Yemen, Zimbabwe y el Caribe: Crónica de una inestabilidad regional en tres actos
Una mirada analítica a la creciente violencia contra organismos internacionales, los riesgos de tensiones militares en el Caribe y el juego político de prolongar el poder en África.
Crisis institucional en Yemen: la ONU bajo asedio
El conflicto en Yemen no sólo ha desangrado a una nación desde 2014, sino que se ha convertido en un terreno minado para organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cuyos trabajadores han sido blanco directo de los actores en el terreno. El pasado sábado, los rebeldes hutíes, respaldados por Irán, irrumpieron en las instalaciones de la ONU en Saná, la capital de Yemen.
La redada generó alarma internacional. Jean Alam, portavoz del coordinador residente de la ONU para Yemen, confirmó que 15 miembros del personal internacional estaban presentes durante el incidente. Por fortuna, todos fueron reportados como seguros y en contacto con sus familias. Sin embargo, este evento se suma a una tendencia preocupante: el 31 de agosto, los hutíes detuvieron a 19 empleados de la ONU. Aunque liberaron a uno, más de 50 trabajadores de ONG y sectores civiles siguen retenidos, incluidos antiguos empleados de la embajada de EE. UU.
Esta agresión se enmarca dentro de un acoso sistemático de los hutíes contra organismos internacionales. Las operaciones humanitarias en la provincia de Saada están suspendidas, y la ONU ha trasladado su coordinación desde Saná hasta Adén, actual sede del gobierno reconocido internacionalmente.
Una guerra que no termina
El conflicto comenzó cuando los hutíes tomaron Saná en 2014, forzando al gobierno al exilio. En 2015, una coalición liderada por Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos intervino. Aunque las hostilidades de gran escala han disminuido, las tensiones persisten, y las incursiones como la más reciente contra la ONU demuestran la fragilidad del statu quo.
La guerra ya ha cobrado más de 377.000 vidas, directamente e indirectamente, según estimaciones del PNUD (2021). La mayor parte son muertes atribuibles a la falta de servicios básicos como atención médica, agua potable y alimentos.
Mar Caribe bajo presión: EE.UU., Venezuela y tensión persistente
Mientras tanto, en otra región hirviente del planeta, la embajada de Estados Unidos en Trinidad y Tobago ha lanzado una advertencia inusual a sus ciudadanos: mantenerse alejados de instalaciones gubernamentales debido a amenazas asociadas con la creciente tensión entre EE. UU. y Venezuela.
Esta alarma llega tras múltiples operaciones militares estadounidenses en el Caribe que han dejado al menos 28 personas muertas desde septiembre, presuntamente por ataques contra embarcaciones de narcotráfico. Dos pescadores locales desaparecieron tras uno de estos ataques, generando protestas y luto comunitario.
¿Una nueva Guerra Fría en miniatura?
Las acciones unilaterales de EE. UU. han sido consideradas por funcionarios de la ONU como extremadamente preocupantes. En particular, cuando se asocian con daños colaterales a civiles o la poca transparencia sobre objetivos militares. La administración estadounidense, tanto en su versión pasada de Donald Trump como en la actual de Joe Biden, considera a los narcotraficantes como "combatientes ilegales".
Venezuela ha aprovechado esta narrativa para reforzar sus argumentos contra EE. UU. en foros internacionales como la ONU, mientras fortalece alianzas con aliados estratégicos, incluyendo Irán y Rusia. Esto plantea desafíos para la seguridad regional, especialmente en naciones limítrofes como Trinidad y Tobago, las cuales enfrentan un dilema entre cooperación internacional y soberanía nacional.
África y las reformas constitucionales a conveniencia: el caso de Zimbabue
La tercera escena de este inquietante panorama geopolítico se dibuja en África Austral. En un giro que recuerda a épocas de consolidación autoritaria, el partido gobernante de Zimbabue, ZANU-PF, aprobó una resolución para extender el mandato del presidente Emmerson Mnangagwa hasta 2030.
Actualmente, la constitución establece un límite de dos mandatos de cinco años. Mnangagwa, de 83 años, debe dejar el poder en 2028. Sin embargo, con mayoría parlamentaria, el oficialismo ve factible enmiendas legales que alarguen su permanencia. El ministro de Justicia y secretario legal del partido, Ziyambi Ziyambi, respaldó públicamente la moción.
Del constitucionalismo a la reelección: una constante africana
Mnangagwa solía describirse como "constitucionalista", pero su silencio actual frente al movimiento genera suspicacia. Los sectores alineados con su vicepresidente, Constantino Chiwenga —quien encabezó el golpe militar que destituyó a Robert Mugabe en 2017—, han expresado oposición. Sin embargo, activistas como Blessed Geza, un veterano de la guerra de independencia, enfrentan represión policial por intentar movilizar protestas.
Este intento de perpetuar el poder no es nuevo en África: Uganda, Burundi, Ruanda y Guinea han experimentado cambios constitucionales para prolongar mandatos presidenciales. Según African Arguments, más de una docena de países africanos han eliminado o alterado los límites de mandato desde 2000. Esto erosiona los avances democráticos y perpetúa regímenes que utilizan el aparato estatal para conservar el poder.
Inestabilidad global: ¿consecuencia de una geopolítica sin contención?
La suma de estos eventos en Yemen, el Caribe y Zimbabue no constituye una coincidencia, sino el tejido de una inestabilidad geopolítica sin fronteras. En todos los casos analizados encontramos elementos comunes:
- Desconfianza hacia organismos internacionales (caso Yemen).
- Militarización excesiva frente a problemas civiles (caso Caribe).
- Manipulación constitucional para aferrarse al poder (caso Zimbabue).
Ante ello, diversos expertos alertan sobre el debilitamiento del orden multilateral y la necesidad urgente de reformular abordajes diplomáticos. "Sin una arquitectura internacional robusta y creíble, asistimos al ascenso de autocracias resistentes al cambio, tanto en Oriente Medio como en África y América Latina", señala Richard Gowan, director de Crisis Group en la ONU.
Además, la crisis de confianza en las instituciones internacionales permite que actores autoritarios tomen ventaja, cierren espacios cívicos y refuercen la narrativa de "soberanía absoluta" como escudo para la represión.
¿Qué sigue?
En una era donde la información se propaga más rápido que las soluciones diplomáticas, el desafío es lograr que voces como la de los empleados humanitarios en Yemen, los pescadores en Trinidad o los activistas en Zimbabue no se diluyan en la agenda informativa. Cada incidente aislado es parte de un mapa mucho mayor: uno de tensiones, autoritarismo y conflictos sin resolución inmediata.
Es momento de una acción coordinada y estratégica de los organismos multilaterales. De otro modo, la creciente fragmentación del orden global no solo será inevitable, sino irreversible.