George Santos: El ascenso, la caída y una redención marcada por el escándalo político
De un fraude millonario a una inusual clemencia presidencial: el excongresista que sigue siendo el rostro de una era polarizante
Una segunda oportunidad polémica
George Santos, excongresista republicano por Nueva York, ha vuelto a ser noticia, no por sus políticas ni propuestas legislativas, sino por una redención otorgada a través de la gracia presidencial por Donald Trump que ha dejado tanto a demócratas como a numerosos republicanos entre la incredulidad y la indignación.
Tras haber sido sentenciado a siete años de prisión por fraude e identidad falsa, Santos solo cumplió 84 días antes de que Trump conmutara su sentencia. Para muchos, esto representa una peligrosa muestra del uso partidista del poder de clemencia presidencial.
El ascenso meteórico de un impostor
George Santos se convirtió en una de las figuras más controvertidas del Congreso estadounidense cuando en 2022 fue elegido como el primer republicano abiertamente homosexual en representar a su distrito, con una narrativa que luego se revelaría como completamente ficticia.
Durante su campaña, Santos afirmó haber sido un exitoso ejecutivo de Wall Street, graduado de Baruch College y propietario de múltiples inmuebles en Nueva York. Ninguna de estas afirmaciones era cierta. Su currículum era una mezcla de invenciones y medias verdades.
Según The New York Times, Santos jamás trabajó para Goldman Sachs ni Citigroup, nunca se graduó de universidad alguna, y apenas tenía estabilidad económica.
Un historial de fraudes y engaños
Su historia se desmoronó apenas semanas después de asumir el cargo, llegando a enfrentar 13 cargos criminales en mayo de 2023, entre ellos lavado de dinero, fraude electrónico y robo de identidad.
En 2024, Santos aceptó su culpabilidad: había engañado a donantes, usó tarjetas de crédito pertenecientes a terceros —incluyendo familiares— y desvió más de $370,000 dólares para fines personales. Incluso sus gestos y comportamientos en el Congreso fueron foco de duda, hasta que fue expulsado por amplia mayoría, convirtiéndose en el sexto legislador en la historia de EE.UU. en ser expulsado del Congreso.
La clemencia de Trump y su lógica política
El expresidente Donald Trump justificó su decisión de conmutar la sentencia de Santos argumentando que, aunque era un “inadaptado” o “un rogue” en sus palabras, no merecía un castigo tan severo y destacó que había sido “leal al Partido Republicano”.
“Estoy bastante seguro que si el presidente Trump hubiera perdonado a Jesucristo, aún tendría críticos”, declaró Santos en una entrevista reciente con CNN, agregando que no le preocupaba el “clutching de perlas” por parte de sus detractores.
Esta decisión forma parte de un patrón mayor: Trump ha sido activo en el uso de su poder de clemencia para beneficiar aliados o figuras mediáticas afines, como ocurrió con el exasesor Roger Stone y el exsheriff Joe Arpaio en años anteriores.
¿Una figura arrepentida? El discurso de la redención
Durante la entrevista, Santos aseguró haber reflexionado profundamente durante su tiempo en prisión, afirmando haber comido “una rebanada muy grande del pastel de humildad, si no el pastel completo”. Aunque se disculpó “con cada ciudadano del distrito 3 de Nueva York”, también fue ambiguo sobre si planea devolver el dinero a los donantes que defraudó: “Solo si es requerido por la ley”, dijo.
Y aunque dice estar comprometido con “enmendar sus errores”, su regreso a Cameo —la plataforma donde se pueden vender videos personalizados a seguidores— sugiere que Santos mantiene su enfoque más en monetizar su notariedad que en reconstruir su reputación política.
El silencio incómodo del Partido Republicano
Dentro del propio Partido Republicano, la reacción ha sido disonante. Mientras figuras de la línea dura respaldan la decisión de Trump, otros legisladores consideran que el perdón enviado a Santos mina cualquier esfuerzo por recuperar credibilidad ética.
“No podemos predicar sobre integridad si perdonamos a quien ha engañado a sus votantes y destruido públicamente la confianza ciudadana,” — comentó un congresista republicano bajo condición de anonimato al diario Politico.
Este perdón se suma a la percepción de que el Partido Republicano toma medidas contraproducentes en nombre de la lealtad y la conveniencia política, lo que amenaza su base electoral moderada.
¿Un precedente peligroso?
La clemencia presidencial es constitucionalmente legal, pero raras veces ha generado tanta controversia como en este caso. Santos había sido encontrado culpable de varios delitos financieros, y su liberación sin restitución adicional afecta a las víctimas quienes, hasta este momento, no han recibido compensación completa.
Además, envía un mensaje contradictorio: ¿acaso el voto partidista y la lealtad política valen más que el compromiso con la ética pública?
Según el Brennan Center for Justice, las decisiones políticas basadas en clemencias pueden erosionar el Estado de derecho cuando se aplican sin transparencia ni fundamento humanitario legítimo.
Santos hoy: ¿nuevo influencer político?
Desde su liberación, Santos ha resurgido en redes sociales, con un perfil que mezcla victimismo, ironía y desafío a lo que él llama “la maquinaria del odio progresista”. Ha insinuado su interés en seguir participando en política, aunque no ha anunciado formalmente una nueva candidatura.
Mientras tanto, ha reaparecido en Cameo, cobrando hasta $350 por video personalizado y generando ingresos importantes con mensajes que oscilan entre lo cómico y lo surrealista, como mensajes de cumpleaños grabados en pijama o consejos sobre cómo “lidiar con haters”.
¿Redención o circo mediático?
George Santos representa una nueva era en la política estadounidense, en la que la notoriedad mediática, el escándalo y la polarización política pueden ser herramientas más efectivas que la honorabilidad o el servicio público.
Lo que comenzó como la historia inspiradora de un candidato outsider rompedor de esquemas, terminó exponiendo un sistema vulnerable al engaño, al oportunismo y al populismo, donde incluso una condena por fraude puede ser reinterpretada como una anécdota más en la narrativa del martirio político.
Para sus críticos, Santos debería ser recordado como una advertencia. Para sus seguidores, sin embargo, es otro “perseguido” injustamente por el “deep state”. Y para la historia, quizá acabe siendo símbolo de una década en que las líneas entre política y espectáculo se volvieron irreconocibles.