada de protestas bajo el lema “No Kings”, en clara alusión a las tendencias autoritarias que muchos atribuyen a Trump. Se esperan manifestaciones en más de 2,500 localidades, desde gigantes como Nueva York hasta pueblos rurales como East Glacier Ridge, en Montana.

Ezra Levin, de la organización Indivisible, lo señala con contundencia: “Trump está usando el poder federal para intimidar a sus oponentes, reprimir la libertad de prensa y manipular las elecciones.”

La última protesta “No Kings” a mediados de año fue mayormente pacífica, aunque se vio empañada por episodios de violencia, incluyendo la muerte de un manifestante en Salt Lake City tras un confuso enfrentamiento armado. Esta vez, la seguridad ha sido reforzada con voluntarios capacitados en técnicas de desescalada y un llamado explícito a no asistir armados.

En ciudades como Chicago o Memphis, donde los arrestos por inmigración superan el millar solo en el último trimestre, se esperan manifestaciones multitudinarias. La tensión con las autoridades federales crece luego de que Trump autorizara el despliegue de la Guardia Nacional en múltiples estados.

La imagen de Trump de cara al año electoral

Este clima no es casual. Entramos en plena temporada electoral. Trump puede ufanarse de logros en política internacional, pero los desafíos internos no pueden seguir siendo ignorados. Ni siquiera los miembros del propio partido se sienten cómodos alineándose con él demasiado abiertamente.

El índice de aprobación general se mantiene estancado en torno al 40%, según las encuestas. Sin una mejoría significativa en los temas que realmente importan al votante —como la inflación, salud y seguridad social—, lograr la reelección o mantener el control legislativo será cuesta arriba.

Como bien lo afirma el votante republicano Justin Sanders: “Está bien buscar la paz mundial. Pero primero, que se ocupe de su gente.”

¿Influyen los logros internacionales en el voto?

Históricamente, los éxitos en política exterior no suelen traducirse automáticamente en reelecciones. Ejemplos abundan: George H. W. Bush ganó la Guerra del Golfo, tenía altísima aprobación, y aun así perdió en 1992, derrotado por la crisis económica interna. ¿Corre Trump el mismo riesgo?

Todo indica que sí. Las cifras de costo de vida, desempleo y acceso deficiente a salud pública están marcando la agenda electoral. Mientras el presidente se enfoca en obtener triunfos en Medio Oriente, sus opositores le exigen soluciones aquí y ahora.

En esta era de impaciencia social y polarización extrema, el liderazgo no solo se mide por tratados internacionales, sino por la capacidad de mantener a flote la cotidianidad del ciudadano medio.

De cara a estos tiempos convulsos, el presidente debe responder una pregunta clave: ¿para qué sirve ser el “pacificador del mundo” si tu casa está en ruinas?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press