Trump, Cuomo y un Darth Vader en Washington: tres relatos de poder, protesta y polémica en EE. UU.
Desde la demolición del ala este de la Casa Blanca hasta una sátira galáctica con marchas imperiales: cómo el poder político y la protesta ciudadana chocan en los escenarios más insólitos.
Un baile de poder: el nuevo y polémico salón de baile de Trump
La Casa Blanca ha sido testigo de muchas transformaciones arquitectónicas, pero la más reciente ha generado controversia tanto dentro como fuera del círculo político estadounidense. El expresidente Donald Trump, fiel a su estilo grandilocuente, ha decidido demoler el Ala Este del emblemático inmueble con el propósito de construir un salón de baile de $300 millones. La estructura de dos pisos, que albergaba oficinas y servía como conector hacia el cuerpo principal de la Casa Blanca, ha sido reducida a escombros.
Trump justificó la demolición afirmando que mantener esa ala habría "dañado un edificio muy, muy caro y hermoso", haciendo referencia al nuevo salón de eventos que –según él– presidentes anteriores han soñado tener. Sin embargo, la decisión ha sido interpretada por muchos como una expresión simbólica del enfoque autoritario y estético que siempre caracterizó a su administración.
“Si los presidentes querían un salón de baile, probablemente imaginaron algo que no duplicara el tamaño de la Casa Blanca,” señaló The Washington Post. Trump ya había sido acusado durante su presidencia de convertir espacios públicos en símbolos de vanidad personal, y esta decisión parece alimentar aún más esa percepción.
La batalla de Nueva York: el inesperado respaldo de Adams a Cuomo
Del urbanismo a la arena electoral, otra historia de alianzas inesperadas ocurre al norte, en Nueva York. El alcalde saliente Eric Adams ha decidido apoyar a Andrew Cuomo en su campaña por recuperar el control político en las elecciones para la alcaldía de la ciudad, pese a que recientemente lo tachó de “víbora y mentiroso”.
La decisión ha causado controversia, ya que Cuomo fue derrotado en las primarias por Zohran Mamdani, un joven asambleísta demócrata y socialista de 34 años. La elección general se ha tornado en una suerte de referéndum ideológico en la ciudad: entre el intento de regresar a un gobierno de centro (representado por Cuomo), el avance de las ideas progresistas (con Mamdani) y una candidatura conservadora que se niega a desaparecer, la de Curtis Sliwa.
Adams, quien abandonó su campaña a raíz de un escándalo federal del que fue absuelto gracias a la intervención de la administración Trump, ahora parece apostar por una figura con tanto bagaje político como Cuomo. Esta movida ha generado hipótesis sobre un posible retorno del “establishment” centrista a través de alianzas impensadas.
“El hecho de que Adams y Cuomo se hayan encontrado en el Madison Square Garden y aparecieran sonrientes juntos tras la final del debate refleja cómo las figuras políticas están dispuestas a reconciliarse por mantener o recuperar poder”, opinó en Politico la analista electoral Thalia Sánchez.
Este apoyo llega en un momento donde el margen de maniobra de Cuomo parece disminuir: si Sliwa no se retira, los votos de la derecha podrían fragmentarse, dificultando su victoria. En respuesta, Cuomo ha recurrido a medios conservadores para pintar la candidatura de Mamdani como un salto al caos.
Una marcha imperial contra las tropas: protesta galáctica en Washington
Y si hablamos de protestas inusuales, Washington ha sido escenario de una acción tan irreverente como simbólica. Sam O’Hara, un ciudadano de 35 años, ha demandado al Distrito de Columbia alegando que fue detenido ilegalmente por seguir una patrulla de la Guardia Nacional mientras reproducía la Marcha Imperial (la música del villano Darth Vader en Star Wars) desde su celular.
O’Hara afirma que su intención era protestar pacíficamente contra la presencia militar ordenada por Donald Trump tras declarar una "emergencia de criminalidad". En cuestión de semanas, más de 2.300 efectivos de la Guardia Nacional patrullaban D.C., una ciudad que, por tradición constitucional, prohibía la presencia de tropas en funciones policiales civiles.
“El uso de la Marcha Imperial no era una provocación, era una metáfora”, afirmó O’Hara en una entrevista con NPR. Su acción fue vista por muchos como una sátira visual y sonora del autoritarismo, pero terminó con él esposado por 20 minutos, sin cargos formales, y bajo lo que él describe como una violación a sus derechos de libre expresión y protección ante detención arbitraria.
La demanda, representada por la ACLU, subraya que “si bien podría haberse tolerado la represión imperial hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana, en nuestro presente, la Primera Enmienda protege el derecho a la crítica simbólica”.
¿Qué tienen en común estos tres relatos?
Pese a lo diferentes que puedan parecer–una obra arquitectónica exuberante, una alianza política sorprendente y una protesta con sintonía galáctica–los tres relatos destacan una constante en la política contemporánea de Estados Unidos: el poder y su narrativa visual son más importantes que nunca.
La demolición de la Casa Blanca simboliza la reconversión del símbolo presidencial hacia algo más espectacular, pero quizás menos funcional. El respaldo de Adams a Cuomo pone en evidencia las estrategias crudas de supervivencia política, y la demanda de O’Hara es una prueba de que la sátira sigue siendo una de las herramientas más poderosas de resistencia ciudadana.
En un país donde la política se juega tanto en las urnas como en los escenarios mediáticos, las metáforas audiovisuales, las marchas musicales y las alianzas insospechadas bien podrían marcar el tono de la narrativa democrática que está por venir. Como decía George Lucas: “El poder sin control lleva inevitablemente al Lado Oscuro”.
Y, al parecer, la Fuerza (de la ley, la protesta o el ego) todavía despierta en Washington y Nueva York.
