El oscuro legado de John Smyth: abuso, encubrimiento y el lento despertar de justicia en la Iglesia Anglicana
Treinta años después de una cadena de abusos encubiertos que comenzaron en el Reino Unido y terminaron con muertes en Zimbabue, las víctimas piden justicia y transparencia
Una tragedia silenciada durante décadas
En 1992, el cuerpo sin vida de Guide Nyachuru, un prometedor adolescente de 16 años, fue encontrado flotando en una piscina durante un campamento cristiano en Zimbabue. Aquel trágico suceso marcó el inicio visible de una historia mucho más oscura, aunque ya en curso desde hace tiempo: una red de abuso sistemático organizado por el abogado británico y predicador laico John Smyth.
Lo que se conoció años después como uno de los escándalos más vergonzosos para la Iglesia de Inglaterra, no solo le costó su credibilidad institucional, sino que desató batallas legales, renuncias de altos cargos, y lo más importante: trajo al centro la lucha de decenas de víctimas, muchas de ellas de Zimbabue y Sudáfrica, que por años fueron ignoradas.
Una figura influyente envuelta en abuso
John Smyth era un abogado respetado, miembro del entorno cristiano evangélico en el Reino Unido, y vinculado a círculos de la élite académica y religiosa. Desde las décadas de 1970 y 1980 organizaba campamentos de liderazgo cristiano para jóvenes, a menudo adolescentes provenientes de colegios prestigiosos como Winchester College. Pero detrás de esta fachada espiritual, Smyth escondía una de las caras más perversas del abuso clerical.
Según los informes, utilizaba los campamentos para someter física, psicológica y sexualmente a los menores. Era una figura manipuladora y calculadora que disfrazaba sus actos de violencia bajo la excusa de disciplina espiritual.
El encubrimiento que cruzó fronteras
En 1982, el vicario Mark Ruston, de la parroquia St. Andrew the Great en Cambridge, redactó un informe demoledor luego de entrevistar a varias víctimas. Describía golpizas que dejaban las nalgas "magulladas y marcadas durante meses", baños nocturnos en aguas heladas forzando a los niños a estar desnudos, y "actividad sexual masoquista suprimida". Ruston concluyó que los hechos eran criminales. Pero no alertó a la policía.
En lugar de enfrentar a la ley, Smyth fue enviado a Zimbabue en 1984, donde continuó trabajando con niños en campamentos idénticos a los del Reino Unido. Para muchas víctimas, esto fue una deportación del problema en lugar de una solución.
La muerte de Guide Nyachuru: ¿homicidio culposo ignorado?
Guide, talentoso y con sueños de convertirse en ingeniero aeronáutico, había sido elegido como el próximo líder estudiantil en su escuela. Pero nunca regresó del campamento. Su cuerpo fue hallado sin ropa, flotando en una piscina. Smyth presidió su funeral y no hubo justicia inmediata.
La familia Nyachuru, y en especial su hermana Edith, ha llevado durante más de tres décadas el dolor de no saber cómo murió exactamente. “Lo más doloroso es que no sabemos qué tipo de dolor sufrió”, confiesa Edith. La Iglesia de Inglaterra no emitió ninguna acción concreta en aquel entonces, a pesar de tener conocimiento previo del comportamiento de Smyth.
Smyth en África: violencia ante la impunidad
En Zimbabue, padres preocupados se acercaron al abogado y activista David Coltart, quien elaboró un informe en 1993 con descripciones estremecedoras:
- Niños obligados a dormir sin ropa interior.
- Baños nocturnos forzados, desnudos.
- Smyth dirigiendo oraciones completamente desnudo.
- Fotografías de niños desnudos “de hombros arriba” para supuestos fines publicitarios.
En lugar de ser detenido, Smyth simplemente volvió a cambiar de país y se trasladó a Sudáfrica, donde continuó predicando hasta su muerte en 2018, sin enfrentar condena judicial.
Renuncias y promesas tras el escándalo
La presión aumentó sobre la Iglesia de Inglaterra cuando, en 2023, un informe independiente reveló lo que muchas víctimas denunciaban: la institución permitió que Smyth operara “fuera de la vista y de la mente”. En noviembre de 2024, el entonces Arzobispo de Canterbury, Justin Welby —quien como joven había trabajado en un campamento dirigido por Smyth— renunció luego de admitir que conocía las acusaciones desde 2013, pero no las reportó de inmediato a la policía.
Welby incluso escribió una carta de disculpa a Edith. Pero para los sobrevivientes y sus familias, esas palabras no bastan. Quieren una disculpa pública institucional, reparación económica y acceso a todos los archivos relacionados con Smyth que la iglesia aún mantiene bajo custodia.
Un caso judicial pendiente y una esperanza renovada
En enero de 2025, la nueva Arzobispo de Canterbury, Sarah Mullally —primera mujer en ocupar ese cargo— asumirá su liderazgo con grandes desafíos. Con formación en enfermería y una trayectoria centrada en la compasión, Mullally ha prometido que la iglesia se transformará en una institución que no solo prevenga abusos, sino que actúe de manera adecuada ante ellos.
“Como mujer y madre, tú sabes lo que estamos pasando”, le dijo Edith simbólicamente. “Por favor, investiga este caso con urgencia. Necesitamos cerrar esta herida.”
El bufete de abogados Leigh Day, quien representa a Edith y otros seis hombres de Zimbabue sobrevivientes de los abusos, ha iniciado una demanda civil en el Reino Unido por negligencia institucional contra la Iglesia de Inglaterra.
“La iglesia tuvo múltiples oportunidades de detener a Smyth. En cambio, eligió proteger su reputación”, denunció la abogada Rebekah Read. “Esperamos que el cambio de liderazgo marque un renovado compromiso con la transparencia, responsabilidad y justicia.”
El impacto generacional del silencio
Para la familia Nyachuru, el recuerdo de Guide es hoy casi intangible. Una fotografía antigua permanece en su hogar en Zimbabue, y cada año en el aniversario de su muerte, colocan flores y velan su tumba en silencio. En su cumpleaños, organizan una pequeña reunión familiar como manera de mantener viva su memoria.
Pero lo que más duele es la ausencia de respuestas. “¿Por qué un abusador con antecedentes de violencia fue permitido actuar con impunidad en otro país?”, se preguntan muchos. Y sobre todo: ¿por qué el sistema eclesiástico, cuyos jerarcas hablamos de moral y salvación, prefirió archivar informes en lugar de actuar?
El despertar de una iglesia dormida
Casos como el de Smyth no son aislados. Reflejan un patrón sistémico en el que las instituciones religiosas —con mucho poder cultural y legal— tardan décadas en escuchar a las víctimas. El escándalo de la Iglesia de Inglaterra se une a una larga lista de denuncias dentro del cristianismo liderado por hombres, donde por años se otorgó más importancia al prestigio que a la protección.
La esperanza ahora está puesta en el presente y futuro liderazgo. ¿Podrá Sarah Mullally transformar una iglesia herida en una institución que priorice la justicia y la verdad? ¿Podrá el sistema legal del Reino Unido ofrecer reparación real a las víctimas de Zimbabue?
Para Edith y otros tantos, ya basta de tiempo perdido. La justicia, por lenta que sea, aún puede llegar.