Trump vs. China: ¿El Regreso de una Guerra Comercial o la Cumbre de un Nuevo Acuerdo?

El expresidente asegura que alcanzará un 'trato fantástico' con Xi Jinping pese a tensiones comerciales, amenazas de aranceles y nuevos actores en el tablero global

Por estos días, el aparente armisticio entre China y Estados Unidos enfrenta una nueva prueba, esta vez impulsada por la retórica del expresidente Donald Trump, quien ha vuelto a proyectarse como pieza clave en un futuro acuerdo comercial entre ambas potencias.

Un reencuentro anunciado entre líderes y rivales

Trump ha declarado con confianza su intención de llegar a “un trato fantástico con China”, proyectando optimismo antes de una posible reunión con el presidente Xi Jinping en el marco de la Asia Pacific Economic Cooperation (APEC). La reunión podría tener lugar este mismo mes, y aunque Pekín no lo ha confirmado, Trump dejó claro que confía en esa cita para “reordenar” las relaciones comerciales entre ambas superpotencias.

“China nos muestra un gran respeto ahora”, dijo Trump el lunes, mientras recibía al primer ministro australiano Anthony Albanese en la Casa Blanca. Celebró además un nuevo acuerdo con Australia que busca desafiar el cuasi monopolio chino sobre minerales de tierras raras, recurso crítico en sistemas de defensa, vehículos eléctricos y smartphones.

¿Minerales raros como jugada estratégica?

El detonante del nuevo episodio tensional: Beijing ha endurecido sus controles sobre las exportaciones de tierras raras, materiales cruciales para la economía tecnológica global. Trump, molesto por la decisión china, respondió con una clara amenaza:

“Ellos nos amenazaron con tierras raras, yo los amenacé con aranceles”, declaró el expresidente, justo antes de aumentar los impuestos a productos chinos en un 30%. Y advirtió que, si no se concreta un acuerdo antes del 1 de noviembre, se aplicará un arancel adicional del 100%.

Esta escalada se da en un contexto donde Estados Unidos ya impone tarifas acumuladas de entre 55% y 57% al comercio con China, según Trump. Alega que estas medidas han generado ingresos de “cientos de miles de millones de dólares” para el país. No obstante, estas cifras han sido cuestionadas por analistas económicos, quienes subrayan que los costos son asumidos mayormente por empresas y consumidores estadounidenses.

Relevos diplomáticos y tensiones internas

Como dato adicional en el complejo tablero geopolítico, China anunció el retiro de Li Chenggang, su máximo negociador comercial y representante en la Organización Mundial del Comercio. Sin dar explicaciones públicas, Beijing designó en su lugar a Li Yongjie.

Li Chenggang había protagonizado roces notorios con funcionarios de la administración estadounidense, entre ellos el secretario del Tesoro, Scott Bessent. Este lo acusó recientemente de usar “lenguaje incendiario” y amenazar con “caos global” si EE.UU. avanza con tarifas portuarias aplicadas a buques chinos.

La remoción de Li abre el interrogante sobre si China busca suavizar el tono diplomático antes del posible encuentro entre Xi y Trump o si más bien está apostando por una figura más afín a una línea dura. En cualquier caso, el movimiento sugiere que el dragón asiático se está reorganizando internamente para la nueva fase del pulso comercial.

Una relación comercial volátil pero indispensable

Desde la guerra comercial entre ambos países iniciada en 2018, los vínculos entre Washington y Beijing han sido inestables pero imprescindibles. China sigue siendo uno de los tres principales socios comerciales de EE.UU., con intercambios que superaron los 700.000 millones de dólares en 2022.

Aun con roces y sanciones cruzadas, ambos países mantienen una interdependencia difícil de quebrar. China suministra productos electrónicos y materias primas clave, mientras que EE.UU. provee tecnología, maquinaria sofisticada y servicios avanzados.

Expertos como Eswar Prasad, exfuncionario del FMI y profesor en la Universidad de Cornell, afirman que
“la guerra comercial ha obligado a ambas economías a reconsiderar sus dependencias mutuas, pero desligarse completamente es prácticamente imposible sin sacrificar el crecimiento de ambos lados”.

Taiwán: el dilema militar que se mezcla con lo económico

Durante la misma comparecencia, Trump minimizó los temores sobre un posible ataque a Taiwán asegurando:

“Tenemos el mejor equipo militar del mundo. Nadie se va a meter con eso”.

Recordemos que Estados Unidos tiene leyes que lo obligan a brindar apoyo defensivo a Taiwán, isla que se separó de China tras la guerra civil de 1949. Beijing considera a Taiwán como parte inalienable del territorio nacional y ha advertido que recurrirá a la fuerza si es necesario para lograr la reunificación.

Cuando se le preguntó si podría ceder en su apoyo a la independencia taiwanesa a cambio de un acuerdo con China, Trump esquivó el tema, diciendo simplemente: “No voy a hablar de eso”.

Tal ambigüedad sugiere que, en una negociación de alto nivel, Trump buscaría usar a Taiwán como ficha de cambio estratégica. Aun así, cualquier paso en esa dirección levantaría críticas feroces dentro de EE.UU., tanto de republicanos como de demócratas.

Un nuevo eje geopolítico ¿con Australia incluido?

Australia no es ajena al juego, y Trump lo sabe. Durante su encuentro con el primer ministro Anthony Albanese, trazó una alianza energética que busca disputar el dominio asiático sobre tierras raras.

Australia posee vastas reservas de estos minerales y ahora proyecta una cadena de suministro alternativa a la china, con respaldo estadounidense. En ese sentido, el acuerdo firmado entre Trump y Albanese podría definir el futuro del sector tecnológico y militar en occidente.

Estados Unidos, preocupado por la seguridad económica en tiempos de tensiones con China, ha comenzado a diseñar un “bloque de confianza” en torno al procesamiento de insumos críticos. Esto no solo tiene relevancia económica, sino que también impacta directamente en temas como la transición energética y la independencia tecnológica del bloque occidental.

¿Una nueva guerra tarifaria o una oportunidad de reinicio?

El regreso de Trump al centro del tablero internacional reaviva miedos respecto a una segunda edición de la guerra comercial China-EE.UU. Según el Center for Strategic and International Studies (CSIS), el conflicto iniciado por Trump en su primera presidencia llevó a una caída del 25% en las importaciones bilaterales y costó hasta 245.000 empleos netos en EE.UU.

Pero según Trump, los aranceles han sido “una herramienta poderosa”, no una carga. En su visión, esas medidas han forzado a China a respetar más a EE.UU. y a sentarse a negociar con otra disposición.

“Me gusta tener buenas relaciones con China. Amo mi relación con Xi. Pero también tengo muchos ases bajo la manga,” remató, lanzando un claro mensaje: si China no cede, él está dispuesto a aumentar la presión aún más.

¿Qué esperar de la cumbre Trump-Xi?

El posible encuentro entre ambos líderes será observado con lupa por gobiernos, inversores y empresas en todo el mundo. Un acuerdo podría filtrar tensiones en los mercados globales, mientras que una escalada recrudecería los precios del comercio internacional, afectando notablemente productos tecnológicos, electrodomésticos y componentes industriales.

Por ahora, la diplomacia camina por una delgada cuerda floja. Con las elecciones presidenciales de 2026 cada vez más cerca, Trump parece dispuesto a usar el conflicto con China como una de sus principales cartas políticas.

Pero nada está garantizado: Xi Jinping ha endurecido la política exterior china desde los días de pandemia, convirtiéndose en un jugador menos predecible. Y aunque Trump vende promesas de un “trato maravilloso”, quienes conocen las mesas de comercio internacional saben que entre bravatas y documentos firmados puede haber un abismo

¿Se repetirá la hostilidad arancelaria? ¿O el mundo presenciará el nacimiento de una nueva era comercial entre las dos potencias más grandes del planeta?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press