Ucrania a oscuras: supervivencia, resistencia y nuevos blancos de guerra
Rusia cambia de estrategia y lanza una ofensiva energética más precisa y brutal, afectando gravemente núcleos civiles como Shostka, mientras la población se prepara para otro invierno sin electricidad
Una guerra que apaga vidas, literalmente
Ucrania enfrenta nuevamente un invierno marcado por la oscuridad. En Shostka, una pequeña ciudad a escasos 50 kilómetros de la línea del frente en la región de Sumy, el silencio habitual ha sido reemplazado por el gruñido constante de generadores. Rusia ha renovado su ofensiva energética, pero esta vez con una técnica más sofisticada: ataques más focalizados y con mayor carga destructiva contra regiones específicas, particularmente en el noreste del país.
Millones de hogares enfrentan apagones prolongados, interrumpiendo no sólo la comodidad cotidiana, sino también servicios vitales como hospitales y clínicas. La situación es crítica para personas con enfermedades crónicas como Zinaida Kot, de 40 años, cuya vida depende de una máquina de diálisis eléctrica. “Si no tengo tratamiento, muero”, dice desde su cama de hospital, mientras su máquina se alimenta de un generador que el personal no considera fiable.
Shostka: símbolo de la resistencia civil
Con cerca de 72.000 habitantes antes de la guerra, Shostka ha sido una de las localidades más golpeadas por los bombardeos recientes. Tras un ataque a comienzos de octubre que dejó sin electricidad, agua y gas a la ciudad, la infraestructura urbana funciona ahora con horarios restringidos y provisionales. El alcalde Mykola Noha advirtió: “Arreglamos algo y lo vuelven a destruir. Vivimos en un ciclo constante de reconstrucción.”
Las “puntos de invencibilidad” —centros comunitarios alimentados por generadores— se han convertido en refugios de energía y calor, donde los vecinos pueden cargar dispositivos, calentar alimentos o recostarse en camas improvisadas. En el hospital local, el personal ha tenido que recurrir a métodos alternativos para garantizar la supervivencia. Un horno de leña construido en 2022 aún sirve para alimentar a más de 180 pacientes diariamente, una muestra de improvisación y resiliencia.
El hospital consume medio tonelada de combustible diario sólo para mantener los generadores en marcha. Esto cuesta aproximadamente 250.000 hryvnias semanales (6.000 dólares), casi el mismo monto que la factura habitual de electricidad de todo un mes.
El nuevo rostro de la ofensiva energética rusa
Durante el invierno de 2022-2023, Moscú desplegó oleadas generalizadas de misiles y drones sobre toda la red energética del país. Sin embargo, esa estrategia resultó en parte ineficiente debido a la rápida capacidad de respuesta ucraniana. Este año, según el director del Centro de Investigación Energética, Oleksandr Kharchenko, Rusia ha evolucionado. El plan ahora se centra en regiones vulnerables y próximas al frente, como Chernihiv, Sumy y Poltava.
Los ataques son quirúrgicos pero abrumadores: se lanzan oleadas de drones Shahed, algunos equipados con cámaras, contra defensas concretas, superándolas por número. “Este año han triplicado el volumen de ataques. Lanzan seis drones por cada punto de defensa antiaérea y otros 10 directamente al blanco”, explica Kharchenko.
El resultado es una destrucción más efectiva y una vulnerabilidad extendida. Las cuadrillas eléctricas intentan reparar lo destruido bajo bombardeos intermitentes, conscientes de ser blancos. “No hay otra opción. ¿Quién más lo haría si no nosotros?”, afirma Bohdan Bilous, técnico eléctrico.
La cotidianidad entre bombas y oscuridad
En Chernihiv, los trabajadores energéticos ya consideran la subestación local como una suerte de museo de destrucción bélica. Allí, junto a huertos de col mantenidos por ancianas estoicas, se alzan estructuras gravemente dañadas. El pasado 4 de octubre, un ataque dejó un orificio preciso en el techo de una instalación, lo que dañó severamente un transformador.
A pesar de estar a mitad de capacidad, la estación sigue funcionando. El ambiente es sombrío: frío, oscuro y tenso. Cada vez que una sirena suena, los trabajadores deben interrumpir sus labores y buscar refugio. El director adjunto de Chernihivoblenergo, Serhii Pereverza, sentencia: “Este es uno de los años más difíciles que hemos enfrentado”.
Una estrategia de guerra sin cuartel
El objetivo final de los ataques rusos parece ser castigar al pueblo ucraniano a través del colapso económico y social que implica interrumpir la energía. Y lo hace con tecnología de precisión e inteligencia táctica. Las unidades de reparación enfrentan desafíos casi insalvables: muchas veces no hay fuentes de energía de las que extraer corriente, ni medios de distribuirla.
La vocera de la eléctrica regional en Sumy, Svitlana Kalysh, visualiza la magnitud del problema: “No hay fuente, no hay red de transmisión, no hay capacidad de distribución. Es un caos técnico progresivo”.
Los civiles, a su manera, combinan acciones de guerrilla doméstica con medidas de supervivencia. En Shostka, familias almacenan botellas de agua, paneles solares alternativos, dispositivos de carga portátiles y cocinan sobre fogatas improvisadas en patios o calles.
El precio silencioso del heroísmo cotidiano
El caso de Zinaida Kot es tan solo uno entre miles. Ha recibido diálisis durante siete años, y ahora cruza los dedos cada vez que una luz parpadea. “El generador ya falló una vez. Una de las ocho máquinas se quemó. Nadie sabe si sobreviviremos al próximo corte.”
Mientras, el gobierno busca opciones de contingencia —mayor importación de generadores, uso de energías alternativas como biogás y fuentes hidroeléctricas—, pero la calle manda otra señal: la guerra ha convertido en héroes a quienes simplemente sobreviven el día.
Los informes de inteligencia ucraniana indican que Rusia ha incrementado su capacidad de producción de drones y municiones de precisión, probablemente con apoyo de aliados como Irán. Esto implica que la ofensiva energética no dará tregua en los próximos meses, cuando las temperaturas desciendan y la necesidad de electricidad sea aún mayor.
“Nos estamos fortaleciendo donde podemos. Pero esta guerra no sólo se libra con balas: se combate en las sombras, en forma de apagones, en forma de frío”, reflexiona Kharchenko.
Desde techos improvisados hasta salas hospitalarias tenuemente iluminadas, la resistencia energética ucraniana es tan épica como su arquetipo militar. Pero el precio diario lo pagan los más vulnerables: ancianos, enfermos, niños.
Y mientras los generadores rugen bajo hojas caídas y cielos grises, queda claro que esta guerra se decidirá tanto en los campos de batalla como en las estaciones eléctricas urbanas.