Entre disfraces inflables y resistencia: cómo un sapo gigante se convirtió en símbolo de protesta en EE.UU.
Una oleada de manifestaciones creativas, lideradas por disfraces inflables absurdos, desata una nueva forma de protesta contra políticas migratorias y la narrativa oficial
Un sapo que infló la resistencia
El 2 de octubre en Portland, Oregón, un joven manifestante llamado Seth Todd asistió a una protesta frente al edificio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) luciendo un traje inflable de sapo. Lo que parecía una simple acción cómica se convirtió rápidamente en una poderosa imagen política cuando un agente federal disparó gas químico directamente en el sistema de ventilación del traje, captado en vídeo por asistentes y rápidamente viralizado en redes sociales.
Desde ese momento, Todd —de tan solo 24 años— jamás imaginó que su decisión de disfrazarse sería el inicio de un movimiento de protesta visual y performática que ha capturado la imaginación de ciudadanos en todo EE.UU., desde Chicago hasta Austin. En declaraciones posteriores, Seth comentó que se siente “honrado de haber inspirado un movimiento como este”.
Una sátira inflada contra la narrativa oficial
Las protestas en Portland, descritas por la administración de Donald Trump como una muestra de una ciudad “en llamas” y “sumida en el caos”, encuentran en los disfraces inflables un vehículo de sátira política. Los manifestantes han respondido con humor: en lugar de escudos y máscaras antigás, llegan vestidos de dinosaurios, Mr. Potato Head, hipopótamos en tutús o pegacorns (mitad unicornio, mitad Pegaso).
Como explica Marc Rodríguez, profesor de historia en Portland State University y especialista en movimientos sociales: “Portland siempre ha tenido una cultura de protesta única, y este tipo de expresiones creativas encajan bien con el legado de la ciudad”.
“Keep Portland Weird”: protesta performática como identidad cultural
Portland ha sido durante años una ciudad orgullosa de su lema no oficial: “Keep Portland Weird”. Desde la famosa carrera ciclista desnuda hasta manifestaciones artísticas en la vía pública, la ciudad ha hecho de la disconformidad su estética. Ahora, el uso de disfraces inflables como medio de reclamo social se inserta en esa misma lógica.
Tal como añade Rodríguez: “La protesta vestida de manera absurda puede producir una imagen que es viral, pero también pacífica y amable. Es difícil acusar de violento a alguien vestido de rana gigante”.
Operación Inflación: organizando la resistencia con aire
Inspirados por Todd, han surgido iniciativas ciudadanas como Operation Inflation y la Brigada del Sapo de Portland, que distribuyen disfraces inflables gratuitos a manifestantes en diversas ciudades estadounidenses. Frankenstein, champiñones, pandas, y hasta águilas calvas se han visto marchando en favor de los derechos humanos, en contra del racismo estructural o del uso excesivo de la fuerza por parte de cuerpos policiales federales.
Jordy Lybeck, cofundadora de Operation Inflation, explicó: “Queremos facilitar que más personas se unan a las protestas sin miedo. El disfraz inflable proporciona anonimato y, al mismo tiempo, un poderoso símbolo de ridículo frente al autoritarismo”.
Desde Austin hasta Chicago: la expansión nacional de la ola inflable
La creatividad no terminó en Portland. En ciudades como Austin (Texas) o Chicago (Illinois), personas como Natalie McCabe y Kristen Vandawalker se han sumado a la moda inflable. En el caso de Vandawalker, activista política en Chicago, vistió un traje de pegacorn e incluso posó para selfies frente a la Torre Trump, todo esto mientras burbujas flotaban a su alrededor desde una máquina de burbujas portátil.
“El impacto en redes sociales es inmediato. No sabes si estás viendo un sketch de comedia o una protesta, y esa es la clave, confundimos al poder”, asegura Vandawalker. “ICE y los agentes federales no saben cómo reaccionar ante un grupo de disfraces inflables que bailan y cantan, pero que son claros en su mensaje político”.
Máscaras, performance y la historia de las protestas visuales
La utilización de disfraces en contextos de resistencia no es nueva. Desde los Black Bloc en protestas antiglobalización en los años 90, hasta los icónicos atuendos de los Anonymous inspirados en la máscara de Guy Fawkes, la historia ha demostrado que la estética y el simbolismo pueden ser fuerzas poderosas.
Lo novedoso de esta ola es su intención lúdica. La ropa inflable no busca intimidar, sino desarmar con humor. Como señala el periodista Christopher Lasch, “el poder odia ser ridiculizado, porque la sátira socava su aura de inevitabilidad”.
¿Protesta o carnaval?
La línea entre lo político y lo performático se ha vuelto borrosa. Pero esa ambigüedad es precisamente parte del mensaje. Como afirmaba la artista y activista Rebecca Solnit: “El humor, bien enfocado, puede ser más subversivo que una barricada”. Las manifestaciones con disfraces inflables responden de forma inteligente a la narrativa de represión.
David Graeber, antropólogo e impulsor del movimiento Occupy Wall Street, planteaba que “las protestas más efectivas no son las que repiten una demanda, sino las que proponen nuevas formas de imaginar lo público”. Desde esa óptica, los trajes inflables no solo protestan, sino que performan una nueva forma de ocupación pacífica del espacio.
Y mientras algunos sectores conservadores comparan estas manifestaciones con actos circenses o las desestiman por su apariencia cómica, activistas como Todd y McCabe sostienen que la risa también es resistencia.
La respuesta del Estado: entre la confusión y la represión
Las autoridades federales aún no han emitido una declaración formal sobre esta particular tendencia. Sin embargo, los vídeos muestran que la acción represiva continúa, como ocurrió con Seth Todd. Esto confirma la tradicional respuesta desproporcionada de agentes armados ante manifestaciones pacíficas, aunque estén encabezadas por un unicornio con alas o un dinosaurio de colores vistosos.
Además, esta respuesta genera una contradicción casi absurda: ¿cómo justificar el uso de gases químicos contra una persona en un traje de papá Noel inflable, especialmente cuando solo pide justicia migratoria o el fin de la violencia policial?
Invertir la narrativa de la violencia
Una de las metas del movimiento inflable es revertir la narrativa dominante de que los manifestantes son violentos. “Queremos mostrar que somos ciudadanos comunes, que amamos nuestro país y que solo buscamos justicia, solo que lo hacemos vestidos de pollos gigantes”, dice entre risas Todd, quien sigue acudiendo a protestas, ahora en un traje de triceratops morado.
Numerosos vídeos en TikTok, Instagram y X (antes Twitter) demuestran que la estrategia funciona: la viralidad de los contenidos ha permitido visibilizar causas que antes quedaban acalladas en coberturas violentas y enfocadas en choques con la policía.
Una imagen vale más que mil palabras. Pero una imagen de un hipopótamo inflable caminando frente a un escuadrón antidisturbios puede decir mucho más.
¿Una moda pasajera o una nueva forma de protestar?
Los críticos argumentan que es una simple “moda”, sin fondo. Pero los movimientos sociales se reinventan constantemente. En su momento, los “die-ins” (acostarse como si estuvieran muertos) también fueron tildados de teatrales, y hoy son parte del repertorio tradicional de acciones directas.
Por ahora, Operation Inflation se expande y continúa recibiendo donaciones. Las calles se llenan de hongos saltarines, sapos fluorescentes y pandas abrazables. En un mundo donde las noticias parecen volverse más oscuras cada día, oponerse al autoritarismo con comedia puede ser la forma más valiente de protesta.
“Vamos a mantener Portland rara, y también segura”, resumió mejor que nadie una manifestante con traje de Frankenstein.
