Golpes de Estado Militares: Cuando el Ejército Asume el Poder
De Madagascar a Chile: Un análisis de líderes que cambiaron el curso de la historia tras derrocar gobiernos civiles
Los recientes eventos en Madagascar, donde el coronel Michael Randrianirina asumió el poder tras un golpe militar, nos recuerdan que los uniformes pueden convertirse en trajes presidenciales cuando las instituciones tambalean. Este fenómeno no es nuevo: a lo largo de la historia moderna, militares han asumido control en distintas partes del mundo, muchas veces con la promesa de restaurar el orden o corregir supuestas desviaciones políticas. Pero, ¿qué ocurre cuando un soldado se convierte en jefe de Estado?
Madagascar: El últimato de la juventud
En semanas recientes, el país africano se vio sacudido por protestas lideradas por la Generación Z, cansada de los cortes de energía y agua. Estas protestas evolucionaron rápidamente en una crisis nacional que culminó en un golpe militar. El presidente Andry Rajoelina, quien ya había llegado al poder mediante un golpe años atrás, fue obligado a exiliarse. El nuevo hombre fuerte del país, el coronel Michael Randrianirina, se juramentó como presidente. Aún es incierto el rumbo que tomará Madagascar bajo su liderazgo.
Este acontecimiento nos invita a analizar comparativamente a otros líderes militares que ejecutaron golpes de Estado y, con el paso del tiempo, se consolidaron o fueron derrocados por sus propios actos.
Myanmar — Min Aung Hlaing
La historia de Min Aung Hlaing, actual líder de facto de Myanmar, es la de un ascenso metódico. Luego de décadas en el ejército, alcanzó el título de comandante en jefe en 2011. El golpe de febrero de 2021 ocurrió justo cuando se aproximaba su jubilación obligatoria. Bajo el pretexto de fraude electoral, derrocó al gobierno civil y estableció el Consejo de Administración del Estado.
Desde entonces, ha liderado un régimen que ha sido fuertemente criticado por la represión violenta de manifestaciones, con más de 2,000 muertos desde el golpe (según AAPP, una ONG de monitoreo de derechos). Su permanencia en el poder demuestra cómo los militares de carrera pueden mantener el control institucional mediante fuerza y propaganda.
Uganda — Idi Amin
Pocos dictadores africanos son más conocidos que Idi Amin. De origen humilde, comenzó su vida en el ejército británico como cocinero. En 1971, aprovechó un viaje diplomático del presidente Milton Obote a Singapur para liderar un golpe que lo llevó al poder.
Lo que comenzó con esperanza pronto se tornó en pesadilla. Se estima que durante su régimen entre 1971 y 1979, murieron al menos 300,000 personas. Amin instauró un régimen represivo, expulsó a comunidades enteras por motivos étnicos y sumió al país en el aislamiento internacional. Fue derrocado por una coalición entre Tanzania y exiliados ugandeses. Murió en exilio en Arabia Saudita en 2003.
Turquía — Kenan Evren
El general Kenan Evren encabezó el golpe militar de 1980 en Turquía, uno de los episodios más traumáticos de la República. Aquel período estaba marcado por una guerra civil no declarada entre facciones armadas de izquierda y derecha. Evren justificó el golpe alegando la necesidad de orden.
Durante su liderazgo impulsó una nueva constitución (1982), duramente criticada por fortalecer el rol del ejército en la vida política. Gobernó hasta 1989 y fue finalmente juzgado y condenado a cadena perpetua en 2014 por delitos contra el Estado. Murió en 2015 a los 97 años. Su legado es ambivalente: estabilidad a costa de democracia.
Ghana — Jerry Rawlings
Jerry Rawlings es uno de los casos más singulares, pues lideró dos golpes militares, pero terminó como presidente democrático de Ghana. Primero, en junio de 1979, tomó el poder brevemente antes de entregarlo. Luego, en 1981, dirigió otro golpe y gobernó como líder militar hasta que instauró un sistema democrático en 1992.
Ganó las elecciones ese año y gobernó hasta 2001. Implementó reformas económicas y fue elogiado por estabilizar un país convulsionado, aunque su gestión también fue manchada por violaciones a derechos humanos. A su muerte en 2020, se le reconoció como un reformista con mano dura.
Chile — Augusto Pinochet
El general Augusto Pinochet es probablemente el dictador latinoamericano más conocido del siglo XX. El 11 de septiembre de 1973, derrocó a Salvador Allende, presidente socialista democráticamente electo. El Palacio de La Moneda fue bombardeado, y Allende murió durante el asalto.
Pinochet instauró una dictadura de 17 años, caracterizada por miles de desapariciones y torturas, además de reformar la economía siguiendo las ideas del neoliberalismo radical, con asesoría de los llamados Chicago Boys. En 1988 perdió un plebiscito que dictó el inicio de la transición democrática.
Su figura sigue siendo polémica: algunos lo ven como salvador económico; otros, como tirano cruel. Nunca fue condenado judicialmente, aunque estuvo arrestado en Londres en 1998.
¿Qué impulsa un golpe militar?
Los factores que motivan a los militares a tomar el poder varían:
- Crisis institucional: corrupción, malas elecciones o gobiernos débiles.
- Agitación social: protestas masivas pueden justificar el "orden" militar.
- Ambición personal: no subestimemos el deseo de poder.
- Influencias externas: a veces con el apoyo, o al menos el silencio, de potencias extranjeras.
Desde América Latina hasta Asia y África, vemos patrones comunes en los golpes. Aunque cada contexto difiere, muchos comparten consecuencias similares: represión, supresión de libertades y cambios constitucionales a favor del nuevo régimen.
¿Qué sigue para Madagascar?
Será crucial observar cómo se comporta el coronel Michael Randrianirina. ¿Utilizará su nuevo cargo para convocar elecciones libres? ¿O se perpetuará en el poder como tantos otros? La historia no da garantías, pero ofrece advertencias.
Protestas juveniles, deterioro de servicios básicos y desencanto con la élite política son ingredientes que, combinados, pueden incendiar sociedades. Madagascar es el nuevo foco de atención, pero los ecos de Ghana, Myanmar, Turquía, Uganda y Chile resuenan con fuerza.
“La historia no se repite, pero rima.” — Mark Twain