Los Blue Jays y la reconquista del béisbol: cuando una nación encuentra esperanza en su único equipo de Grandes Ligas
Una mirada apasionada a cómo la improbable carrera por la Serie Mundial de los Toronto Blue Jays encendió el nacionalismo canadiense en medio de tensiones políticas con Estados Unidos
Una remontada que une a un país
Con una estampa que parecía sacada de un guion de película, los Toronto Blue Jays no solo se ganaron su lugar en la Serie Mundial del 2025, sino que despertaron una ola de patriotismo y orgullo nacional sin precedentes entre los canadienses. En un momento clave de la historia política y económica de Canadá, el béisbol —el llamado "pasatiempo americano"— se ha convertido en un símbolo de resistencia cultural y de reafirmación de identidad para sus vecinos del norte.
Durante el Juego 7 de la Serie de Campeonato de la Liga Americana, cuando George Springer conectó un jonrón de tres carreras en la séptima entrada para sellar la victoria 4-3 ante los Seattle Mariners, todo el país vibró al unísono. Fanáticos llorando en las gradas, ciudadanos siguiendo el momento en otras ciudades como Calgary, y hasta políticos usando la victoria como argumento patriótico, convirtieron ese instante en algo más grande que un simple triunfo deportivo.
Un equipo, un país
Mientras en la NHL las ciudades canadienses cuentan con representación en varias partes del país, en las Grandes Ligas de Béisbol (MLB) solo hay un equipo canadiense: los Toronto Blue Jays. Esto ha convertido al equipo no solo en un símbolo de Toronto sino de toda una nación de 41 millones de personas. Tal como lo expresó John Schneider, el mánager estadounidense del equipo, ahora “más canadiense que americano”, dirigir un equipo que representa un país entero con cada pitcheo es una carga emocionante y llena de sentido.
“Me encanta beber cerveza, me encanta el café de Tim Horton’s, ya soy uno de ellos”, dijo Schneider entre risas y orgullo, subrayando el nivel de conexión que ha desarrollado con la gente y la cultura canadiense.
Baseball, nacionalismo y política
Este viaje hacia la gloria se da en un contexto de relaciones tensas entre Canadá y Estados Unidos. Según el primer ministro Mark Carney, las recientes declaraciones del presidente estadounidense sobre convertir a Canadá en el "51.º estado" han sido profundamente ofensivas para muchos ciudadanos. Las tensiones comerciales han contribuido al deterioro de esta relación, con aranceles estadounidenses en bienes canadienses y una caída del 23% en los cruces fronterizos.
La respuesta del pueblo canadiense ha venido no solo en forma de protesta cultural sino también en un boicot informal hacia productos estadounidenses. En este panorama, los triunfos de los Blue Jays adquieren una carga política y simbólica: vencer a equipos estadounidenses es también una forma de mostrar resistencia e independencia cultural. Como dijo el fan Geoffrey Fulton: “Nadie quiere ser el 51.º estado. Vamos a demostrarle a América que podemos ganarles en su propio juego”.
32 años de espera
La última vez que los Blue Jays pisaron la Serie Mundial fue en 1993, coronando su segundo campeonato consecutivo tras el título logrado en 1992. En aquella serie, curiosamente, también hubo una controversia política cuando los Marines de EE.UU. izaron la bandera canadiense al revés durante el juego en Atlanta. Pero el momento actual es mucho más explícitamente político, con ambas administraciones enfrentadas y el nacionalismo canadiense en aumento.
Una afición apasionada y resiliente
Los ejemplos de pasión desatada por el equipo no faltan. Michael Angeletti, un fanático originario de Toronto, capturó el jonrón histórico de Springer con sus propias manos. “Le estaba escribiendo a mi primo que me dejara tranquilo porque iba a atrapar un jonrón. Solté el teléfono... y lo atrapé”, relató entre carcajadas.
Más de 44 mil fanáticos estuvieron presentes en el Rogers Centre esa noche mágica, pero Angeletti supo capturar en un solo movimiento el sentimiento colectivo de todo un país: “Quería sentir algo real. Estaba cansado del sofá, del celular. Quería vivir algo épico. Y lo viví”.
Incluso ciudadanos que no están particularmente ligados al deporte se han unido a la ola. En bares, plazas públicas y en horarios laborales, se han reportado niveles récord de consumo televisivo del béisbol en Canadá. Según Sportsnet, la audiencia para la serie contra Seattle fue un 37% más alta que cualquier otra serie de playoffs en la historia de la franquicia.
De la adversidad al protagonismo
La historia de los Blue Jays es también una narrativa de resurgimiento. A pesar del escepticismo de inicios de temporada, del cuestionado rendimiento de varios de sus lanzadores y de los altibajos del equipo, lograron dejar en el camino a franquicias históricas como los Yankees y los Mariners.
“Nadie nos daba por favoritos. Pero aquí estamos. No importa lo que diga nadie del sur. Esto es por nosotros y para nosotros”, enfatizó Braeden McNeil, otro fan devoto con lágrimas en los ojos tras la remontada en el séptimo inning.
Los Blue Jays cuentan con jugadores destacados como Vladimir Guerrero Jr., hijo de la leyenda dominicana homónima; Boe Bichette; y por supuesto, George Springer, uno de los artífices clave de esta proeza. Springer, nacido en Connecticut, declaró sentirse "feliz por nuestro país" tras el triunfo, subiéndose a la ola de orgullo nacional de sus compañeros y fanáticos.
Un acto de fe nacional
La travesía de los Toronto Blue Jays no solo los ha llevado a la Serie Mundial contra los Dodgers de Los Ángeles; les ha permitido representar algo más profundo: la afirmación de una nación de su propia identidad frente al poder avasallador de su vecino del sur. Como lo resumió el primer ministro Carney en su conversación con Trump: “Estamos viniendo con todo para la Serie Mundial, señor presidente”.
Cada lanzamiento, batazo y carrera ahora lleva consigo el peso de una nación que busca reunificarse en torno a algo que los haga sentir unidos, orgullosos y, por fin, protagonistas. Tal vez el béisbol sea el pasatiempo de América, pero por ahora, en estos días inolvidables de octubre, también le pertenece a Canadá.