La UE aprieta el cerco a Rusia: bienes congelados, nuevas sanciones y el futuro de Ucrania
En un momento clave para la estabilidad de Europa, los líderes de la Unión Europea avanzan en la presión financiera contra Rusia y debaten el uso de activos rusos para sostener la guerra y la reconstrucción de Ucrania
Bruselas, 2025 — La guerra en Ucrania, ya en su cuarto año, ha dejado una marca indeleble en la seguridad europea, la economía global y el equilibrio geopolítico del siglo XXI. En este contexto, los líderes de la Unión Europea se reunieron esta semana para dar un nuevo paso en su estrategia dual: apoyo a Ucrania y presión implacable sobre Rusia.
El respaldo europeo a Ucrania no se detiene
Durante la cumbre de un día celebrada en Bruselas, con la presencia destacada del presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy, se discutió una cuestión central: cómo garantizar recursos suficientes para sostener tanto el esfuerzo militar como la debilitada economía de Ucrania hasta, al menos, 2027. El instrumento clave, y también polémico, sigue siendo el uso de activos rusos congelados en la UE.
Se calcula que solo en Bélgica se encuentran congelados más de $225 mil millones en activos rusos, la mayor parte del total incautado en Europa. Ucrania necesita —según estimaciones del bloque— $153 mil millones entre 2026 y 2027 para cubrir necesidades fiscales y de defensa.
“El apoyo a Ucrania y la presión a Rusia son los dos requisitos necesarios para lograr una paz justa y duradera”, escribió António Costa, presidente del Consejo Europeo, en su carta de invitación a los mandatarios.
¿Fondo común o riesgo legal? El dilema belga
La propuesta de un fondo común —financiado con los beneficios generados por los activos congelados— está ganando tracción política. Sin embargo, persisten las reservas legales, especialmente por parte del gobierno belga. ¿Puede un país usar bienes de un estado soberano sin ruptura formal de relaciones diplomáticas o sin violar principios del derecho internacional?
Para sortear estas incertidumbres, se debate la creación de un mecanismo financiero que resguarde a los países miembros de eventuales contrademandas rusas en tribunales internacionales.
Trump y una política exterior errática
Mientras tanto, en Washington, el expresidente Donald Trump añadió más leña al fuego al cancelar una potencial cumbre con Vladimir Putin. Su declaración, aludiendo a que no quería una “reunión inútil”, generó nuevas tensiones entre los aliados occidentales. Además, volvió a circular —desde su entorno— la propuesta de condicionar la paz a concesiones territoriales por parte de Ucrania, algo que fue rechazado tajantemente por varios miembros de la “coalición de los dispuestos”.
Este grupo informal de más de 30 países, formado tras la invasión rusa en 2022, ha sido clave en brindar apoyo militar y humanitario a Kiev, señalando que cualquier tipo de apaciguamiento sería un error estratégico con repercusiones más allá del este europeo.
Una nueva «hoja de ruta militar» para Europa
Los líderes europeos también acordaron esbozar una nueva hoja de ruta de defensa continental. Se prevé un plan dirigido a reforzar las capacidades militares de los estados miembros y mejorar la interoperabilidad militar con vistas a una hipotética agresión rusa en los próximos 3-5 años.
“No podemos asumir que Ucrania será el último objetivo ruso. Debemos estar preparados”, afirmó un alto funcionario de la Comisión Europea al diario Le Monde, bajo condición de anonimato.
Gaza y Palestina: un compromiso moral, pero sin peso diplomático
Si en Ucrania el papel europeo ha sido decisivo, en Medio Oriente la situación es diametralmente distinta. Durante la cumbre también se debatió la situación humanitaria en Gaza y la reactivación del plan de paz propuesto por Trump, aunque muchos líderes reconocen el escaso margen de maniobra que tiene la UE frente a Israel.
La UE es el mayor donante mundial de ayuda humanitaria a los palestinos, pero su influencia se ve mermada por la división interna entre sus países miembros respecto a cómo encarar el conflicto. El resultado es una sensación de impotencia ante un drama humanitario que recrudece.
Rusia ataca la red eléctrica ucraniana: vuelve el invierno como arma
Mientras Bruselas discute fondos y estrategias, en Ucrania la crudeza del invierno se convierte de nuevo en aliada de Moscú. Las Fuerzas Armadas rusas lanzaron esta semana nuevos ataques contra la red energética ucraniana, buscando repetir la táctica de “castigo estructural” que tan destructiva fue el invierno pasado.
De acuerdo con The Kyiv Independent, al menos cinco centrales eléctricas fueron impactadas por misiles, provocando cortes de energía en más de 2 millones de hogares. El gobierno de Zelenskyy pidió a la UE el envío urgente de generadores, transformadores y equipos de reparación para no depender exclusivamente de préstamos internacionales para sostener las infraestructuras críticas.
Una guerra prolongada: estadísticas y realidades
A cuatro años del inicio de la invasión rusa en febrero de 2022, los costos humanos y materiales son devastadores:
- Más de 10.000 civiles muertos según la ONU, con estimaciones extraoficiales que duplican esa cifra.
- Casi 6 millones de refugiados ucranianos registrados en Europa.
- Una pérdida estimada del 30% del PIB ucraniano en comparación con niveles de 2021.
Sin embargo, pese a este panorama, Ucrania mantiene sus aspiraciones de futuro: aplicación para la membresía a la UE en marcha, desarrollo de industrias tecnológicas fuera de la zona de conflicto y un fortalecimiento notable del sentimiento nacional y la cohesión social.
¿Qué viene ahora?
La próxima gran cita es una reunión en Londres del grupo de la coalición de los dispuestos. Allí se discutirán mecanismos acelerados de asistencia militar, en especial sistemas de defensa aérea para proteger la red eléctrica y los centros urbanos más expuestos a los ataques rusos.
Como telón de fondo, Europa camina en la cuerda floja: entre el apoyo incondicional a Ucrania y el temor a escalar la tensión con una Rusia que sigue manteniendo un arsenal nuclear activo y que, según altos mandos de inteligencia europeos, podría probar la resistencia de la OTAN en los próximos cinco años.
¿Puede Europa configurar una paz duradera sin comprometer principios esenciales? ¿Estará dispuesta a asumir un rol más protagónico en seguridad global? A medida que los acuerdos se transforman en acción financiera y militar, el futuro del continente se juega, una vez más, en el este.
