Más jefes que profesores: el desequilibrio en las universidades públicas de EE.UU.

El caso de la Universidad de Nebraska refleja una preocupante tendencia nacional: menos inversión en la docencia y mayor gasto en administración

Una transformación silenciosa en la educación superior

Durante décadas, las universidades públicas han sido el motor de movilidad social, investigación científica y progreso educativo en Estados Unidos. Sin embargo, una transformación silenciosa pero profunda ha comenzado a alterar ese modelo. Hoy día, muchas de estas instituciones destinan más fondos a directivos, gerentes y personal administrativo que a los profesores responsables de educar y formar a las nuevas generaciones.

El caso de la Universidad de Nebraska es emblemático. Por primera vez en el siglo XXI, sus gastos en personal administrativo y profesional superaron a los destinados al cuerpo docente. Lo más alarmante es que esto ocurre en un contexto de recortes presupuestarios y congelamiento salarial para los profesores.

El desequilibrio en números: salarios que suben... pero no realmente

A simple vista, algunos sueldos parecen haber subido en la última década. Un profesor de música en la Universidad de Nebraska-Lincoln percibe $13,000 más que hace diez años. Otro en Ciencias Políticas en Kearney vio un incremento de $15,000. Pero cuando se ajustan a la inflación, estos aumentos se convierten en recortes reales del 16% y más.

Desde el año 2000, el gasto en personal administrativo y profesional pasó de $155 millones a $484 millones, un incremento del 212%. ¿El gasto docente? No creció ni cerca de eso. Ajustado por inflación, el presupuesto destinado al profesorado en la Universidad de Nebraska-Lincoln se redujo un 23% en una década. A nivel general del sistema universitario, la reducción ha sido del 10%.

¿Un reflejo nacional?

Esta situación no es exclusiva de Nebraska. Expertos como Robert Kelchen, profesor de Finanzas en Educación Superior en la Universidad de Tennessee, señalan que se trata de una tendencia nacional. La educación superior se ha complicado: más regulaciones, servicios estudiantiles, infraestructura y demandas externas han provocado una expansión del aparato administrativo.

“Las universidades han dejado de ser solo centros de enseñanza. Ahora también gestionan alojamiento, alimentación, salud mental, recaudación para investigación y relaciones públicas”, comenta Kelchen.

Administración vs. academia: una proporción invertida

En 2010, el sistema de universidades públicas de Nebraska tenía aproximadamente la misma cantidad de profesores que de empleados administrativos. En 2024, hay 4,725 profesores, pero 5,462 empleados considerados “administrativos o profesionales”. En 15 años, se sumaron 1,400 empleados a la nómina fuera del aula.

En buena parte, esto se debe a la incorporación de servicios que hace décadas no existían: residencias universitarias, atención psicológica, departamentos de cumplimiento para investigación federal o incluso unidades comerciales encargadas de monetizar la propiedad intelectual. Todo esto responde a la necesidad de diversificar ingresos debido a la disminución de fondos estatales y federales.

¿A dónde va el dinero?

La Universidad de Nebraska divide su presupuesto en dos grandes rubros. Uno es el presupuesto estatal, formado por impuestos y matrículas, que provee recursos para salarios docentes y programas académicos. El otro es el presupuesto restringido o designado, alimentado por becas, subsidios y servicios que genera ingresos (vivienda, deportes, parques de investigación), y que usualmente cubre las nóminas administrativas.

Según Anne Barnes, CFO del sistema universitario, “mucho del dinero generado por estas áreas debe volver a ellas mismas. Por ejemplo, lo que se gana con las residencias estudiantiles se invierte en su mantenimiento y personal”.

¿Es realmente inevitable este desequilibrio?

Mientras que desde la administración sostienen que estos gastos son necesarios para sostener la complejidad de los sistemas actuales, los docentes y buena parte del estudiantado cuestionan la proporcionalidad. Según datos internos, el presupuesto universitario que depende del Estado (el llamado presupuesto estatal) destinó el doble de fondos a salarios docentes en 25 años. Pero los gastos administrativos en ese mismo concepto crecieron un 158%.

Esta diferencia ha generado tensiones crecientes. William Avilés, profesor y presidente del sindicato docente en el campus de Kearney, lo resume con contundencia:

“La desproporcionada alza en gastos administrativos es simplemente repugnante. No refleja una inversión en la misión educativa ni una valoración del trabajo docente”.

Un dilema económico y académico

Como explica Jeffrey Gold, presidente del sistema universitario de Nebraska, hay razones para no recortar más posiciones administrativas: “Si no podemos procesar contratos de investigación o gestionar becas federales, la universidad perderá fuentes clave de ingreso”.

No obstante, el argumento pierde fuerza ante el hecho de que esos mismos servicios podrían externalizarse o racionalizarse sin mermar la función educativa. Mientras eso ocurre, se eliminan programas académicos, se fusionan carreras y se despide a profesores. Solo en la Universidad de Nebraska-Lincoln, se estiman recortes por $75 millones en cinco años, con otros $27.5 millones en camino.

Esos recortes incluyen:

  • Desaparición de programas académicos
  • Fusión de departamentos
  • Eliminación de 58 puestos docentes de tiempo completo
  • Reducción de $10.25 millones en salarios docentes

¿El futuro de las universidades públicas?

La expansión administrativa en detrimento del profesorado compromete la calidad educativa. Según John Shrader, presidente del senado docente de UNL, “si seguimos menospreciando el lado académico, obtendremos menos rendimiento. Eso no es lo que quieren ni el gobernador, ni la Legislatura ni la Junta de Regentes”.

En muchos casos, los aumentos presupuestarios en gestión se justifican bajo la lógica del mercado: atraer donaciones, contratos corporativos, subvenciones gubernamentales. Pero ¿qué ocurre si se pierde la misión educativa en el proceso?

La ley “FEMA Act”, aunque relacionada con la política de desastres, propone un modelo interesante que podría extrapolarse a la educación: estructuras más simples, descentralización y énfasis en resultados claros. Quizás las universidades necesitan su propio “University Accountability Act”.

La pregunta clave

¿Queremos universidades que parezcan corporaciones, optimizadas para generar ingresos y sobrevivir como negocios complejos? ¿O instituciones académicas enfocadas en instruir, debatir y descubrir?

El rumbo que tomen influirá en toda una generación de estudiantes, y a largo plazo, en el futuro de la sociedad. Hoy más que nunca, es momento de preguntarse: ¿más gerentes o más maestros?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press