Protestas con humor: las manifestaciones con disfraces inflables que desafían al poder
De ranas gigantes a unicornios: cómo los manifestantes en EE.UU. y Europa están usando lo absurdo como herramienta política
Una nueva forma de resistencia
Las protestas han sido, históricamente, escenarios de confrontación, rabia e indignación. Pero en los últimos meses, una tendencia distinta ha emergido desde las calles de Portland, Oregón, propagándose a ciudades como Washington, Los Ángeles, San Francisco, y hasta Londres. Lo que comenzó con una rana inflable ha evolucionado en un espectáculo multicolor de disfraces gigantescos: dinosaurios, axolotes, plátanos, unicornios. Manifestantes disfrazados marchan, bailan y ondean banderas en lo que llaman la manifestación "No Kings".
Origen: Portland y la rana inflable
Todo comenzó cuando un manifestante apareció en una protesta nocturna en Portland vistiendo un disfraz inflable de rana. Era una forma inesperada de atraer atención, pero también de desescalar tensiones. En vez de batallas campales con gases lacrimógenos y barricadas, las protestas adquirieron un tono festivo. En poco tiempo, todos querían sumarse a la parodia: secciones enteras de las protestas se convirtieron en carnavales visuales.
Absurdismo como arma política
Más allá del colorido y lo cómico, hay estrategia. El uso de disfraces inflables es una forma de teatro político. A través del humor absurdo, los manifestantes denuncian lo que consideran una deriva autoritaria del gobierno del expresidente Donald Trump. Bajo esa figura, surge el lema “No Kings” (sin reyes), un recordatorio de que ninguna figura política debería acumular poder absoluto en una república.
El historiador Paul Stoddard, experto en movimientos sociales, lo explica así:
“Los trajes llamativos permiten una protesta desarmada que se vuelve viral en redes sociales. Son escudos simbólicos y focos mediáticos. Ridiculizar al poder desde lo ridículo es más potente de lo que parece.”
Una respuesta a las restricciones y la represión
Los disfraces no solo entretienen: también protegen. En ciudades como Portland o Seattle, las protestas contra políticas del ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas) y otras agencias federales, han recibido respuestas severas. En ese contexto, los atuendos inflables ayudan a mitigar el foco represivo, a veces evitando la criminalización inmediata que puede surgir de una protesta más “convencional”.
Del absurdo estadounidense a la indignación griega
En otro extremo del mundo, en Atenas, Grecia, las manifestaciones recientes han tomado otro matiz. En medio del dolor nacional tras el trágico choque ferroviario en Tempi en febrero de 2023, que dejó 57 muertos (en su mayoría estudiantes), los familiares de las víctimas se reunieron delante de uno de los monumentos más simbólicos del país: la Tumba del Soldado Desconocido.
Ahora, el gobierno conservador griego busca prohibir protestas en ese lugar emblemático. La propuesta legal amenaza con penas de hasta un año de prisión para quien altere esa área en conmemoraciones o protestas—una medida que la oposición denuncia como 'represiva' y 'anticonstitucional'.
Un duelo por los trenes y una huelga de hambre
Frente a la tumba, los manifestantes no llevan disfraces inflables, sino pancartas manchadas con nombres escritos en pintura roja. Uno de ellos, Panos Ruci, quien perdió a su hijo de 22 años, Denis, realizó una huelga de hambre de 23 días para exigir la exhumación del cuerpo y la realización de pruebas toxicológicas y de ADN. Su pedido fue finalmente autorizado en octubre.
Su abogado, Zoe Konstantopoulou, parlamentaria y líder de un pequeño partido de izquierda, acusó al gobierno de intentar silenciar el dolor de las víctimas: “Quieren tapar la sangre con flores de plástico”, afirmó durante un encendido debate parlamentario.
Del carnaval político al duelo nacional
Estas dos protestas, tan distintas en forma pero hermanadas en fondo, muestran el abanico global de la contestación ciudadana. Mientras en EE.UU. se satiriza al poder usando pelucas de dinosaurio, en Atenas se lo enfrenta con lágrimas, velas y memorias personales.
Ambos casos reflejan un hartazgo con formas políticas que parecen oscilar entre la indiferencia y la represión. En palabras del analista político griego Dimitris Andrianopoulos:
“Cuando los gobiernos dejan de escuchar, la calle inventa nuevas formas para ser escuchada. Ya sea una rana inflable en Washington o un acto de duelo ante una tumba, todos ellos son gritos ante el olvido.”
Opiniones divididas
Por supuesto, estas formas de protesta también son objeto de polémica. Los detractores de los trajes inflables alegan que trivializan problemas serios como la inmigración, la brutalidad policial o la concentración del poder. Para algunos legisladores republicanos estadounidenses, estas manifestaciones son simplemente “odiosas” hacia el país. En contraste, los defensores argumentan que la sátira es una válvula saludable en tiempos de tensión y un canal legitimado por la libertad de expresión.
En Grecia, los defensores del gobierno sostienen que la Tumba del Soldado Desconocido es un monumento sagrado, no un lugar para confrontaciones políticas. “El objetivo no es dividir”, dijo el portavoz gubernamental Pavlos Marinakis, “sino reforzar el respeto por el monumento”. Pero el momento elegido para la propuesta, inmediatamente después de las acciones de familiares de víctimas, ha sido interpretado por la oposición como un intento claro de silenciarlos.
Una imagen, mil palabras
Las fotografías que han circulado en medios y redes sociales dicen mucho. En una, un manifestante en Los Ángeles ondea la bandera estadounidense mientras viste un disfraz de rana inflable. En otra, un grupo de personas disfrazadas frente a la sede de ICE en Illinois mezcla la crítica al sistema migratorio con un desfile carnavalesco.
Y en el extremo opuesto, un padre griego observa en silencio la pequeña plaza ante el Parlamento, rodeada de velas, carteles y recuerdos, exigiendo justicia por un hijo que ya no está.
La protesta como arte, la resistencia como duelo
Protestar nunca ha sido solo gritar “no”. También es una declaración estética, emocional y política. Es decir que sí a nuevas formas de interpelar el poder. Hoy, los manifestantes ya no solo bloquean calles: ahora ponen en juego creatividad, memoria, espectáculo, y dolor.
Desde el humor que desnuda estructuras autoritarias hasta la dignidad del silencio en una huelga de hambre, el mundo ve una ciudadanía que se reinventa. Y que, a pesar de represiones, reformas o prohibiciones, sigue encontrando cómo hacerse escuchar.