Michael Smuss: el artista que enfrentó al nazismo con cócteles Molotov y pinceles

La historia del sobreviviente del Gueto de Varsovia que desafió al Tercer Reich con fuego y luego con arte

Una vida marcada por el horror y la resistencia

Michael Smuss, fallecido el 21 de octubre a los 99 años, no fue solo un sobreviviente del Holocausto. Fue combatiente, artista, testigo de una de las mayores atrocidades del siglo XX y un faro de memoria histórica para las generaciones posteriores. Su historia, entrelazada con la resistencia armada del Gueto de Varsovia en 1943, es testimonio de la dignidad humana frente al terror más absoluto.

Nacido en 1926 en la entonces Ciudad Libre de Danzig (hoy Gdansk, Polonia), Michael Smuss vivió en carne propia las consecuencias de la maquinaria genocida nazi. En 1940 fue uno de los cientos de miles de judíos obligados a concentrarse en el Gueto de Varsovia, una zona densamente poblada —más de 500,000 personas en su momento cúspide— donde el hacinamiento, la enfermedad y el hambre eran compañeros cotidianos.

El Gueto de Varsovia y la llama de la insurrección

Las condiciones inhumanas del gueto forjaron una voluntad férrea en muchos de sus habitantes. Michael Smuss se unió a la resistencia judía en el corazón del infierno, específicamente a un grupo liderado por Mordechai Anielewicz, líder de la famosa Organización Judía de Combate (ZOB, por sus siglas en polaco).

La resistencia armada no solo contaba con pistolas o granadas. Smuss, mientras trabajaba forzado restaurando cascos militares nazis, encontró una sustancia química utilizada para diluir pintura. Descubrió que también podía servir para fabricar cócteles Molotov. Arriesgando su vida, robó cuanto pudo y los distribuyó entre los combatientes del gueto. Aquellas botellas incendiarias serían cruciales cuando las tropas de la SS ingresaron el 19 de abril de 1943 para eliminar lo que quedaba del gueto.

“Subimos a los techos y empezamos a arrojarlas justo cuando entraban”, relató Smuss en una entrevista grabada en 2020 para el Museo del Condado de Sumter (EE. UU.).

El levantamiento: 27 días de valentía desesperada

El levantamiento del Gueto de Varsovia marcó la primera gran rebelión urbana contra el nazismo. Aunque estaba condenado al fracaso desde el punto de vista militar, tuvo un gran valor simbólico.

Durante casi un mes, un grupo de mal armados luchadores judíos, entre ellos Smuss, resistió con ferocidad contra las tropas alemanas. Hombres y mujeres jóvenes arrojaban cócteles Molotov desde las alturas. Una joven llamada Mira Fuchrer, combatiente cercana a Anielewicz, escribió en su diario que “cada disparo nuestro es un grito de existencia contra el olvido”.

Smuss fue uno de los pocos en sobrevivir. Fue capturado por las fuerzas nazis y enviado en un transporte rumbo al campo de exterminio de Treblinka. El destino, sin embargo, intervino: fue devuelto porque los nazis necesitaban mano de obra para otras labores.

De la barbarie al exilio

Después de escaparse de una muerte segura, Smuss vivió el horror de varios campos de concentración y un largo marcha de la muerte en la primavera de 1945. Cuando todo terminó, había perdido familia, amigos y una parte de su mundo, pero no su capacidad de reconstruirse.

Se trasladó a los Estados Unidos, donde formó una familia y posteriormente emigró a Israel. Fue allí donde, décadas después, comenzaría un nuevo camino. Uno tan intenso como sus años en resistencia: el de la sanación a través del arte.

Del fuego al lienzo: el arte como memoria

En Israel, Smuss experimentó otra forma de luchar: tomó pinceles para pintar ausencias, gritos, recorridos obligados por vagones de ganado, llamas que no se apagan.

En 2020, el Museo del Condado de Sumter en Carolina del Sur debutó una exposición de su arte con el título “Memoria en llamas”. Los cuadros, impregnados de tonos oscuros y texturas densas, eran su forma de contar aquello que a veces las palabras no alcanzaban.

Sus composiciones impresionaban por lo visceral, por el uso de color para representar la pérdida. Su nieto, Paul Diedrich, contó que Smuss “mostraba el Holocausto a estudiantes alemanes. No con odio, sino para que entendieran lo inimaginable”.

Humor en medio del horror

Una de las facetas más sorprendentes de Michael Smuss, según quienes lo conocieron, fue su capacidad para reír. A pesar de haber vivido lo peor que el siglo XX podía ofrecer, conservó un sentido del humor tierno, irónico, a veces oscuro, pero siempre lúcido.

“Se reía conmigo incluso a los 99 años”, dijo su sobrino-nieto, Paul. “Era como si al reírle en la cara al destino, asegurara un poco de victoria más allá de la supervivencia física”.

El legado de Michael Smuss

La vida de Smuss es una ventana hacia una época en la que el brutal aparato nazi quiso exterminar no solo cuerpos, sino también voces. Él desobedeció esa consigna con un doble acto de rebeldía: primero, combatiendo desde las ruinas del Gueto de Varsovia; luego, resistiendo al olvido a través del arte y testimonio.

En 2020, la Fundación Yad Vashem destacó su obra como “una de las más conmovedoras formas de reconstrucción emocional pos-Holocausto”. Cabe destacar que en 2013, de los aproximadamente 13,000 combatientes del Gueto, menos de 100 seguían vivos.

Smuss vivió para contar, pintar, y enseñar, incluso regresando a Alemania para dar charlas en escuelas. Su mensaje puede resumirse en sus propias palabras, dichas en un video conmemorativo:

“Sobrevivir no fue una victoria. Convertir esa vida prestada en una herramienta de memoria sí lo fue.”

Una última despedida

Su funeral se celebró en Israel con honores, y en presencia de sobrevivientes, familiares, y educadores. Su viuda, Ruthy, reveló que sus últimas palabras fueron: “Acuérdense de contar todo. Todo.”

Y lo haremos, Michael. A través de lienzos, museos, y este artículo, tu fuego sigue vivo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press