El gran robo en el Louvre: ¿Dónde están las joyas reales de Francia?

Un atraco digno del cine revive el debate sobre el tráfico ilegal de arte y joyas históricas

Un golpe de guante blanco… hasta ahora

El pasado domingo, el Museo del Louvre en París fue víctima de uno de los robos más osados del siglo XXI. Un conjunto invaluable de joyas que alguna vez pertenecieron a la realeza francesa —incluyendo collares de esmeraldas, aretes, y dos coronas— desapareció sin dejar rastro aparente. Se estima que el botín supera los 100 millones de dólares.

Este tipo de crímenes, tan brillantes como el oro que sustraen, no son nuevos. Pero nos enfrentamos a una pregunta vivaz: ¿Dónde van este tipo de joyas una vez robadas?

¿Dónde se esconden las joyas robadas?

Según Erin Thompson, profesora especializada en crímenes artísticos en el John Jay College of Criminal Justice de Nueva York, muchas veces joyas de gran valor son simplemente desmanteladas y vendidas como pequeños artículos nuevos. “No tienes que ir al mercado negro. Basta con ponerlas en una joyería convencional”, comenta.

Esta técnica, tan sencilla como eficiente, ya ha sido empleada en múltiples casos anteriores, donde gemas excepcionales han resurgido como discretos pendientes en escaparates de París, Londres o Dubái.

El arte de vender lo invendible

“El verdadero arte del robo está en la comercialización, no en sustraer objetos”, explica Robert Wittman, exagente del FBI y fundador de Art Recovery International. Para Wittman, muchos ladrones son hábiles operativos pero pésimos empresarios. Y ahí es donde muchas veces cae todo el plan.

Los obstáculos para vender joyas de la realeza son inmensos debido a su visibilidad. Quien las tenga no puede usarlas, ni subastarlas. Como señala Christopher Marinello, experto en recuperación de arte: “Descomponerlas es un intento de esconder la evidencia”.

¿Vale la pena destruir la historia?

No todos los expertos están de acuerdo con la idea de rebanar la historia. Wittman expresa sus dudas: “Por lo que son, no tiene sentido destruirlas. Las gemas tienen formas y características únicas. El oro tiene impurezas de su tiempo. Siempre dejan huella”.

El oro de siglos pasados presenta una composición distinta al actual. Asimismo, los diamantes antiguos, menos refinados o sin certificaciones modernas, pueden ser rastreados si se detecta su claridad o corte específico.

Un mercado oscuro, pero activo

Para Scott Guginsky, vicepresidente de la Alliance de Seguridad de Joyeros en Estados Unidos, la clave está en la calidad de las joyas. “Estos diamantes son tan antiguos que probablemente no estén ni siquiera calificados por laboratorios modernos. No se pueden meter fácilmente a una casa de subastas”.

Aun así, Guginsky cree que quien planeó este robo ya tenía una vía para colocarlas, aunque implique guardar las joyas por meses o años, esperando la oportunidad exacta.

¿Quién compra joyas robadas?

“Siempre hay alguien que está dispuesto a comprar joyas robadas”, declara Guginsky. Esa es una realidad perturbadora en el comercio global. Y si bien la mayoría de empresas joyeras tienen programas contra el lavado de dinero, siempre existen excepciones.

Según Sara Yood, CEO del Jewelers Vigilance Committee, las joyas históricas son incluso más difíciles de rastrear. A diferencia de los diamantes modernos que llevan grabados láseres de identificación, las piezas antiguas no tienen esa tecnología.

La complejidad de modificar joyas reales

Si se quisiera recortar una gema para disfrazarla, se necesitarían joyeros especializados y —claro— que no pregunten demasiado. “Los ladrones rara vez hacen ese trabajo. Son manos contratadas. Casi siempre los atrapan”, revela Thompson.

El proceso para ocultar estos artículos puede tardar años y depende de una red internacional. A menudo, las piedras son llevadas a Asia o Medio Oriente, donde se rediseñan y luego se reincorporan al mercado sin levantar sospechas.

El lúgubre destino de las joyas reales

Desafortunadamente, la experiencia indica que pocas veces se recuperan joyas de este tipo tras un robo. “Tal vez atrapen a los ladrones”, lamenta Marinello, “pero es improbable que las joyas estén intactas”.

Un ejemplo reciente fue el robo en el Museo Británico, donde más de 2.000 artículos fueron robados por un curador. Aunque muchos se vendieron en línea, sólo una fracción ha sido recuperada.

En algunos casos se ofrece una recompensa no oficial del seguro (hasta un 10% del valor de la pieza), lo que motiva entregas anónimas. Pero en este caso, las joyas del Louvre no estaban aseguradas de forma privada.

¿Cuál es la esperanza de recuperación?

El tiempo juega en contra. Mientras más días pasen, más difícil será rastrear las piezas y menos esperanzas existen de recuperarlas completas. El gobierno francés aún no ha ofrecido una recompensa ni ha publicado datos clave. ¿Será esa la clave que falta?

Expertos como Wittman sostienen que, si se actúa rápido, se puede interceptar la cadena criminal antes de que las piezas se volatilicen dentro del mercado internacional.

Los museos en alerta máxima

Este robo no es un incidente aislado. Museos en toda Europa han enfrentado robos similares en los últimos años. Como explica Thompson, “robar de los almacenes puede pasar desapercibido durante años. Es más fácil que robar de las vitrinas”.

El tráfico ilegal de arte y antigüedades mueve alrededor de 6 mil millones de dólares al año, según estimaciones de Interpol. Solo en 2022, se reportaron más de 8.000 piezas robadas en Europa.

Muchos ladrones utilizan plataformas digitales para vender piezas fraccionadas. Desde joyerías menores hasta redes de lujo menos escrupulosas, las joyas robadas encuentran su camino al consumidor.

¿Un crimen perfecto?

El robo al Louvre parece sacado de una película: joyas históricas, un museo icónico y una operación prácticamente sin errores. Pero el crimen perfecto no existe si se tiene paciencia y estrategia en la investigación. Lo que sí es claro es que el verdadero test para los ladrones comienza ahora: transformar arte real y tangible en dinero invisible.

Como dijo una vez Alfred Hitchcock, “el suspenso no está en el acto, sino en el momento después del acto”. El mundo ahora mira, a la espera de que la historia tenga un giro tan sorprendente como su inicio.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press