Francia, atrapada en su propio laberinto financiero: ¿puede la Unión Europea depender aún de París?

Entre déficits crónicos, división política y presión internacional, el futuro económico de una de las potencias clave de Europa cuelga de un hilo

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La paradoja francesa

Durante décadas, Francia fue vista como el co-motor de la Unión Europea junto con Alemania. En foros internacionales, tratados y decisiones clave en Bruselas, París pudo mantener una voz de peso en economía, defensa y diplomacia. Sin embargo, esa reputación de estabilidad se enfrenta hoy a una cruda realidad: un Estado altamente endeudado, atascado por la parálisis legislativa y con una confianza de los inversores en franco deterioro.

Un modelo de bienestar... insostenible

Francia no ha logrado equilibrar su presupuesto nacional desde 1973. El modelo francés de amplios beneficios sociales, estado del bienestar robusto y fuertes protecciones laborales fue viable durante los años de crecimiento económico constante. Sin embargo, la deuda se acumuló, situándose por encima del 90% del PIB desde 2008.

La situación fue relativamente manejable mientras los tipos de interés se mantuvieron bajos. Pero los acontecimientos recientes desataron una tormenta perfecta:

  • Pandemia de COVID-19: expansiones presupuestarias masivas para evitar la quiebra de empresas y pérdidas de empleo.
  • Invasión rusa a Ucrania: crisis energética que elevó el gasto estatal en subsidios.
  • Subida global de tipos de interés: el costo de la deuda se disparó.

Actualmente, la deuda pública francesa alcanza el 114% del PIB, y el déficit anual llegó a 5,8% en 2023, por encima del límite del 3% que marca la normativa de la Unión Europea.

Incertidumbre política y mercados nerviosos

Francia no solo tiene un problema económico, sino que también enfrenta una crisis política de fondo. Desde las elecciones parlamentarias anticipadas convocadas por Emmanuel Macron en 2023, ningún bloque político ha logrado la mayoría en la Asamblea Nacional. Las tensiones entre su movimiento centrista, la izquierda y la ultraderecha de Marine Le Pen han impedido aprobar medidas fiscales contundentes.

El resultado ha sido un desconcierto total:

  • Cuatro cambios de primer ministro en menos de 13 meses.
  • Estancamiento en reformas clave, como el aumento de la edad de jubilación, que se frenó tras un intento fallido de implementarla.
  • Mercados financieros recelosos: el rendimiento del bono francés a 10 años, que era menor al 0% en 2021, ahora ronda el 3,34%.

Como referencia, el bono griego a 10 años cotiza a 3,25%, una advertencia evidente del nerviosismo de los mercados hacia la economía francesa.

¿La Grecia del norte?

¿Está Francia al borde de una nueva crisis como la que enfrentó Grecia entre 2010 y 2015? Por ahora, los analistas consideran que no. Sin embargo, advierten de una espiral peligrosa: si el aumento del costo de endeudamiento persiste, podría resultar en una dinámica insostenible a largo plazo.

Durante la crisis de deuda de la eurozona, Grecia entró en impago parcial y tuvo que recurrir a múltiples rescates financieros, bajo condiciones estrictas. El miedo ahora es que la falta de acción política en Francia reproduzca el mismo ambiente de inestabilidad.

El economista Carsten Brzeski de ING Bank advierte: “Europa requiere de un eje franco-alemán sólido para enfrentar desafíos como Rusia, China y la transición digital. Una Francia paralizada complica todo”.

Efectos en cadena: Europa y más allá

El problema francés no es una crisis doméstica aislada. Como la segunda economía más grande de la eurozona, París desempeña un rol clave en la formulación de políticas del bloque. Su falta de liderazgo complica la respuesta común europea frente a:

  • El apoyo militar, humanitario y económico a Ucrania.
  • Las políticas industriales conjuntas para enfrentar a gigantes como EE. UU. y China.
  • La estrategia para modernizar la economía digital y verde del continente.

Pero también tiene un eco global. Francia figura junto a Brasil, China y Estados Unidos como uno de los países con deuda pública que sigue creciendo exponencialmente, según el Fondo Monetario Internacional.

Estados Unidos, con una deuda del 119% del PIB, aún mantiene ventajas significativas: mayor crecimiento económico y el dominio mundial del dólar como moneda de reserva. Francia, en contraste, depende por completo de la credibilidad de sus políticas fiscales y del respaldo europeo.

¿Hay soluciones a la vista?

La hoja de ruta para Francia no es sencilla y ninguna de las opciones es políticamente popular:

  • Reducir el gasto estatal, incluyendo subsidios, pensiones y programas sociales.
  • Subir impuestos, opción rechazada tanto por la derecha como por la izquierda.
  • Liberar la economía, flexibilizando regulaciones laborales y promoviendo el emprendimiento privado.
  • Estabilizar políticamente el gobierno para recuperar la confianza de los inversores, algo que requiere que Macron logre consensos básicos.

En el corto plazo, el nuevo primer ministro Sébastien Lecornu ha intentado calmar las aguas postergando reformas impopulares. Pero eso no resuelve de fondo los desbalances estructurales.

Macron, en el ojo del huracán

Emmanuel Macron llegó al poder en 2017 con promesas de reformar la economía francesa y ser protagonista en Europa. Aunque consiguió recortes a impuestos corporativos y revisó partes del mercado laboral, sus reformas estructurales se vieron truncadas primero por los chalecos amarillos, luego por la pandemia, y ahora por el bloqueo legislativo.

Algunos analistas estiman que la única salida podría ser una nueva elección general, a riesgo de fortalecer a la ultraderecha. Marine Le Pen ha capitalizado el malestar económico proponiendo soluciones que suman popularidad, pero preocupan a los economistas por su falta de respaldo fiscal concreto.

Lecciones para otros países

La situación francesa sirve de ejemplo para otras economías post-pandemia con niveles altos de deuda: no basta con imprimir dinero o bajar temporalmente los impuestos. Sin voluntad política y reformas reales, el equilibrio fiscal es insostenible.

El caso francés también expone los límites del modelo de bienestar europeo sin ajustes a largo plazo. Europa necesitará mayor coordinación fiscal y económica si quiere evitar que otros países sigan el mismo camino.

¿Quién sostiene a quién?

Francia debe redefinir su papel no solo al interior de la Unión Europea, sino también ante sus ciudadanos y los mercados financieros. Una economía débil no puede sostener proyectos ambiciosos como la defensa europea común, el fondo verde, o un plan masivo de infraestructura digital.

El llamado es claro: si París no logra ordenar su casa, la Unión Europea perderá uno de sus pilares y, con ello, capacidad de respuesta ante los desafíos del siglo XXI.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press