¿Un salón de baile en la Casa Blanca? La remodelación más controversial del mandato de Trump

El presidente impulsa un ambicioso proyecto de $250 millones mientras parte del Ala Este es demolida. ¿Tradición presidencial o megalomanía moderna?

Una renovación histórica... y polémica

En octubre de 2025, comenzaron las obras de demolición parcial del Ala Este de la Casa Blanca en Washington, D.C., con el objetivo de dar paso a un nuevo y lujoso salón de baile impulsado por el expresidente Donald Trump. Este espacio, con un costo estimado de $250 millones, promete ser el más grande jamás construido en el complejo presidencial, con capacidad para 999 personas, cerca del doble de lo que puede albergar el Salón Este (East Room), hasta ahora el espacio más grande para recepciones dentro de la Casa Blanca.

Pero, ¿qué hay detrás de este ambicioso y polémico proyecto? ¿Y cómo se compara con las transformaciones impulsadas por presidentes anteriores?

La historia arquitectónica de la Casa Blanca

Desde que George Washington eligió el emplazamiento en 1791 –aunque nunca llegó a vivir en ella– la Casa Blanca ha atravesado multiples transformaciones. El edificio original fue obra del arquitecto James Hoban y se terminó de construir en 1800. Sin embargo, fue incendiado por el ejército británico en 1814 durante la Guerra de 1812, lo cual forzó su reconstrucción.

James Monroe añadió el South Portico en 1824, y en 1829 Andrew Jackson complementó la estructura con el North Portico. Ya entrado el siglo XX, Theodore Roosevelt lideró grandes reformas en 1902, incluyendo la creación de la imprescindible Ala Oeste. Franklin D. Roosevelt, por su parte, añadió el Ala Este en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, principalmente como una solución de emergencia para proporcionar oficinas adicionales. Durante esta etapa, también se construyó un búnker antiaéreo secreto bajo la estructura.

Trump y el salón de baile de los 999 invitados

Según ha declarado el propio Trump, la motivación detrás de esta nueva construcción es la necesidad de un espacio más amplio para cenas de Estado, galas y eventos oficiales, ya que el actual Salón Este tiene un límite de aproximadamente 200 personas.

El nuevo salón pretende reemplazar la necesidad de instalar carpas externas en el Jardín Sur, algo que Trump ha criticado como "impropio" de la dignidad del cargo. En palabras del mandatario: "Es absurdo tener que montar cenas de Estado bajo carpas cuando vivimos en la residencia oficial más poderosa del mundo".

Pese a que inicialmente se aseguró que no habría demolición, parte de la fachada del Ala Este ya ha sido derribada para ejecutar los trabajos, lo cual generó críticas por no respetar la arquitectura histórica original.

¿Quién paga la fiesta?

Uno de los aspectos más polémicos ha sido el financiamiento del nuevo salón. Trump ha insistido en que ningún dólar del contribuyente será utilizado, afirmando que el proyecto está enteramente financiado por donaciones privadas, incluyendo las suyas. Entre los principales contribuyentes se menciona a YouTube, que aportó $22 millones como parte de un acuerdo tras una demanda lanzada por el propio Trump en 2021.

Sin embargo, el gobierno no ha publicado aún una lista completa de donantes ni la proporción exacta de las contribuciones privadas. En una reciente cena en la Casa Blanca, algunos de estos benefactores privados fueron invitados al Salón Este a modo de agradecimiento, pero no se ha dado más información al respecto.

Arquitectura y estilo: ¿Mar-a-Lago en la Casa Blanca?

Según los renders publicados por el actual equipo de Trump, el futuro salón de baile tendrá un diseño exuberante y decorado en dorado, muy similar al de su famosa propiedad privada en Palm Beach, Mar-a-Lago. Se prevé que tenga ventanas blindadas, una pista de baile central, pasarelas interiores desde el Salón Este y detalles imperiales.

Esto ha llevado a críticos y académicos a preguntarse si el proyecto representa la dignidad institucional de la presidencia o más bien una caprichosa expansión personalista de los gustos del mandatario. “Parece una mezcla entre Versalles y Las Vegas”, dijo en tono irónico el historiador presidencial Michael Beschloss en entrevista con MSNBC.

Controversia legal: sin aval oficial

Las reformas de esta magnitud deben ser aprobadas por la National Capital Planning Commission (NCPC), la cual supervisa intervenciones arquitectónicas en la región de la capital. Sin embargo, Trump ha colocado allí a un aliado suyo, Will Scharf, quien ha eludido esas obligaciones al afirmar que solo las reconstrucciones, y no las demoliciones, requieren revisión formal.

Esto ha generado protestas. Organizaciones como la White House Historical Association y el National Trust for Historic Preservation han expresado su preocupación por la destrucción de patrimonio histórico sin revisión adecuada.

La función social del Ala Este: de Eleanor Roosevelt a Kamala Harris

Tradicionalmente, el Ala Este ha sido el dominio de la primera dama. Desde Eleanor Roosevelt hasta Michelle Obama, esta zona ha albergado oficinas de política social, educación, salud e iniciativas culturales. Familiar para millones que la visitan durante la temporada navideña debido a su espectacular decoración, también ha sido escenario de reuniones diplomáticas y ceremonias importantes, como el juramento de Janet Yellen como secretaria del Tesoro en 2021.

La demolición parcial ha suscitado preguntas sobre el futuro laboral y simbólico del rol de la primera dama. Aunque se asegura que se construirá una zona moderna adyacente al nuevo salón de baile para sus comunicaciones y apoyo logístico, el hecho de que este espacio esté siendo arrasado por intereses decorativos no deja de incomodar a los observadores institucionales.

¿Una tradición de reformas presidenciales?

Los defensores del proyecto argumentan que Trump simplemente se inscribe en una larga tradición presidencial. Ciertamente, reformas como la del balcón de Truman en los años 40 o la conversión de la piscina cubierta de Nixon en sala de prensa también generaron polémica pero con el tiempo fueron aceptadas.

No obstante, hay un matiz sustancial: mientras aquellas decisiones respondían a necesidades institucionales u operativas, el salón de baile responde principalmente a una visión estética y ceremonial impulsada por el propio mandatario.

Calendario ambicioso: ¿estará listo en 2029?

La actual administración de Trump asegura que el salón de baile estará terminado antes de que finalice su segundo mandato en enero de 2029. Considerando que requiere una ingeniería compleja, además de retrabajos sobre infraestructura existente, no faltan los escépticos.

Algunos observadores advierten que los plazos podrían ser incumplidos o que el costo final escale por encima de lo previsto, como ocurrió en otras megaobras presidenciales anteriores.

¿Riqueza o república?

Uno de los grandes dilemas que plantea este proyecto es si marca un giro cultural sobre el sentido simbólico de la Casa Blanca. En teoría, el complejo presidencial representa los valores republicanos de sobriedad, funcionalidad y apertura democrática. Para muchos, este suntuoso salón de baile parece más alineado con una lógica de corte monárquico o de plutocracia, no con una república moderna.

Y no es menor que esta ambiciosa expansión se esté ejecutando en un contexto político tenso, en el que se discuten límites del poder presidencial, ética institucional y los usos del patrimonio público para fines privados.

¿Qué opina el público?

Las reacciones han sido mixtas. Mientras muchos simpatizantes de Trump elogian la reforma como una forma de proyectar poder y grandeza, encuestas recientes sugieren que más del 60% de los estadounidenses desaprueban el uso del predio presidencial para fines estéticos personales (fuente: Pew Research, octubre 2025).

En paralelo, diversos colectivos han lanzado campañas de presión para detener las obras, entre ellos el American Institute of Architects y grupos cívicos como Preserve The People's House, quienes han pedido considerar otras alternativas menos invasivas.

¿Será finalmente recordado este salón como un templo de diplomacia y gala, o como una manifestación de vanidad presidencial? Con la historia aún escribiéndose, solo el tiempo lo dirá.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press