‘Bugonia’: La sátira más oscura (y real) de Yorgos Lanthimos llega para estremecer a la audiencia
Emma Stone lucha por su humanidad (y su cabeza) en este atrevido thriller que mezcla conspiraciones, colmenas y críticas al capitalismo moderno
Un regreso escalofriantemente realista
Yorgos Lanthimos, el director griego responsable de obras como The Lobster, The Favourite y Dogtooth, regresa con “Bugonia”, una película que, a diferencia de sus trabajos más alegóricos y surrealistas, parece más enraizada en nuestro tiempo que nunca. Si su filmografía previa se había caracterizado por su inquietante terror existencial, esta vez decide apuntar con precisión quirúrgica a los males del presente, hilando un relato claustrofóbico, oscuro pero extrañamente divertido.
La trama: abejas, alienígenas y farmacéuticas
Teddy, interpretado de forma magistral por Jesse Plemons, es un ermitaño obsesionado con teorías conspirativas, las abejas y las élites corporativas. Junto a su primo Donny (el prometedor Aidan Delbis), secuestran a Michelle (Emma Stone), quien según ellos es una alienígena infiltrada en la Tierra, disfrazada de exitosa CEO farmacéutica. El escenario se centra entonces en el sótano de la casa de Teddy, y la película se convierte en una especie de cámara de tortura ideológica donde se enfrentan delirios paranoides y verdades incómodas sobre el sistema capitalista.
¿Suena inverosímil? Lo es. Pero también resulta intensamente familiar. En tiempos donde el colapso de las colonias de abejas, el escándalo de los opioides y la desinformación digital están en auge, Lanthimos consigue transformar una trama absurda en un espejo devastador de nuestras contradicciones.
Las actuaciones: un duelo actoral envenenado
Emma Stone, ganadora del Oscar por La La Land y colaboradora habitual de Lanthimos, encarna a Michelle con una frialdad corporativa cuidadosamente matizada. Sus interacciones con Teddy son el corazón de la película: una batalla de ideas, valores y traumas. Mientras ella defiende su papel como mujer poderosa en un sistema despiadado, él lanza acusaciones paranoides vestidas con razonamientos ecológicos y filosóficos.
“Hay código andromedano en tu Instagram”, le espeta Teddy en uno de los momentos más hilarantes y perturbadores a la vez. Esta frase resume a la perfección la habilidad del guion —escrito por Will Tracy, conocido por The Menu y Succession— para mezclar lo distópico con lo contemporáneo.
¿Una distopía? No. Es nuestro presente
Curiosamente, Lanthimos ha declarado que no considera Bugonia como una distopía, sino como una película “realista”. Y tiene sentido: Michelle representa a una élite corporativa que, detrás de discursos de diversidad y bienestar, esconde décadas de daños colaterales por políticas empresariales deshumanizantes; Teddy, por otro lado, representa la reacción alienada, radicalizada por el abandono social y familiar.
Lo más inquietante de Bugonia no es la amenaza extraterrestre, sino la imposibilidad del diálogo: dos polos opuestos incapaces de escucharse, atados a visiones del mundo que se niegan a ceder. La metáfora puede parecer obvia, pero Lanthimos lo ejecuta con una tensión dramática precisa y a veces cómica, recordándonos que el terror moderno proviene de lo cotidiano.
Inspiración coreana: “Save the Green Planet!”
Bugonia se basa libremente en la cinta surcoreana “Save the Green Planet!” (2003), un oscuro thriller que también mezcla ecos sociales con teorías conspirativas. Pero lo que en la cinta asiática era un crescendo sangriento hacia la desesperación, aquí se convierte en una meditación sobre la insignificancia de la resistencia humana frente a sistemas diseñados para perpetuarse.
La decisión de adaptar esta cinta bajo una mirada occidental no es accidental. Lanthimos recontextualiza la narrativa para hablar de Silicon Valley, las farmacéuticas estadounidenses y un capitalismo que se disfraza de ética mientras devora todo a su paso, incluidas las abejas, la salud mental y la verdad.
¿Yorgos Lanthimos: el heredero distorsionado de Kubrick?
Muchos críticos tienen dificultades para clasificar a Lanthimos. Pero si hay un referente inevitable, es Stanley Kubrick: la frialdad de cámara, la sátira encubierta, el fetichismo por la alienación. Al igual que Kubrick en Dr. Strangelove o 2001: Odisea del Espacio, Lanthimos nos recuerda que el horror más profundo no viene de monstruos, sino de la lógica humana llevada al extremo.
En una escena clave, Michelle intenta convencer a Teddy de su humanidad. Él le responde, mientras acaricia a una abeja: “Ningún humano puede ser CEO de Auxolith y dormir tranquilo”. La sentencia encapsula el desprecio mutuo entre los personajes, y entre dos mundos irreconciliables.
Un final apocalíptico con sabor a resignación
Sin caer en spoilers, vale decir que el final de Bugonia es uno de los más potentes y desoladores del cine reciente. No hay redención fácil ni justificación moral. Lanthimos lanza un mensaje claro: ya es tarde. No hay resistencia posible contra un sistema cuya maquinaria se extiende incluso a los pasillos del pensamiento alternativo.
En una entrevista reciente, Lanthimos declaró: “Hemos convertido nuestras ideas en prisiones, y a nuestras prisiones en rutina”. Bugonia cristaliza esa idea de forma brutal, disfrazando su crítica en un thriller de ciencia ficción con tintes de comedia negra.
“Bugonia”: Una sátira para ver con los ojos bien abiertos
En un panorama saturado de producciones que buscan emocionar sin molestar, Bugonia es una bofetada incómoda y necesaria. Puede que no sea del gusto de todos —algunos verán en ella una caricatura grotesca de temas reales—, pero su valor está precisamente en no querer agradar.
En lugar de responder con solemnidad, opta por el absurdo. Y en lugar de salvar a sus personajes, los deja pudrirse en sus propias convicciones. Como espectadores, nos queda preguntarnos: ¿estamos del lado de Teddy o de Michelle? ¿O ya no somos capaces de distinguir la diferencia?
“Bugonia”, distribuida por Focus Features, está calificada como R por violencia sangrienta, imágenes impactantes y lenguaje fuerte. Dura 118 minutos, pero su eco emocional perdura mucho más.