Brashear High School: Una batalla silenciosa por la inclusión y el futuro educativo de estudiantes inmigrantes
Con 50 idiomas y una población en crecimiento de estudiantes que aprenden inglés, este instituto de Pittsburgh enfrenta desafíos de liderazgo, recursos y equidad mientras construye esperanza desde su diversidad
Un lienzo de culturas en los pasillos
La entrada sur de la escuela secundaria Brashear en Pittsburgh está decorada con coloridos murales, banderas de todo el mundo e historias personales de estudiantes inmigrantes. Este vibrante despliegue da la bienvenida a alumnos de más de 50 nacionalidades que llegan a esta institución como parte del programa de Desarrollo del Lenguaje Inglés (ELD, por sus siglas en inglés), reflejando una diversidad que convierte a Brashear en una de las escuelas más multiculturalmente ricas del distrito Pittsburgh Public Schools (PPS).
En esta sección del edificio, donde clases especializadas ayudan a estudiantes recién llegados a aprender inglés, se leen testimonios de adolescentes que emigraron de Venezuela, Uzbekistán, Honduras y otros países. A través de arte y relato, comparten sus sueños y dificultades, mientras intentan adaptarse a un nuevo entorno educativo y social.
Una población creciente y un sistema rezagado
Actualmente, alrededor del 40% del alumnado de Brashear está compuesto por estudiantes que aprenden inglés, un porcentaje que ha crecido rápidamente en los últimos años. Para el año escolar 2024-2025, 271 estudiantes estaban inscritos en el programa ELD, y ese número continúa en aumento.
Sin embargo, esta oleada no ha sido correspondida con recursos acordes. No se han contratado nuevos profesores especializados, y aunque el personal actual está altamente comprometido, el número simplemente no es suficiente. “Muchos maestros son bilingües, pero no nativos, y eso complica la comprensión cultural entre ellos y los alumnos”, señala Eduardo Fajardo, profesor de inglés como segunda lengua.
Jonathan Covel, director de ELD en PPS, explicó que las contrataciones no son inmediatas porque, según los estándares del distrito, la oferta actual de clases es adecuada. Aun así, el déficit de personal se ve reflejado en otros aspectos escolares: suspensiones, ausentismo y deserción.
Un liderazgo inestable y consecuencias visibles
Entre 2020 y 2024, Brashear tuvo cuatro directores distintos. Tal rotación en la cúpula administrativa complica el diseño y ejecución de políticas educativas coherentes. La falta de estabilidad genera desmotivación entre los docentes y obstáculos en la consolidación de relaciones con estudiantes y familias.
Christina Loeffert, directora actual desde 2022, ha intentado revertir esta tendencia apostando por la consistencia y el diálogo con la comunidad. A pesar de ello, los datos revelan que las tasas de suspensión se han incrementado ligeramente: casi un 25% del estudiantado fue suspendido en 2024-2025, siendo los alumnos del programa ELD los más afectados —pasando de un 6% a un 19% de suspensiones en tan solo un año.
“Cuando las necesidades de los estudiantes de inglés no se abordan, se genera desesperanza, desinterés, comportamientos disruptivos y penalizaciones. Es un círculo vicioso”, apunta Jenna Baron, directora de la organización ARYSE, que brinda apoyo a jóvenes migrantes y refugiados en la región.
Socios comunitarios: el salvavidas en tiempos de crisis
Ante la sobrecarga del personal educativo, organizaciones como Casa San José y el Latino Community Center (LCC) se han convertido en figuras claves para conectar a estudiantes inmigrantes con los recursos necesarios para triunfar.
- Casa San José visita Brashear a diario, ofrece mentoría personalizada y desarrolla actividades culturales dentro del horario escolar con su programa Casita.
- LCC ayuda a las familias a enfrentarse al complicado sistema de inscripción, traduce comunicaciones escolares y acompaña los procesos de becas o trámites ante ausencias.
“Muchos padres no dejan que sus hijos asistan a la escuela por temor a agentes de inmigración,” explicó Rosamaria Cristello de LCC. “Nos toca mediar con las escuelas para explicar por qué los niños no están yendo y con las familias para recalcar la importancia de la asistencia.”
Más allá del español, organizaciones como ARYSE están presionando para que se aumenten las plantillas multilingües, se mejore la capacitación profesional continua y se diseñen centros de instrucción ELD más robustos en todo el distrito.
¿Cómo hablar si no hay traductor?
Uno de los retos más grandes es la falta de intérpretes. Frecuentemente, tocaba remover a maestros bilingües de sus aulas para asistir en la traducción de trámites administrativos o reuniones con padres.
“Eso interrumpe el aprendizaje y subutiliza nuestros mayores activos: los profesores que entienden a los estudiantes”, comenta Baron. En un distrito con escasez nacional de docentes, contratar profesionales bilingües o internacionalmente certificados es una carrera contra el tiempo.
El efecto dominó del abandono institucional
Además del impacto escolar directo, la falta de atención a estudiantes inmigrantes refuerza sentimientos de aislamiento, inseguridad o ira. Juli Kuhns, consejera escolar, señaló que casos de estudiantes con miedo a hablar por no dominar el inglés son comunes, lo que afecta su rendimiento académico y su relación con sus compañeros.
Muchas veces estos chicos enfrentan discriminación o marginación. El hecho de no tener representatividad cultural o lingüística en sus maestros agrava esa percepción. “Donde los estudiantes ELD son minoría, el riesgo de hostigamiento o subestimación de sus necesidades es mayor”, asegura Baron.
Esfuerzos proactivos y reconstrucción comunitaria
Pese a los desafíos, el equipo de Brashear no se ha cruzado de brazos. Además de reintegración estudiantil tras suspensiones, la escuela participa en el programa Safe Passage, financiado en parte por la ciudad de Pittsburgh. Dos miembros de la comunidad local, entre ellos Piero Medina de Casa San José, han sido designados como interventores de violencia y embajadores estudiantiles de seguridad, quienes identifican jóvenes en riesgo y mitigan conflictos en y fuera del aula.
“Tenemos alumnos que provienen de lugares muy distintos, pero trabajamos para que todos se sientan bienvenidos”, dice Medina. Estas medidas buscan estabilizar el entorno emocional de estudiantes cuyas vidas han sido marcadas por desplazamientos forzados, pobreza o inseguridad legal.
Diversidad como motor de resiliencia
Brashear se ha convertido, más que en una institución académica, en una comunidad de múltiples acentos, religiones e historias. Profesores como Devine Browne, quien enseña francés y ruso, son testimonio de cómo el multilingüismo no solo facilita el aprendizaje, sino que teje puentes humanos.
El caso del alumno uzbeko Abdullokh Abdugofurov lo ilustra. Llegó sin saber una palabra de inglés y, gracias al apoyo en su lengua materna y al trabajo conjunto de docentes implicados, hoy estudia con entusiasmo. “Todo en esta escuela es perfecto”, dijo sonriente. “Tal vez otros digan cosas malas, pero yo nunca he vivido eso aquí.”
En la misma línea, Brashear ha implementado un programa informal de tutores estudiantes. Al alcanzar ciertos niveles de competencia lingüística, los alumnos de ELD pueden convertirse en embajadores lingüísticos, ayudando a integrar a nuevos compañeros que compartan su idioma nativo.
Un modelo para el futuro
Lo que vive Brashear representa un microcosmos de una realidad nacional. Según el Departamento de Educación de EE.UU., el número de estudiantes que aprenden inglés en escuelas públicas superó los 5 millones en 2023 —el nivel más alto registrado—. Se espera que esta población siga creciendo, especialmente en zonas urbanas medias y rurales como Pittsburgh.
Brashear demuestra que frente al colapso de políticas homogéneas, lo que salva a las escuelas son las redes: alianzas comunitarias, intervenciones creativas y una visión que abrace la diversidad como un valor fundamental y no como un obstáculo.
El mensaje es claro: una escuela que respeta e integra a sus estudiantes encuentra en ellos sus mejores defensores.
