Irán en la encrucijada: sanciones, caos económico y parálisis política
Mientras el liderazgo iraní se sumerge en la inacción, las tensiones geopolíticas aumentan y la economía nacional atraviesa una crisis sin precedentes
Una república islámica atrapada entre la resistencia y el colapso
Irán enfrenta una de las coyunturas más críticas de su historia reciente. Con una economía a la deriva, presiones internacionales por el programa nuclear, y un contexto geopolítico incendiado por las acciones de sus aliados del llamado "Eje de la Resistencia", la nación persa se encuentra paralizada en un estado de "ni guerra ni paz", como advirtió el propio ayatolá Ali Khamenei. Pero, ¿cuál es la raíz de esta parálisis? ¿Y cómo afecta esto tanto a los ciudadanos iraníes como al equilibrio de poder en Medio Oriente?
El precio de la “paciencia estratégica”
Durante años, Irán adoptó lo que su líder supremo describió como una “paciencia estratégica”: no reaccionar de forma inmediata a las provocaciones externas ni a las sanciones, esperando que la diplomacia o los errores ajenos le favorecieran. Sin embargo, esa táctica parece haber chocado con la realidad.
Khamenei admitió en septiembre de 2025: “Uno de los peligros que enfrenta el país es este estado de ni guerra ni paz. No es bueno.”
Las palabras, aunque fuertes, no se han traducido en cambios de política significativos. Irán sigue sin reanudar negociaciones nucleares con Occidente, pese al endurecimiento creciente de las sanciones y la inestabilidad global.
Un entorno internacional cada vez más hostil
Estados Unidos volvió a imponer severas sanciones uniéndose a otras potencias europeas. Estas medidas, conocidas como “snapback”, se activaron tras el incumplimiento iraní de varios puntos del acuerdo nuclear de 2015.
China y Rusia, aliados estratégicos de Irán, han declarado que no harán cumplir estas sanciones. Pero, en la práctica, su ayuda ha sido limitada y simbólicamente insuficiente para sostener la tambaleante economía iraní.
Las cicatrices del conflicto con Israel
Gran parte del liderazgo militar iraní fue diezmado en los ataques del ejército israelí en junio. Entre las víctimas, importantes generales del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, como Hossein Salami.
Desde entonces, Irán ha evitado realizar desfiles u operaciones militares de alto perfil para no dar señales de debilidad ni ofrecer objetivos fáciles.
Incluso figuras clave como Ali Shamkhani, asesor de Khamenei e inusual sobreviviente de aquellos ataques, cuestionaron en público la eficacia del arsenal balístico del país. También sugirió, por primera vez de manera abierta, que Irán debería haber desarrollado armas nucleares. Esta afirmación contradice décadas de política oficial.
La economía iraní: inflación asfixiante y desempleo creciente
La economía iraní no sólo enfrenta restricciones externas. Las políticas fiscales laxas, una moneda devaluada y una inflación que el FMI estima llegará al 45% este año, están creando una tormenta perfecta.
El rial iraní ha caído a mínimos históricos frente al dólar. Cada explosión en una planta industrial o incendio urbano se convierte en el presagio de un conflicto, afectando la confianza del consumidor y paralizando todas las formas de inversión.
Según modelos del Fondo Monetario Internacional y datos del Banco Central Iraní, los ahorros de las familias han visto una pérdida de poder adquisitivo de entre el 60 y el 80% desde 2018.
División interna y censura creciente
Dentro de la teocracia, la unidad se resquebraja. Los conservadores más duros abogan por una represión mayor, incluyendo una nueva campaña para reforzar la obligatoriedad del hiyab. Mientras tanto, figuras como el expresidente Hasán Rohaní intentan organizar a los clérigos moderados desde Qom, llamando a una apertura negociadora.
Las ejecuciones públicas van en aumento, alcanzando niveles no registrados en décadas. Esto no solo busca infundir miedo, sino desviar la atención de los ingresos cada vez más paupérrimos de la mayoría de los ciudadanos.
Khamenei y la parálisis ideológica del liderazgo
El líder supremo, de 86 años, ha reducido su presencia pública desde los eventos de junio, delegando funciones a un círculo cada vez más cerrado de asesores.
No existe hasta ahora un sucesor claro, situación que agrega incertidumbre sobre el futuro del régimen. La tardanza en la publicación de sus discursos, presuntamente por razones de seguridad, deja claro que incluso el aparato de seguridad del Estado percibe una amenaza existencial.
Mientras el presidente Masoud Pezeshkian y el canciller Abbas Araghchi acudían a la Asamblea General de la ONU en octubre, Khamenei dejaba clara su oposición total a cualquier intento de negociación con Estados Unidos o la Unión Europea.
“Una vez tomada una decisión, todos deben seguirla, estén de acuerdo o no”, declaró Araghchi al medio estatal IRNA antes del viaje. Con esto, los canales diplomáticos quedaron nuevamente cerrados.
Feminismo, moralidad y control social
En medio de este deterioro, hay también guerras culturales. Un video de la boda de la hija del asesor Shamkhani, donde aparece sin el velo islámico, fue filtrado. La ropa con escote de la novia causó un escándalo entre los sectores religiosos más conservadores, quienes rápidamente solicitaron nuevas medidas represivas contra las mujeres.
Este hecho tan aparentemente trivial refleja el peso ideológico que el régimen sigue imponiendo sobre la sociedad, incluso cuando afronta problemas estructurales mucho más graves.
La ira de una población en crisis
La sociedad civil iraní está al borde del colapso emocional. Las protestas, aunque esporádicas, continúan, especialmente lideradas por mujeres desde el estallido por la muerte de Mahsa Amini en 2022. Aunque brutalmente reprimidas, han dejado una huella indeleble en la política contemporánea de Irán.
“Incluso si aceptáramos que existe la posibilidad de una segunda guerra, no se puede gobernar al país manteniendo la opinión pública en constante ansiedad”, opinó Ali Abdullah Khani, analista de la Oficina de Asuntos Estratégicos de la Presidencia. La política de alerta constante, dice, coloca a la nación en un estado de crisis permanente.
¿Y ahora qué sigue para Irán?
La inacción podría parecer una decisión táctica; sin embargo, en el contexto actual equivale a una renuncia al liderazgo efectivo. La parálisis en las relaciones exteriores, la negativa al diálogo, el estancamiento económico y el refuerzo ideológico sólo intensifican el aislamiento de Irán y dejan a sus ciudadanos completamente atrapados entre dos mundos.
La historia ofrece modelos de regímenes cuya caída fue precedida no por guerras externas, sino por sus propias incapacidades internas. Irán podría estar caminando por esa senda si no reestructura desde ya su política exterior, su economía, y sobre todo, su ética de gobierno.
