¿Capital privado para todos? El lado oscuro de la 'democratización' de la inversión
Tras el auge del acceso minorista al capital privado, surgen serias dudas: ¿una oportunidad real o una trampa con alto margen para las gestoras?
En los últimos años, ha cobrado fuerza una narrativa cada vez más popular en Wall Street: la "democratización de la inversión". Fondos de capital privado y venture capital, tradicionalmente reservados para grandes fortunas e inversores institucionales, ahora se presentan como accesibles para el pequeño inversor.
Las promesas suenan bien: acceso exclusivo a oportunidades antes reservadas para millonarios, diversificación con instrumentos sofisticados y potenciales retornos más altos que los mercados públicos. Pero detrás del marketing atractivo surge una pregunta fundamental: ¿quién se beneficia realmente?
La falsa premisa de que la inversión no estaba democratizada
Uno de los pilares del discurso actual es que el acceso de los inversionistas minoristas ha sido restringido durante demasiado tiempo. Pero en términos históricos, esta afirmación no se sostiene.
Desde que la Comisión de Bolsa y Valores de EE. UU. (SEC) eliminó las comisiones fijas de negociación en 1975, los mercados públicos en EE. UU. se volvieron más accesibles. Hoy, plataformas como Robinhood, Webull o E*TRADE permiten que cualquier persona con conexión a Internet pueda invertir en acciones, bonos y fondos cotizados por una fracción de lo que costaba décadas atrás.
Además, los fondos indexados y los ETFs han transformado la gestión de portafolios gracias a su bajo costo, simplicidad y diversificación automática. Es más, producen rendimientos que superan en el largo plazo al 80-90% de los gestores activos (SPIVA Scorecard, S&P, 2023).
¿Qué es exactamente el capital privado?
El capital privado (private equity) se refiere a inversiones en compañías no cotizadas. Normalmente, una firma de PE recauda capital de inversionistas para comprar estas empresas, ayudarles a crecer o refinanciar, y eventualmente venderlas por un precio mayor. Similar lógica sigue el venture capital (VC), pero enfocado en etapas tempranas de startups.
Ambos sectores pueden ofrecer rendimientos atractivos, pero también implican riesgos importantes: alta iliquidez, falta de transparencia, comisiones elevadas y dificultades para valorar objetivamente los rendimientos.
¿Rinden más que los mercados públicos?
Según el mito popular, los retornos de capital privado aplastan a los de los mercados bursátiles. Sin embargo, los estudios muestran una realidad más matizada.
- Un estudio de Ludovic Phalippou (Universidad de Oxford) titulado “An Inconvenient Fact: Private Equity Returns & The Billionaire Factory” (2020) sostiene que, neto de comisiones, el capital privado apenas ha igualado al S&P 500 desde 2006.
- Datos del proveedor PitchBook (2023), parte de Morningstar, revelaron que los fondos de PE con años de lanzamiento entre 2020-2023 no generaron excess returns positivos frente a benchmarks públicos.
En resumen: si bien algunos fondos sí han generado desempeño excepcional, la mayoría simplemente iguala—o incluso no alcanza—los retornos de fondos indexados, con menos transparencia y mayor riesgo.
El problema de los retornos "promedio"
Uno de los grandes engaños gira en torno a los retornos promedio. Pero en capital privado, la dispersión de resultados es abismal. Como señala Jeff Ptak, de Morningstar, la brecha entre los fondos del primer cuartil y el último es gigantesca. Es decir, el “promedio” no refleja lo que la mayoría experimenta.
Bill Bernstein, inversor y autor reconocido, lo expresó genialmente: “Los primeros en invertir en capital privado se llevaron el filete y la langosta. Vanguard y Fidelity terminarán con cazuela de atún”.
Inversiones poco líquidas y opacas
A diferencia de los instrumentos cotizados, muchos fondos de capital privado tienen ventanas restringidas de entrada y salida. Si necesitas tu dinero de inmediato, probablemente no podrás recuperarlo sin penalizaciones o descuentos.
Además, las valoraciones se hacen mediante modelos internos, a menudo sin supervisión externa ni referencia a precios de mercado reales. Esa opacidad aumenta el riesgo de malas prácticas o errores de valoración.
No todo lo que brilla es unicornio
El capital riesgo, particularmente en tecnología, seduce con ejemplos como SpaceX, Stripe o OpenAI. Pero por cada historia de éxito hay miles de startups que se esfuman en el limbo de los “zombies corporativos”.
Sin acceso privilegiado, los inversores minoristas suelen entrar más tarde, cuando las valoraciones son más altas y el potencial más limitado. En muchos casos, se asume además apalancamiento adicional, amplificando tanto ganancias como pérdidas.
¿Quién gana con estas “democratizaciones”?
Hay que preguntarse: si un producto de inversión es tan bueno, ¿por qué ahora lo ofrecen al inversor retail? La respuesta: las firmas de gestión persiguen nuevas fuentes de ingresos.
Con ETFs pasivos llevándose gran parte del pastel (~40% del total gestionado en EUA, según Morningstar), las comisiones tradicionales se han comprimido. El capital privado ofrece márgenes considerablemente mayores. De allí el entusiasmo de Blackstone, KKR o Apollo por saltar al mercado minorista.
Inversión accesible ≠ inversión adecuada
No todo lo “exclusivo” debe ser perseguido ciegamente. Como en la moda de lujo, a veces se paga más por la marca que por la calidad. Lo mismo ocurre con ciertas inversiones privadas.
La accesibilidad no debe confundirse con adecuación. Mucho menos con rentabilidad asegurada. Invertir debe seguir principios básicos: entender el producto, diversificar inteligentemente y, sobre todo, tener claridad sobre tus objetivos financieros.
¿Cuándo sí puede valer la pena?
Para inversores con alta tolerancia al riesgo, horizontes temporales largos (más de 10 años) y buena asesoría financiera, una pequeña exposición al capital privado puede tener sentido. Pero en ningún caso debe sustituir a un núcleo bien diversificado basado en instrumentos líquidos y transparentes.
Y aún así, conviene entrar en fondos con historial probado, bajo una estructura de comisiones razonable (difícil de hallar) y con claridad sobre políticas de salida.
Reflexión final: más acceso, más responsabilidad
Es positivo que se habiliten nuevas vías de inversión. Pero esa apertura debe ir acompañada de educación financiera real, no slogans de marketing.
Como bien dijo el gurú financiero Howard Marks: “No hay inversiones buenas o malas en sí mismas. Solo decisiones buenas o malas.”
El capital privado puede ser parte del menú, pero no siempre es la porción más nutritiva.