Elecciones parlamentarias en Irak: ¿Una esperanza democrática o más de lo mismo?

Con una mezcla explosiva de tensiones geopolíticas, milicias armadas y promesas incumplidas, Irak se prepara para unos comicios que podrían redefinir su futuro político, aunque el desencanto ciudadano amenaza con eclipsar las urnas.

El escenario: una elección crítica en tiempos convulsos

Irak se encuentra a semanas de llevar a cabo unas elecciones parlamentarias fundamentales el 11 de noviembre. Estos comicios no solo determinarán los 329 escaños del Parlamento, sino que también definirán si el actual primer ministro, Mohammed Shia al-Sudani, logra un segundo mandato, algo inusual en la historia reciente del país.

El contexto regional es delicado: a pesar de una tregua temporal en Gaza, el riesgo de una eventual confrontación directa entre Israel e Irán, que comparte frontera con Irak, continúa siendo una amenaza latente en el tablero estratégico del Medio Oriente.

La paradoja de al-Sudani: equilibrio entre Washington y Teherán

Mohammed Shia al-Sudani accedió al poder en 2022 gracias al apoyo del Marco de Coordinación Chiita, una alianza de partidos pro-Irán. No obstante, su mandato ha estado marcado por una política de equilibrios, intentando mantener relaciones funcionales tanto con Irán como con Estados Unidos.

Washington ha aumentado la presión sobre al-Sudani por la influencia que aún mantienen las milicias apoyadas por Irán en territorio iraquí, aunque el mandatario insiste en que aquellas agrupaciones armadas que se convierten en partidos políticos tienen derechos constitucionales de participar en la vida democrática del país.

¿Quién compite y quién no?

  • Más de 7,700 candidatos se presentan: 2,248 mujeres y 5,520 hombres.
  • Los favoritos provienen de bloques chiitas (como los liderados por el ex primer ministro Nouri al-Maliki), facciones sunitas (encabezadas por figuras como Mohammed al-Halbousi), y los dos principales partidos kurdos.

Ausencias notables marcan también esta elección. La poderosa Corriente Sadrista, liderada por el influyente clérigo Muqtada al-Sadr, ha anunciado su boicot a las urnas, repitiendo su retiro de 2021 tras el fracaso de formar gobierno. Otro ausente es el ex primer ministro Haider al-Abadi y su coalición Al-Nasr, en protesta por presunta corrupción sistémica en el proceso electoral.

Entre promesas democráticas y realidades oscuras

Mientras algunos movimientos surgidos de las protestas sociales de 2019 intentan incidir en el proceso, han sido incapaces de consolidarse ante la falta de financiamiento y cohesión interna. Esto deja el espacio abierto a una dinámica partidista tradicional dominada por viejas élites, muchas de ellas ligadas a milicias.

La sombra de la compra de votos

La corrupción parece empapar todo el proceso electoral. Bassem al-Qazwini, analista político iraquí, calificó estos comicios como "los más manipulados desde 2003". Se estima que el precio de una tarjeta de votación llega hasta los 300,000 dinares iraquíes (alrededor de $200 USD).

La Comisión Electoral ha prometido tomar medidas, pero su credibilidad está en duda. Prometieron descalificar a cualquier candidato que incurra en compra de votos, aunque no se han mostrado muchas pruebas de acciones concretas al respecto.

Violencia política: una campaña bajo fuego

La campaña electoral ha estado marcada por la violencia. El pasado 15 de octubre, Safaa al-Mashhadani, miembro del Concejo Provincial de Bagdad y candidato sunita, fue asesinado con un coche bomba al norte de la capital. Las autoridades atribuyen el crimen a enfrentamientos entre facciones.

Aisha Ghazal Al-Masari, colega de partido de al-Mashhadani, denunció el asesinato como "un crimen cobarde que nos recuerda los oscuros días de asesinatos políticos" tras la caída de Saddam Hussein.

Milicias con trajes de campaña

Varios partidos participantes están ligados a grupos armados, como Kataib Hezbollah o Asaib Ahl al-Haq. Aunque las Fuerzas de Movilización Popular (FMP) fueron incorporadas al Ejército en 2016, en la práctica operan con gran autonomía.

Estados Unidos ha mostrado su preocupación, instando al gobierno de al-Sudani a desarmar a las milicias pro-iraníes que amenazan la soberanía del país y los intereses estadounidenses. La participación política de estos grupos crea un dilema democrático: ¿es posible convocar a elecciones libres mientras parte de los participantes mantienen arsenales paralelos?

¿Más esperanza o más de lo mismo?

Pese a todo, más del 50% de los iraquíes encuestados por Al-Mustakella Research Group, asociado a Gallup International, cree que el país va en la dirección correcta; una mejora notable en comparación con los niveles de pesimismo desde 2004.

No obstante, solo un primer ministro desde 2003 ha logrado un segundo mandato: Nouri al-Maliki. Las posibilidades de al-Sudani dependen no solo del voto, sino también de acuerdos entre bloques y de arbitrio regional e internacional.

Según Ihsan al-Shammari, profesor de estudios estratégicos en la Universidad de Bagdad, “el cargo de primer ministro no depende únicamente de los resultados electorales, sino de los pactos entre las élites políticas”.

Desencanto ciudadano: ¿para qué votar?

En lugares como Ciudad Sadr, los carteles con lemas como “No votamos por orden del líder al-Sadr. No a EE. UU., no a Israel, no a la corrupción” reflejan un sentir profundo de desilusión.

Muchos iraquíes apuntan a servicios públicos deficientes como la razón de su apatía. Saif Ali, residente en Bagdad, dijo que no piensa votar: “Desde 2003, ¿qué pasó con la electricidad? Nada. ¿El agua? Sequía. ¿Entonces para qué votar?”

Un país entre urnas, balas y esperanzas rotas

Irak enfrenta una elección cargada de simbolismo y de implicaciones profundas. La esperanza de renovación democrática choca con una realidad compleja: redes clientelares, milicias armadas, corrupción sistémica y la sombra insistente de potencias extranjeras que orbitan sobre la soberanía nacional.

¿Podrán estas elecciones ofrecer un nuevo comienzo para Irak o serán solo otro episodio frustrante en su largo camino hacia una democracia funcional y soberana? A pocos días de las votaciones, la respuesta parece más incierta que nunca.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press