Sanae Takaichi se perfila como primera primer ministra de Japón: ¿logro histórico o retroceso disfrazado?
El ascenso de una figura ultraconservadora en medio de la inestabilidad política, desafíos económicos y tensiones diplomáticas pone a prueba el rumbo de Japón.
Una mujer al poder… pero no todas celebran
Japón está a punto de hacer historia con la inminente llegada de Sanae Takaichi al cargo de primera ministra, convirtiéndose en la primera mujer en liderar la tercera economía más grande del mundo. Pero ¿qué tipo de historia se está escribiendo realmente?
Para muchos, este paso podría parecer una victoria simbólica en igualdad de género. Sin embargo, la figura de Takaichi despierta inquietudes más que entusiasmo entre muchos sectores, especialmente entre las mujeres y minorías.
“La perspectiva de una primera ministra mujer no me pone feliz”, escribió la reconocida socióloga Chizuko Ueno en su cuenta de X. ¿Por qué esta falta de entusiasmo? Takaichi, una política ultraconservadora, se posiciona en contra de una serie de reformas clave que promoverían la equidad de género, incluyendo el derecho a matrimonios del mismo sexo y las opciones legales para que los cónyuges tengan apellidos diferentes.
El camino al poder: alianzas forzadas y política pragmática
La llegada al poder de Takaichi no fue directa ni sencilla. Tras la ruptura con su socio de coalición, el partido Komeito, Takaichi se vio obligada a buscar un nuevo aliado, encontrándolo en el conservador Ishin no Kai, con base en Osaka. Esta alianza, aunque funcional de momento, es débil y depende de acuerdos puntuales con partidos de oposición para mantener el poder.
Este movimiento político se produce en un Japón marcado por una larga tradición de gobiernos de coalición dominados por el Partido Liberal Democrático (LDP), pero que ahora enfrenta una creciente fragmentación política. Como comentó Chiyako Sato, comentarista política del periódico Mainichi: “La era de la dominación del LDP ha terminado. Japón debe encontrar una nueva forma de hacer coaliciones”.
¿Qué representa Sanae Takaichi?
Admiradora de Margaret Thatcher, Takaichi es una protegida del ex primer ministro asesinado Shinzo Abe, y hereda gran parte de su legado político: nacionalismo, impulso militar, distanciamiento respecto a reformas sociales e insistencia en una visión revisionista de la historia.
Sus visitas al polémico santuario Yasukuni —que honra a los caídos de guerra, incluidos criminales de guerra de la Segunda Guerra Mundial—, alimentan tensiones diplomáticas con China y Corea del Sur. Aunque recientemente optó por enviar una ofrenda en lugar de hacer una visita personal para no provocar a Beijing y Seúl, este tipo de gestos demuestra que su postura podría obstaculizar la reconciliación regional.
Economía: entre populismo y estancamiento
Japón se enfrenta a desafíos urgentes: crecimiento económico moderado, una población en descenso y un sistema de bienestar bajo presión. Takaichi, que promueve un enfoque de expansión fiscal —similar al de su mentor Abe—, pretende utilizar el gasto gubernamental como herramienta para estimular la economía.
No obstante, su nuevo socio político, el Ishin no Kai, es contrario a este enfoque y prefiere políticas de austeridad fiscal. La gran interrogante es cómo manejarán esta divergencia sin desencadenar una nueva crisis en el gobierno de coalición.
Además, Takaichi enfrenta la presión de cumplir con el compromiso de invertir $550 mil millones en acuerdos económicos con EE.UU., en el marco de las disputas comerciales y exigencias de Donald Trump. Todo esto mientras lidia con un país donde los precios están en aumento, pero los salarios se estancan.
Un giro a la derecha en política exterior y defensa
Uno de los pilares del mandato de Takaichi es fortalecer la capacidad militar de Japón. La defensa nacional está en el punto más alto del debate, y ya se ha aprobado el incremento del presupuesto anual de defensa al 2% del PIB para 2027, una decisión histórica para un país que constitucionalmente se ha mantenido pacifista desde 1945.
Trump ha pedido explícitamente que Japón aumente ese presupuesto hasta el 5% del PIB y que compre más armamento estadounidense. Eso pondrá a prueba a Takaichi, quien tendrá que equilibrar estas demandas con las preocupaciones crecientes en la región asiática acerca del militarismo nipón.
Una líder impopular entre muchas mujeres
A pesar de romper con el techo de cristal, Sanae Takaichi no representa un avance real en derechos de las mujeres, de acuerdo con activistas y analistas. Su oposición a medidas como separar los apellidos de los cónyuges y su defensa de la sucesión imperial exclusivamente masculina proyectan una agenda que refuerza roles tradicionales y mantiene intactas estructuras patriarcales.
Como señaló Ueno: “El ranking de igualdad de género de Japón mejorará, pero no su realidad política con respecto a las mujeres”. De hecho, el país aún está por debajo del puesto 120 en igualdad de género en el Índice Global de Brecha de Género del Foro Económico Mundial 2023.
La incógnita que representa Takaichi
Los analistas políticos auguran un gobierno inestable. Con una coalición frágil, requerirá apoyo de partidos opositores para legislar y podría enfrentar elecciones anticipadas en el corto plazo. El profesor de política en la Universidad Ritsumeikan, Masato Kamikubo, fue contundente al respecto: “No hay espacio para que Takaichi muestre sus verdaderos colores. Todo lo que puede hacer es cooperar caso por caso. Es una situación patética”.
Además, su ascenso al liderazgo del LDP estuvo fuertemente respaldado por el veterano conservador Taro Aso, considerado el principal kingmaker de la política japonesa. Aso ha sido colocado como vicepresidente del partido y varios aliados suyos han accedido a puestos clave en el gabinete, lo que evidencia una reconfiguración del poder basada en lealtades internas, más que en méritos o visión de Estado.
El reto de la demografía y la diversidad
Japón enfrenta uno de los mayores desafíos demográficos del planeta: una población envejecida y una tasa de natalidad en caída libre. Según el Ministerio del Interior, el país pierde aproximadamente 500,000 personas por año. Al mismo tiempo, la inmigración emerge como una solución potencial, pero la retórica xenófoba y las políticas restrictivas están en aumento.
Takaichi no ha presentado una política clara para abordar esta situación. Sus posiciones conservadoras tienden más a complacer a la base nacionalista de su partido que a ofrecer soluciones estructurales a largo plazo.
¿Retroceso disfrazado de avance?
La llegada de Sanae Takaichi a la cúspide del poder japonés marca una paradoja política. Aunque rompe con barreras de género, su visión conservadora y su aversión a políticas progresistas generan preocupación sobre si su liderazgo representa un verdadero progreso o simplemente una pausa ilusoria en un entorno profundamente patriarcal.
En un contexto global donde las democracias enfrentan crisis de representatividad y ascensos de liderazgos extremos, el caso japonés muestra cómo el simbolismo no siempre se traduce en progreso tangible.
Japón entra en una nueva etapa, políticamente inestable, con oposiciones divididas, alianzas tácticas y múltiples pruebas, desde el frente económico hasta el geopolítico. El desenlace del mandato de Takaichi, si realmente se concreta, será un caso de estudio en cómo las democracias pueden producir líderes impensados, y de qué manera esas figuras gestionan su poder en medio de crisis poliédricas.