El oro verde del Monte de los Olivos: cosecha sagrada en tiempos inciertos

Monjas, frailes y voluntarios transforman la tradicional recolección de aceitunas en Jerusalén en un acto espiritual que resiste al paso del tiempo y la guerra

Entre las terrazas milenarias del Monte de los Olivos, en Jerusalén, un grupo de monjas, frailes franciscanos y voluntarios internacionales viven cada octubre un ritual tan antiguo como sagrado: la cosecha de aceitunas. Para estos religiosos, la actividad va más allá del trabajo agrícola. Es una oración colectiva, una tradición envuelta en fe, simbolismo religioso y resiliencia histórica que resiste incluso en tiempos de guerra.

Gethsemaní: el jardín del sufrimiento y la esperanza

Al pie del Monte de los Olivos, se encuentra el Huerto de Getsemaní, donde según los Evangelios, Jesús oró la noche antes de su crucifixión. El nombre Gethsemaní proviene del arameo y significa "prensa de aceite". Esta etimología da cuenta de la importancia que los olivos y su fruto tienen no solo en la economía local, sino en la espiritualidad cristiana.

"El olivo tiene vocación," declara el Reverendo Diego Dalla Gassa, mientras opera una prensa moderna que extrae el preciado aceite, conocido por muchos como "oro verde". "Debe ser prensado, y luego nos alegramos en su fruto".

Una cosecha que es oración

La hermana Marie Benedicte y la hermana Colomba, del monasterio benedictino del Monte de los Olivos, participan en la recolección junto a voluntarios franceses e italianos. No lo ven como una mera tarea agrícola, sino como un retiro espiritual. “En la belleza de la creación, entre los árboles y la brisa de la mañana, oramos con gestos”, comenta Benedicte. Cada movimiento, desde sacudir las ramas hasta atrapar las aceitunas en las redes tendidas, se convierte en una forma de meditación activa.

Los voluntarios, muchos de ellos laicos israelíes y europeos, también expresan su conexión espiritual con la experiencia. “Estar aquí, frente a la ciudad vieja de Jerusalén y recoger aceitunas, es como tocar la historia sagrada con las manos”, dice Luca, un joven voluntario italiano. “Es una forma diferente de peregrinación.”

Oro verde y rituales sagrados

El aceite producido no solo se utiliza en la cocina de los conventos. Su destino es también litúrgico. Se emplea en sacramentos como la unción, el bautismo y la confirmación, y su simbolismo está profundamente arraigado en la fe cristiana. Desde la antigüedad, se considera símbolo de sanación, paz y santidad.

La cosecha, que generalmente inicia a principios de octubre, coincide con el descenso de las temperaturas y el madurar de los frutos. Los olivos, muchos de ellos con cientos de años de vida, ofrecen su fruto en un acto que los religiosos consideran casi milagroso. Como añade el reverendo Dalla Gassa: "A pesar de la guerra, de los misiles, de la tensión... los olivos siguieron dando fruto. Eso ya es una bendición".

El Monte de los Olivos: santuario bajo amenaza

El Monte de los Olivos no está aislado de la realidad geopolítica de la región. En los últimos años, como consecuencia de conflictos entre Israel y Palestina, las explosiones y tensión llegaron hasta sus antiguos árboles. Misiles impactaron zonas cercanas en múltiples ocasiones durante los dos últimos años, haciendo temblar los olivares como una sacudida histórica.

"Los árboles no hablan, pero si pudieran, gritarían miedo y esperanza al mismo tiempo", reflexiona la hermana Colomba. “Hemos sentido la fragilidad de este lugar. Sin embargo, la paz provisional que tenemos ahora nos permite cosechar, y eso nos da fuerza.”

Según la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el aceite de oliva representa un cultivo clave en los ecosistemas mediterráneos y genera más de 1.5 millones de empleos directos al año. En el caso de Jerusalén, su relevancia trasciende lo económico y alcanza lo espiritual.

Voluntariado con propósito

Desde hace décadas, grupos de voluntarios viajan hasta el Monte para participar en la cosecha como una manera de vivir su fe. En esta edición de 2025, llegaron franceses, alemanes, italianos y algunos israelíes. Algunos son católicos devotos, otros personas simplemente atraídas por el simbolismo pacificador del olivo.

"El clima de Jerusalén es seco, duro, pero cuando tomas entre tus manos las aceitunas frescas, sientes que algo ancestral fluye", dice Sophie, una voluntaria francesa. Vestida con ropa sencilla y un sombrero de ala ancha, trabaja mientras comparte risas con las hermanas. A menudo, un pequeño gato se une al grupo, saltando entre las ramas con alma juguetona y acompañando la recogida como un discípulo peludo.

Una red de cooperación monástica

Los monasterios del Monte de los Olivos pertenecen a diferentes órdenes: franciscanos, benedictinos, carmelitas. Aunque cada comunidad tiene sus propios ritmos, colaboran en ciertas tareas, especialmente durante la cosecha. La prensa de aceite operada por Dalla Gassa pertenece al convento franciscano, pero recibe aceitunas recogidas por diferentes comunidades.

Además de producir aceite, las monjas preparan aceitunas encurtidas que almacenan durante años. Algunas incluso las venden para autofinanciar labores de caridad o mantenimiento del monasterio.

Significado teológico del olivo

Desde el relato de Noé —cuando una paloma trajo una rama de olivo como señal del fin del diluvio— el olivo encarna la idea de paz y renovación. En el cristianismo, aparece en múltiples pasajes. Jesús se retiraba con frecuencia al Monte de los Olivos, y no fue casualidad que allí pasara sus últimas oraciones antes de ser arrestado.

“Si el olivo es símbolo de la paz, cosecharlo significa participar en su creación,” afirma el teólogo Frédéric Arnoux, especializado en simbología bíblica. “Una rama de olivo en manos de alguien es una afirmación política y espiritual.”

Aceite en tiempos de fuego

La paradoja de Jerusalén es evidente: mientras en sus calles ha habido violencia, dentro de estos monasterios se siguen recolectando frutos de paz. En un año donde la guerra en Gaza ha hecho estallar otra vez la tensión política, el acto de cosechar olivos parecería irrelevante. Pero no lo es.

“Este octubre es diferente”, asegura la hermana Benedicte. “Después de años de sentir el temblor de la guerra, cosechamos bajo una tregua. Frágil, sí, pero tregua. Las aceitunas están más verdes, más firmes. Tal vez no sea sólo un buen año agrícola. Tal vez estemos siendo escuchados.”

Un testimonio al mundo

Las imágenes de las nuns cosechando, los voluntarios clasificando aceitunas y los monjes operando la prensa ya han dado la vuelta al mundo. Mucha gente lo considera un símbolo de esperanza en medio del conflicto. “Hoy más que nunca, recolectar aceitunas en Jerusalén tiene un mensaje poderoso”, dice Amira, periodista y activista por la paz. “Es una forma de decir: la vida sigue. La fe también.”

Para las hermanas del Monte de los Olivos, no hay una fecha límite para seguir con esta tradición. “Mientras los árboles sigan creciendo, nosotros los recogeremos,” concluye la hermana Colomba. “Como una oración silenciosa al cielo.”

Este artículo fue redactado con información de Associated Press