Descontento económico en EE.UU.: ¿Está fallando Trump en su promesa de prosperidad?
El aumento de la inflación, la caída en la confianza laboral y el estrés financiero son señales de alerta para los republicanos mientras Trump enfrenta una creciente percepción negativa sobre la economía.
Un país preocupado por su economía
En Estados Unidos, ya no se trata de solo mirar indicadores macroeconómicos. Lo que realmente está definiendo el panorama es la sensación cotidiana de millones de estadounidenses, y no es optimista. Según una reciente encuesta del centro AP-NORC, un 68% de los adultos describe la economía del país como "pobre", mientras que solo un 32% la ve como "buena". Y aunque esta percepción ha sido constante en el último año, su continuidad amenaza lo que fue uno de los pilares de la campaña presidencial de Donald Trump: restablecer la fortaleza económica del país.
La confianza para encontrar empleo también se ha desplomado: solo 21% de los encuestados dicen que están "muy" o "extremadamente" confiados en su capacidad de conseguir un buen empleo. En octubre de 2023, ese número era del 36%. Es decir, en medio año, la confianza laboral cayó 15 puntos porcentuales. Para una figura política como Trump, que basa gran parte de su narrativa en ser un exitoso empresario, estos datos pueden ser políticamente catastróficos.
Precios al alza, ingresos estancados
Para las familias, la inflación sigue siendo el enemigo silencioso que amenaza los cimientos de la estabilidad financiera. Entre los gastos que generan más estrés económico destacan:
- Comestibles: para el 54% de los estadounidenses, el costo de los alimentos es una fuente "mayor" de estrés.
- Electricidad: 36% lo considera un problema serio, en parte por el aumento en el consumo energético anticipado por los centros de datos de inteligencia artificial que saturan la red eléctrica.
- Gasolina y vivienda: cerca del 40% se siente presionado financieramente por estos gastos.
Incluso elementos cotidianos como el café y el chocolate se han vuelto símbolos del aumento de precios. Linda Weavil, de 76 años y votante de Trump, reconoció que los pecan cubiertos en chocolate que su grupo eclesiástico vende ahora cuestan considerablemente más. "Siento que está haciendo un buen trabajo en muchas cosas, pero los precios del café y el chocolate han subido por los aranceles", dijo.
¿Dónde quedó el boom económico prometido?
Una de las cartas fuertes de Trump al asumir la presidencia nuevamente en 2025 fue prometer el control de la inflación derivada de la pandemia y un nuevo auge económico. Pero la realidad parece haberse impuesto. Desde que se anunciaron nuevos aranceles en abril, la creación de empleo ha caído a menos de 27,000 nuevos puestos por mes. Durante el gobierno de Biden, esa cifra era significativamente más alta debido a la recuperación postpandémica.
Actualmente, solo el 36% de los adultos aprueba la manera en que Trump maneja la economía. Entre los republicanos, el apoyo es del 71%, pero incluso esa cifra es baja comparada con períodos anteriores. En contraste, en el mismo punto del mandato de Biden, la aprobación de su gestión económica rondaba el 41% con un respaldo del 73% dentro del Partido Demócrata. Las cifras actuales reflejan que incluso los votantes tradicionales están perdiendo la fe.
La paradoja económica: indicadores sólidos vs. sensación ciudadana
Estados Unidos presenta una serie de indicadores macroeconómicos "positivos" en papel: bajo desempleo, crecimiento del PIB y ganancias bursátiles. Sin embargo, el estadounidense promedio no lo siente así. Solo un 12% de las personas asegura estar "progresando económicamente", mientras que un 28% afirma que está "quedándose atrás". El resto simplemente se mantiene a flote.
Una encuesta reveló que el 47% de los estadounidenses no está seguro de poder afrontar una emergencia médica inesperada, y el 52% cree que no podrá ahorrar lo suficiente para su jubilación. También, el 63% no cree poder adquirir una vivienda si lo deseara, con una preocupación aún mayor entre los adultos menores de 30 años.
Electricidad: el nuevo frente de batalla
El costo de la energía emerge como otro detonante de ansiedad. La transición energética ha sido ralentizada bajo el mandato actual: Trump frenó la financiación de proyectos de energía renovable e impuso aranceles sobre el equipamiento necesario para construir fábricas y centrales eléctricas.
Kevin Halsey, de 58 años, describió cómo su factura eléctrica subió de $90 a $300 al mes pese a tener paneles solares debido a cambios regulatorios. “Tengo que ser pesimista. No veo que esto mejore”, señaló.
¿Y los programas de ayuda federal?
Mientras los ciudadanos sienten los estragos del alto costo de la vida, los gobiernos estatales enfrentan complicaciones por otro flanco: la reducción y retraso de fondos federales, especialmente aquellos gestionados por FEMA y DHS (Departamento de Seguridad Nacional).
Uno de los recientes cambios obliga a los estados a ajustar su población censada excluyendo a personas deportadas. Una exigencia que ha generado caos logístico, pues funcionarios locales se ven obligados a improvisar métodos para cumplir con estos nuevos requerimientos.
"Cada día que pasamos en este limbo fiscal reduce el tiempo disponible para gastar responsable y eficazmente estos fondos críticos", dijo Kiele Amundson, vocera de la Agencia de Manejo de Emergencias de Hawái.
Además, el tiempo para utilizar los fondos otorgados se ha reducido de tres años a uno. En lugares como Hawái, aún en proceso de reconstrucción tras los incendios forestales de Lahaina, esta reducción podría provocar la cancelación de contratos, despidos y la paralización total de programas de preparación ante emergencias.
La tormenta perfecta: política, economía y percepción pública
El gobierno de Trump enfrenta ahora un dilema similar al que tuvo Biden: una economía que en cifras parece saludable, pero que en la calle se percibe como inalcanzable para la mayoría. La diferencia es que Trump volvió al poder con la promesa explícita de hacerlo mejor.
El escenario se complica más con los múltiples litigios abiertos por la distribución desigual de subsidios a estados. Nueva York e Illinois, por ejemplo, recibieron 100 y 69 millones menos, respectivamente, del Programa de Seguridad Nacional. En contraste, territorios como las Islas Vírgenes recibieron más del doble de lo habitual, generando sospechas de manipulación en la metodología de riesgos utilizada para repartir esos fondos.
¿Un problema sin solución visible?
Mientras que algunos líderes estatales sugieren reducir la dependencia del gobierno federal, la urgencia por gasto en infraestructura crítica y protección ante desastres no da tregua. El caos administrativo y la sensación generalizada de inestabilidad económica se perfilan como factores decisivos en las próximas elecciones para gobernadores y el Congreso en 2026.
Como aseguró Bryan Koon, exjefe de manejo de emergencias de Florida y actual CEO de la firma consultora IEM: “Una interrupción en estos servicios podría poner vidas en peligro.”
En definitiva, la promesa de prosperidad de Donald Trump está en duda. En la práctica, su gobierno enfrenta una brecha creciente entre el discurso electoral y la experiencia cotidiana de millones de estadounidenses. La interrogante, por tanto, no es qué tan buena está la economía en cifras, sino si el pueblo realmente se siente parte de esa bonanza.