El Salón de los 999: Cuando Trump transforma la Casa Blanca en su nuevo Mar-a-Lago
Con una obra monumental de $250 millones financiada por donantes privados, el expresidente impulsa una remodelación histórica y polémica en la sede del poder presidencial.
Un salón que eclipsa la historia
Desde los tiempos de George Washington —aunque él nunca la habitó—, la Casa Blanca ha sido símbolo de sobriedad, poder e historia para los estadounidenses. Pero con Donald Trump, ningún símbolo queda exento de reinvención. Esta vez, el expresidente ha puesto en marcha un ambicioso proyecto: la construcción de un gigantesco salón de baile de 90.000 pies cuadrados, ubicado junto al Ala Este.
Este nuevo espacio, que servirá como epicentro de cenas de estado, recepciones o simplemente eventos para mil invitados, promete ser más grande que el propio edificio principal de la Casa Blanca. Y como todo proyecto vinculado a Trump, viene cargado de controversia, opacidad en la financiación y un aire de grandilocuencia difícil de ignorar.
¿Por qué construir un salón de baile?
Donald Trump ha sido claro: la East Room, usualmente utilizada para recepciones y eventos importantes, es “demasiado pequeña”. Con capacidad para unas 200 personas, el espacio resulta insuficiente para las grandes multitudes que suele convocar. Además, ha criticado severamente el uso de carpas en el jardín sur, una práctica habitual desde los tiempos del presidente Bill Clinton.
“No más carpas de circo en el jardín. El lugar más importante del país merece un espacio permanente digno de sus eventos”, afirmó Trump en una reciente cena con donantes.
Según el plan revelado por su equipo, el nuevo Salón de los 999 —una cifra simbológica que ha despertado incluso teorías conspirativas— podrá albergar cenas y shows sin externalizar servicios ni montar infraestructuras efímeras. En sus palabras: “Un edificio para un país excepcional”.
¿Quién paga la monumental obra?
Trump ha asegurado rotundamente que ni un solo centavo saldrá del bolsillo del contribuyente. La financiación, según afirma, proviene íntegramente de donaciones privadas de “Patriotas Generosos, Grandes Empresas Americanas y, por supuesto, Yo Mismo”.
No obstante, la transparencia brilla por su ausencia. Aunque se conocen algunos aportes, como los $22 millones provenientes de un acuerdo judicial con YouTube —filial de Google—, el detalle completo de donantes no se ha hecho público. La opacidad ha generado numerosas críticas tanto en el Congreso como en medios especializados en éticas de gobierno y financiamiento político.
Polémica por la demolición del Ala Este
Uno de los aspectos más controvertidos del proyecto ha sido la decisión de demoler parcialmente el Ala Este, tradicionalmente asociado a las funciones sociales de la primera dama.
El histórico Ala Este, construido originalmente durante el gobierno de Franklin D. Roosevelt, alberga oficinas clave como las de protocolo, seguridad y prensa. También ha sido hogar del personal de las primeras damas desde la administración de Eleanor Roosevelt.
La decisión de intervenir esta zona sin aprobación de la National Capital Planning Commission (NCPC) —organismo responsable de regulaciones dentro de la capital— ha causado un revuelo institucional. A pesar de no contar con autorización formal de la NCPC, Trump designó a un aliado y asesor cercano, Will Scharf, como presidente de la comisión, y este ha argumentado que solo tiene jurisdicción sobre reconstrucciones, no sobre demolición inicial.
Diseño: ¿Una réplica de Mar-a-Lago?
Las imágenes renderizadas del nuevo salón, liberadas por la Casa Blanca, muestran un lujoso espacio con claras reminiscencias al salón del Mar-a-Lago Club de Florida: dorados predominantes, columnas neoclásicas, gigantescas lámparas de cristal de Murano, vitrales de colores y una acústica pensada para conciertos de gran escala —o discursos triunfales.
El salón estará equipado con ventanales blindados a prueba de balas y será conectado a la East Room mediante la transformación de un conjunto de ventanas en un pasadizo interno. El objetivo es crear un flujo elegante y funcional desde el ala de recepción al área principal de eventos.
¿Innovación disruptiva o ego desmedido?
Los defensores del proyecto dentro del círculo trumpista afirman que la historia les dará la razón. “Jefferson, Jackson, Roosevelt… todos modificaron la Casa Blanca”, afirman.
En efecto, Thomas Jefferson añadió columnas en el este y oeste. Andrew Jackson construyó el pórtico norte. Teddy Roosevelt instauró la famosa Ala Oeste e incluso Harry Truman supervisó una renovación radical entre 1948 y 1952 luego de que se considerara que el edificio estaba estructuralmente dañado.
Pero ningún otro presidente había concebido un salón de casi 100.000 pies cuadrados con fines primordialmente festivos y cuya estética remite más a hoteles de lujo que a una oficina institucional.
Transformaciones pasadas bajo Trump
No es la primera vez que Trump modifica la Casa Blanca. Durante su presidencia hizo cambios significativos como:
- Una redecoración excesiva del Despacho Oval con tonos dorados y numerosos bustos y retratos.
- Graves alteraciones al Jardín de Rosas, eliminando árboles históricos y reemplazando el césped con piedra caliza.
- La instalación de mástiles monumentales en los jardines norte y sur.
- Incluso tapizó con retratos presidenciales una de las paredes externas... excepto el de Joe Biden.
Estas acciones han sido calificadas por críticos como intentos de narcisismo arquitectónico y revisión simbólica de la historia.
¿Cuándo estará listo?
La administración ha prometido que el salón será inaugurado antes del fin del mandato de Trump en enero de 2029. Expertos consideran la fecha ambiciosa, considerando el tamaño, la complejidad estructural y la necesidad de preservar la integridad del sitio histórico.
El cronograma acelerado ha generado preocupaciones sobre la solidez del proceso de aprobación y supervisión estructural, especialmente debido a la exclusión temporaria de agencias como la Comisión de Edificios Públicos Históricos y la falta de estudios completos de impacto urbano y medioambiental.
¿Qué dice la sociedad civil?
Mientras simpatizantes aplauden la iniciativa como “una modernización necesaria” y “una herramienta diplomática impresionante”, arquitectos, historiadores y expertos en patrimonio cultural han levantado señales de alerta.
El Washington Historical Preservation Council advirtió en un comunicado:
“Modificar espacios patrimoniales a este nivel sin participación pública ni aprobaciones regulatorias pone en riesgo no solo el lugar físico, sino la integridad institucional de lo que representa la Casa Blanca.”
Una visión de país hecha mármol
Más que una cuestión estética o funcional, el Salón de los 999 representa la forma en la que Trump concibe el poder: visible, opulento, permanente. A pesar de las críticas, el proyecto sigue adelante, al igual que la narrativa de dominio simbólico de su figura política.
En una época donde la ejecución de un poder más sobrio y técnico parece agotada, este tipo de proyectos exudan la nostalgia de un capitalismo teatral, donde el show debe continuar, incluso dentro de la sala más solemne del sistema democrático...
