¿Represión o estrategia política? La guerra de Trump contra la inmigración y su impacto en comunidades latinas y afroamericanas
La militarización de las redadas migratorias en Chicago, el giro conservador del voto latino y la batalla electoral en Estados clave como Nueva Jersey y Nevada generan preguntas clave sobre el futuro político de Estados Unidos
Una campaña de medio millón de clics y millones de corazones en juego
Cuando el expresidente Donald Trump anunció su intención de ejecutar la mayor operación de deportación en la historia de Estados Unidos, muchos lo descartaron como otra exageración política. Pero lo que ocurrió en Chicago con la llamada Operación Midway Blitz convirtió esas palabras en hechos tangibles: helicópteros Black Hawk, agentes fuertemente armados, ciudadanos estadounidenses detenidos por error y un barrio entero traumatizado. ¿Es esta aplicación estricta de la ley migratoria o un intento sistemático de desviar la atención de los problemas económicos reales?
Un esfuerzo multimillonario de grupos progresistas busca reconfigurar la narrativa, particularmente en estados clave con una creciente población latina: Arizona, Georgia, Nevada, Nueva Jersey, Carolina del Norte y Texas. El Valiente Action Fund, respaldado por el grupo progresista Way to Win, lanzó una campaña digital y en campo de $1.4 millones para reconectar con votantes latinos y contrarrestar el mensaje antiinmigrante de Trump.
Cuando la policía se militariza... ¿contra quién?
La redada ocurrida en el edificio de apartamentos de South Shore, en Chicago —un vecindario históricamente afroamericano— fue especialmente impactante. Según el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), el objetivo era desmantelar operaciones del Tren de Aragua, una peligrosa organización criminal venezolana. Pero de los 27 arrestados, solo dos fueron identificados como miembros de la banda.
Lo que ocurrió fue un despliegue desproporcionado más parecido a una película de guerra urbana que a un procedimiento civil. Armados hasta los dientes, agentes federales irrumpieron en hogares de inmigrantes y ciudadanos, dejando barricadas, puertas rotas y traumas psicológicos.
“Fue como si estuviéramos bajo ataque,” relató Tony Wilson, un residente afroamericano, al describir cómo fue esposado pese a ser ciudadano estadounidense.
La desinformación y los titulares populistas
Trump ha insistido en que ciudades como Chicago están “bajo asedio”, plagadas de criminales y ocupadas por inmigrantes ilegales. Sin embargo, esas afirmaciones chocan con los datos: la tasa de homicidios de Chicago se ha reducido a la mitad desde los años 90. Aunque la inseguridad sigue siendo una preocupación legítima, la retórica apocalíptica de Trump no se sostiene con evidencia.
La militarización de la política migratoria coincide con un año electoral en el que Trump busca reconstruir una base que se erosionó en 2020. Y los latinos están en el centro de esa batalla.
¿Por qué los latinos están virando hacia Trump?
En 2020, el 35% del voto hispano respaldó a Trump. En 2024, la cifra aumentó a un inquietante 43%. Estados como Florida, Texas y, en menor medida, Nueva Jersey y Arizona vieron un giro notable hacia el bando republicano.
“Trump supo vender el discurso de la escasez: que los inmigrantes están quitando empleos, recursos y aumentando los precios,” explicó Tory Gavito, presidenta de Way to Win.
En paralelismo con ese fenómeno, voces latinas que históricamente apoyaban a los demócratas comienzan a expresar dudas, en parte por el aumento del costo de la vida, la inflación y la percepción de abandono por parte de sus representantes.
La izquierda regresa al terreno y toca puertas
Ante esta desconexión, el progresismo está optando por la estrategia de las bases. No se trata solo de publicidad digital, sino de intensa movilización comunitaria. En Nueva Jersey, por ejemplo, las campañas no solo denuncian las políticas de Trump y del candidato republicano Jack Ciattarelli, sino que también promueven iniciativas locales como la regulación de alquileres.
Un video de campaña muestra una madre latina diciendo: “ICE no solo vino por ellos. Vino por nosotros. Por nuestros hijos. Por nuestros vecinos.”
Nevada y Nueva Jersey: laboratorios del nuevo voto latino
En Nevada, el gobernador Joe Lombardo ha sido blanco de las críticas por vetar leyes que favorecían a inquilinos. Para Leo Murrieta, director de Make the Road Nevada, esa acción demuestra que sigue la línea dura del trumpismo.
“Tenemos que decirle a nuestra gente quién nos respalda y quién nos está apuñalando por la espalda,” afirmó Murrieta.
Los latinos ahora representan el 30% de la población en Nevada. En Nueva Jersey, en ciudades como Passaic, donde más del 70% de los habitantes son de origen hispano, iniciativas progresistas como el límite al alquiler generan apoyo, pero el temor al retorno de Trump es tangible.
Ataques federales en plena guerra cultural
Los operativos como el de Chicago parecen responder a una estrategia más amplia de agitación política. La idea no es solo frenar la migración o enfrentar al crimen, sino construir una narrativa de “orden vs. caos” en la que Trump se presenta como el salvador ante la supuesta anarquía de las ciudades progresistas.
Pero como señalan líderes comunitarios, muchos de los detenidos son trabajadores, padres de familia o refugiados. “No hay bandas de jóvenes venezolanos causando estragos,” dijo LaVonte Stewart, líder de un programa comunitario. “Es solo propaganda para las redes sociales.”
El trauma intergeneracional y el resentimiento socioeconómico
El rechazo hacia los inmigrantes en vecindarios afroamericanos como South Shore no siempre se basa en racismo, sino en experiencias estructurales de abandono. Más de $300 millones se han destinado en Chicago al alojamiento de inmigrantes desde 2022. Mientras, vecinos afroamericanos luchan desde hace décadas con viviendas deterioradas, desempleo y falta de servicios.
“¿Por qué ellos tienen más apoyo que nosotros, que llevamos aquí generaciones?” es una pregunta recurrente. Incluso el pastor Kenneth Phelps, que intentó integrar a los migrantes en su iglesia, recibió rechazo en su propia congregación.
Operaciones que siembran miedo y desconfianza
El problema de fondo no es solo electoral, sino humano. En los días posteriores al operativo en el edificio de South Shore, las puertas de más de 100 apartamentos fueron violentadas, decenas de viviendas quedaron vacías, despedazadas, hechas escombros. Y los residentes —latinos y afroamericanos por igual— vivieron con miedo.
Según el propio Departamento de Seguridad Nacional, más de 1,000 inmigrantes fueron detenidos en Chicago en cuestión de semanas. Algunos eran indocumentados, otros estaban en proceso de regularización. Pero también había ciudadanos estadounidenses detenidos arbitrariamente. Como Tony Wilson, aún con su discapacidad, fue confinado por horas sin explicación.
Barómetro para 2026: lo que se juega en Virginia y Nueva Jersey
Mientras tanto, la figura de Barack Obama regresa para respaldar a las candidatas demócratas Abigail Spanberger en Virginia y Mikie Sherrill en Nueva Jersey. Ambos estados celebran elecciones para gobernador este año, y muchos analistas los consideran termómetros políticos clave para medir lo que podría suceder en las elecciones legislativas de 2026.
Trump ya ha respaldado a sus rivales republicanos, incluida la teniente gobernadora venezolana-estadounidense Winsome Earle-Sears en Virginia, intentando presentarse como aliado natural de los latinos conservadores. Pero ¿cuánto pueden creerle los votantes tras lo visto en South Shore?
Una elección que redefinirá la identidad de EE.UU.
El conflicto entre seguridad nacional y derechos civiles, entre la política de la escasez y el multiculturalismo, marca una nueva etapa electoral para Estados Unidos. Las comunidades latinas y afroamericanas, una vez aliadas naturales en la lucha por la justicia social, ahora parecen enfrentadas por la presión de políticas divisivas.
El desafío progresista es doble: desmontar la narrativa de miedo de Trump mientras reconstruyen puentes entre sectores históricamente vulnerables. La esperanza está, curiosamente, en tocar puertas, escuchar con humildad e invertir en justicia económica y representación.
Porque como lo dijo Michelle Obama, cuyo barrio natal vive hoy este caos: “Hicimos todo lo que debíamos hacer. Aun así, tuvimos que luchar por pertenecer.”