“Nebraska: Deliver Me from Nowhere”: Bruce Springsteen, su noche más oscura y el alma de un álbum inmortal
El biopic autorizado del 'Boss', protagonizado por Jeremy Allen White, mira detrás del telón del álbum más sombrío de Springsteen, explorando la genialidad creativa que nace en medio del dolor y la soledad.
Por años, el álbum “Nebraska” de Bruce Springsteen ha sido una figura fantasmagórica en su discografía. Grabado en una rudimentaria grabadora de cuatro pistas y repleto de historias lúgubres, criminales abatidos y almas condenadas, el disco capturó el lado más íntimo y perturbador del artista. Ahora, más de cuarenta años después, Scott Cooper dirige “Springsteen: Deliver Me From Nowhere”, un biopic que entra en los rincones más oscuros del alma del ‘Boss’, con una interpretación devastadora de Jeremy Allen White.
El álbum casero que sacudió el alma rockera de América
“Nebraska”, lanzado en 1982, es un disco que nació de la urgencia emocional más que de una ambición comercial. A diferencia de joyas mainstream como “Born to Run” (1975) o el emblemático “Born in the U.S.A.” (1984), este proyecto fue grabado sin la E Street Band, sin productores de renombre ni estudios de lujo. Solo Springsteen, una guitarra acústica y una grabadora de cuatro canales en una casa de campo en Colts Neck, Nueva Jersey.
El resultado es un disco embrujado, sombrío y minimalista que según él mismo no buscaba “capturar sonidos, sino ideas”. Esta línea es recuperada fielmente y con fuerza en el filme, donde se representa el proceso como un viaje mental a través de la oscuridad.
Jeremy Allen White: nacimos para representar esta angustia
White —encumbrado por su papel en The Bear— ofrece una actuación que mimetiza el dolor existencial de aquel Springsteen de principios de los 80. En escena, su figura luce permanentemente cansada, apesadumbrada, como si la única manera de exorcizar demonios fuera a través de su armónica, su voz y esos versos que parecen arrancados de cicatrices personales.
El actor no necesita sobreactuar. Cada mirada perdida, cada silencio incómodo y cada acorde reproducido con esfuerzo construyen una imagen de Springsteen más cercana a la de un poeta torturado que a la de un astro del rock. “Es el presidente del Departamento de Poetas Torturados”, se dice con ironía en los círculos de crítica, una descripción que aquí toma cuerpo.
Una cinta sobre la batalla entre el alma y el mercado
El filme adaptado del libro de Warren Zanes no gira en torno al éxito comercial, sino precisamente al momento en que Springsteen da la espalda a la industria para hacer algo más honesto. Los ejecutivos, por supuesto, entran en pánico. “Esto suena como un accidente. Suena inacabado”, exclama Al Teller, uno de los directivos ficcionalizados. ¿Quién querría un disco de 10 canciones acústicas sobre asesinos y parias?
En una era de sintetizadores y videoclips coloridos, Springsteen entrega un trabajo crudo, grabado en cintas caseras, que cambiaría para siempre la percepción del folk-rock contemporáneo. Productos parecidos como “American Recordings” de Johnny Cash o incluso “Skeleton Tree” de Nick Cave, parecen beber de esta fuente melancólica.
Lo espiritual, lo político y lo familiar
Pero Deliver Me From Nowhere no es solo una carta de amor a la música: es también una mirada descarnada a la mente de un hombre al borde. Vemos a un Springsteen lidiando con la depresión y episodios disociativos mientras Reaganeomics convierte a Estados Unidos en un país más desigual. El espíritu del álbum no radica en una crítica directa, sino en la elección deliberada de contar las historias de los desechados —como Charlie Starkweather, el asesino que inspiró la canción “Nebraska”.
La figura de su padre, encarnado con brutalidad emocional por Stephen Graham, aparece como epicentro de muchas heridas. Un hombre trabajador, violento e incapaz de comprender la creciente sensibilidad musical y emocional de su hijo. Pocas escenas duelen tanto como el montaje en blanco y negro donde Bruce recuerda los gritos y silencios del hogar paterno.
Faye: ¿amor o redención?
Otra pieza interesante y ficticia en esta historia es Faye, interpretada por Odessa Young. Lo que en otra película sería un cliché de “interés romántico”, aquí se convierte en un contrapunto emocional. Faye representa la posibilidad de raíz y sosiego, algo a lo que Springsteen aún no está dispuesto. “Sé que tienes miedo”, le dice en una escena clave. Y en esa frase se encapsula el dilema fundamental del artista: tener tanto dentro de sí que no se puede compartir sin romperse.
Momentos que deslumbran al fanático
- La perfección con la que se recrea la primera versión de “Mansion on a Hill”, después de una visita a una vieja casa abandonada,
- La escena donde se edita la letra de “Nebraska”, cambiando un “él” distante por un “yo” implicado,
- La insistencia de su mánager Jon Landau (maravillosamente interpretado por Jeremy Strong) de que “lo real” debe sobrevivir en medio del ruido comercial.
Landau, el productor que alguna vez dijo “He visto el futuro del rock and roll y su nombre es Bruce Springsteen”, se convierte en un sacerdote laico, siempre cálido, siempre dispuesto a defender la visión artística frente a los tiburones de traje y corbata.
La música como forma de terapia y resistencia
La cinta culmina no con un concierto glorioso, sino con una escena aún más importante: Springsteen acude por fin a buscar ayuda mental. Al hacerlo, el guión establece un puente necesario con una era más consciente sobre salud emocional. Es aquí donde se amarra el mensaje más poderoso del filme: no hay música grandiosa sin coste, ni artista de verdad sin cicatrices.
“Deliver Me From Nowhere” es una obra introspectiva, tanto como el disco que la inspira. Es una mirada al corazón de un hombre que decidió contar las historias que nadie más se atrevía a poner en un vinilo. Una película valiente que no busca agigantar la figura del ‘Boss’, sino humanizarla.
La crítica ha sido unánime: 3.5 estrellas de 4 según medios especializados que elogian tanto la interpretación como la sensibilidad narrativa. Buena parte del público verá en ella una elegía, otros un himno de resistencia artística. Y los verdaderos fans, sencillo: encontrarán otra razón para seguir gritando “¡Born to Run!” cada vez que el sistema busca silenciar las voces que incomodan.
Una gótica americana moderna
Como dijo el propio Springsteen: “Estoy intentando encontrar algo real entre todo este ruido”. Y tal vez esa frase sea el epitafio perfecto para esta película y para aquel álbum sin coros pegajosos, sin hits radiales, pero con una sinceridad tan feroz que aún hoy arde bajo la piel de quienes lo oyen.