El show de fuerza en Chicago: ¿seguridad nacional o espectáculo político?

La redada en South Shore reaviva el debate sobre la militarización de la inmigración y el uso político de las fuerzas del orden

Un operativo de película en la vida real

La madrugada del 30 de septiembre, los residentes del 7500 South Shore Drive en Chicago vivieron una escena que parecía extraída de una película de guerra o una serie de Netflix. Agentes federales fuertemente armados irrumpieron en el edificio desde la planta baja, al mismo tiempo que otros descendían en rappel desde un helicóptero Black Hawk. El objetivo declarado: desmantelar una célula del violento Tren de Aragua, una red criminal venezolana con presencia creciente en América Latina.

El resultado: 27 inmigrantes arrestados, pero solo dos identificados como miembros de dicha banda. En el proceso, ciudadanos estadounidenses fueron detenidos, amarrados con bridas y retenidos durante horas. ¿Estamos ante una legítima acción para proteger a la comunidad o frente a una estrategia de teatro militar para reforzar una narrativa política específica?

“Operación Midway Blitz”: ¿Blitz o blitzkrieg?

La redada forma parte de la llamada “Operación Midway Blitz”, iniciada en septiembre por funcionarios migratorios bajo la administración Trump. Se ha fortalecido en semanas recientes con más patrullajes de agentes encapuchados, detenciones de ciudadanos y migrantes con estatus legal, y episodios de violencia incluida una muerte y el disparo a un pastor que protestaba pacíficamente.

Para el 8 de octubre, según datos oficiales, más de 1.000 inmigrantes habían sido arrestados en el área de Chicago. La operación se presenta como una ofensiva contra el crimen organizado extranjero, pero sus efectos están minando la confianza ciudadana y exacerbando el miedo entre las comunidades latinas y afroamericanas.

La narrativa oficial vs. la realidad en el terreno

La Casa Blanca sostiene que Chicago sufre una ola incontrolable de inmigración ilegal y que bandas extranjeras, como la venezolana, están operando libremente. Esta visión justifica, según ellos, la intervención de fuerzas radicalizadas para “proteger instalaciones gubernamentales” y “restablecer el orden”.

No obstante, las estadísticas pintan un cuadro distinto. Desde los años 90, la tasa de homicidios se ha reducido a la mitad en Chicago. Aunque la criminalidad sigue presente, tanto líderes comunitarios como funcionarios locales cuestionan la necesidad de un despliegue militar tan agresivo.

El alcalde Brandon Johnson calificó el operativo como una actuación de “un grupo de individuos enmascarados, armados y fuera de control”. Dotó su discurso de una gravedad que hace apenas semanas habría parecido retórica exagerada. “La administración Trump está intentando desestabilizar nuestra ciudad y generar caos político”, afirmó tras la redada.

Ciudadanos comunes atrapados en el fuego cruzado

Para Tony Wilson, residente del tercer piso, la experiencia fue traumática. Nacido y criado en el South Side de Chicago, fue sacado de su apartamento a la fuerza, con su puerta destruida por un esmeril, y retenido más de dos horas antes de ser liberado. “Nos trataban como si fuéramos enemigos del Estado”, dijo Wilson. Desde entonces, apenas ha salido de casa, con su puerta aún sin cerrar adecuadamente.

Y no es el único. Al menos media docena de ciudadanos estadounidenses fueron esposados con bridas, detenidos sin cargos y liberados sin explicación. La redada no solo afectó a supuestos criminales, sino a familias enteras, con niños testigos de una violencia institucional que cuesta olvidar.

El espectáculo mediático: ¿realidad o campaña?

Apenas 48 horas después del operativo, el Departamento de Seguridad Nacional publicó un video editado del asalto, con tomas dramatizadas, música de fondo y planos que exaltaban la acción militar. El clip acumuló más de 6.4 millones de vistas en redes sociales.

LaVonte Stewart, líder comunitario del South Shore, lo resumió con crudeza: “Armaron una puesta en escena militar para su reality show”. En su opinión, no existe el supuesto ejército de pandilleros venezolanos que justifique semejante despliegue. Otros críticos coinciden: se trata de una herramienta de propaganda para reforzar la imagen de ‘mano dura’ de Trump de cara a posibles contiendas electorales.

¿Quién manda realmente en Chicago?

Algunos expertos ven en estas acciones un abatimiento institucional del liderazgo local. El gobernador de Illinois, JB Pritzker, y el alcalde Johnson, críticos abiertos del trumpismo, han sido blanco constante de críticas federales. Con una redada de alto impacto como esta, era casi inevitable que su autoridad fuese socavada.

De hecho, los incidentes han provocado incluso debates judiciales, como la reciente orden de un juez que bloqueó temporalmente el despliegue de la Guardia Nacional en Illinois por dos semanas, lo que alimenta aún más la sospecha de tensiones entre niveles de gobierno.

Una historia repetida: el uso político de la inmigración

La estrategia de usar la inmigración como baluarte político no es nueva. En 2020, previo a las elecciones, la administración Trump implementó la Operación Legend—también con redadas federales intensas en ciudades demócratas como Portland, Kansas City y hasta Chicago. El patrón es claro: generar miedo, mostrar poder y movilizar a una base electoral bajo una narrativa de “ley y orden”.

Rhonda Powell, profesora de ciencias políticas en la Universidad de Northwestern, opina que “la militarización de la inmigración es una extensión contemporánea de las guerras culturales. No se trata de si hay o no crimen, sino de quién tiene autoridad para definirlo, y cómo se impone esa definición”.

Las consecuencias invisibles

Más allá de los detenidos, lo que no aparece en las cifras es el daño psicológico a comunidades ya vulnerables. Madres que no saben si sus hijos están seguros. Niños que ahora asocian helicópteros con miedo. Inquilinos legales que viven con el temor de ser confundidos o detenidos arbitrariamente.

Y también está el costo económico para los propietarios y la ciudad. El edificio de South Shore sufrió daños millonarios: puertas violentadas, ventanas rotas, ascensores averiados. ¿Quién paga la cuenta de una operación así cuando no se presentan pruebas públicas de que la mayoría de los detenidos eran una amenaza real?

¿Siguiente parada?

Chicago parece ser apenas un laboratorio para una estrategia nacional de show de fuerza migratoria. La pregunta es: ¿seguirá el país aceptando estas tácticas como parte de la política migratoria legítima? Las líneas entre la seguridad, la intimidación y el marketing político se están volviendo cada vez más difusas. Y en medio de todo, los más afectados siguen siendo los ciudadanos comunes… y su derecho a vivir sin miedo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press