Europa en la encrucijada: ¿actor pasivo o protagonista decisivo en la paz de Gaza?

La Unión Europea, marginada del alto el fuego entre Israel y Hamás, busca recuperar influencia con propuestas humanitarias, diplomáticas y de seguridad para una región en llamas

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Por décadas, la Unión Europea (UE) ha buscado posicionarse como un actor global fuerte en los grandes conflictos mundiales. Su poder económico, diplomático y sus aportes humanitarios la han mantenido entre los principales jugadores internacionales. Sin embargo, la reciente crisis en Gaza ha puesto en entredicho su papel, alimentando tanto una reflexión interna urgente como una crítica externa feroz.

¿Una potencia irrelevante?

Durante años, la UE ha sido el mayor donante de ayuda humanitaria para los territorios palestinos. Sólo en 2022, el bloque y sus estados miembro contribuyeron con más de 850 millones de euros en asistencia directa al pueblo palestino, principalmente a través del apoyo a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y agencias como la UNRWA.

A pesar de esa inversión sostenida, Europa quedó prácticamente marginada de las negociaciones que condujeron al último alto el fuego entre Israel y Hamás. La iniciativa, mediada por Estados Unidos, sorprendió por la ausencia europea en la mesa. Esto motivó una dura declaración del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, quien afirmó: “Europa se ha vuelto irrelevante y ha mostrado una debilidad enorme.”

Desde entonces, líderes europeos como la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el primer ministro de Luxemburgo, Luc Frieden, han lanzado una ofensiva diplomática para recuperar protagonismo. Pero, ¿es tarde ya para que Europa recupere su influencia en uno de los conflictos más inflamables del planeta?

Los desafíos de un bloque dividido

Internamente, la UE enfrenta profundas divisiones cuando se trata del conflicto israelo-palestino. Mientras países como Irlanda, Bélgica y España han expresado fuertes críticas a las políticas israelíes —e incluso llamadas para suspender acuerdos comerciales— otros como Alemania y República Checa tradicionalmente respaldan con firmeza a Israel.

Estas posturas dispares complican una acción europea unificada, como lo señaló Kaja Kallas, Alta Representante para Política Exterior: “Para que Europa tenga peso geopolítico, debe hablar con una sola voz. De lo contrario, estamos condenados a ser espectadores.”

La fractura se ha radicalizado tras el conflicto más reciente, con imágenes que han vuelto a dividir a la opinión pública y han generado protestas masivas en múltiples capitales europeas. El escándalo sobre reconocimientos mutuos, embajadores retirados y bloqueos a ayudas también ha tensado las relaciones con Israel y con ciertos aliados tradicionales.

Propuesta europea: de la ayuda a la acción política

Pese al desencanto, la UE ha lanzado un triple enfoque para intentar recuperar relevancia:

  1. Reforzamiento de la ayuda humanitaria: La Comisión Europea ha prometido duplicar los envíos de alimentos y medicinas a Gaza, aprovechando su red logística y su experiencia operativa en entornos de crisis. Esto incluye revivir la Misión de Asistencia Fronteriza en Rafah, suspendida tras el colapso del anterior alto el fuego.
  2. Participación en la estabilización: Europa ha propuesto involucrarse en el “Board of Peace”, un órgano de transición que supervisaría el cumplimiento del alto el fuego, el desarme de grupos armados y el retorno de la policía civil a Gaza. La idea incluye trasladar el programa de apoyo policial que actualmente opera en Cisjordania hacia Gaza.
  3. Presión diplomática: Von der Leyen anunció intenciones de aplicar sanciones selectivas y suspender parcialmente preferencias comerciales con Israel si se perpetúa la violencia. No obstante, el entusiasmo inicial por estas medidas ha disminuido desde la firma del alto el fuego impulsado por Estados Unidos.

La pregunta clave sigue sin respuesta: ¿puede una intervención humanitaria traducirse en capital político real?

Un papel histórico que se desvanece

Históricamente, la UE ha jugado un rol importante en los Acuerdos de Oslo en los años 90 y fue crucial en la financiación de la ANP. También impulsó la Iniciativa de Paz de Barcelona y creó mecanismos de monitoreo en frontera tras la retirada israelí de Gaza en 2005.

Sin embargo, todos esos esfuerzos han sido progresivamente sustituidos por actores con mayor capacidad de presión, como EEUU, Egipto o Catar. Para algunos analistas, el poco músculo militar y la incapacidad para equilibrar intereses entre socios tan dispares hacen que Europa no pueda hacer más que reaccionar con declaraciones y dinero.

Como señaló el experto Josep Borrell en una ponencia reciente del European Council on Foreign Relations: “Europa corre el riesgo de convertirse en el cajero automático de Medio Oriente, sin capacidad de moldear los acontecimientos.”

La baza diplomática: ¿puede Europa ser un mediador imparcial?

Una perspectiva favorable sugiere que Europa, al no ser percibida como una potencia con agenda de poder en la región, podría ejercer un rol de mediador más neutral, especialmente si logra una coordinación con Naciones Unidas.

Este argumento es reforzado por Kaja Kallas, quien indicó que “el papel de Europa no debe limitarse a pagar la reconstrucción”, sino participar también en el diseño político del futuro de Gaza. Según ella, es esencial prevenir una nueva radicalización y evitar que el vacío de seguridad lo ocupe nuevamente Hamás o facciones más extremas.

Entre la reconstrucción y la geoestrategia

La reconstrucción de Gaza, devastada por campañas militares cíclicas, requiere miles de millones de euros y una estructura institucional robusta. La UE ha propuesto liderar una alianza internacional de financiamiento junto con socios árabes y multilaterales como el Banco Mundial.

Pero incluso estas propuestas técnicas chocan con la realidad política. La disposición de Israel para aceptar un papel europeo ampliado es escasa, condicionada por garantías de seguridad e incompatibilidades políticas. Y en Gaza, no está claro si la ANP puede asumir el control con legitimidad suficiente frente a una población fragmentada y traumatizada.

Las implicaciones globales

El papel de Europa en Gaza no sólo afecta su prestigio como actor internacional. Tiene implicaciones para su política migratoria, su seguridad interna y su reputación en otras regiones clave como Ucrania, el Sahel o el Indo-Pacífico.

Además, no involucrarse proactivamente podría minar aún más la ya golpeada cohesión interna del bloque, donde populismos de izquierda y derecha critican el aparente doble rasero entre la acción europea en Medio Oriente versus Ucrania.

¿Y ahora qué?

La UE debe decidir si acepta su papel actual como potencia financiera sin músculo diplomático o usa esta crisis como oportunidad de reforma, coordinación y visión estratégica. De lo contrario, su sueño de autonomía geopolítica quedará relegado a los discursos y comunicados conjuntos.

Como bien dijo Luc Frieden al llegar a la cumbre en Bruselas: “Gaza no termina con el alto el fuego. La paz aún no es permanente.”

Y Europa, si quiere influir en esa paz, tendrá que actuar rápido, hablar con una sola voz y transformar la ayuda en acción concreta.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press