Brasil, petróleo y contradicciones climáticas: ¿COP30 puede marcar un nuevo rumbo?
Exploración petrolera en la Amazonía y crisis de alojamiento ensombrecen la agenda climática del país anfitrión
Brasil: un anfitrión bajo escrutinio
A menos de un año del inicio de la COP30 —la cumbre climática anual organizada por la ONU— Brasil se encuentra atravesando una paradoja ambiental. Mientras el país se prepara para recibir a más de 160 delegaciones internacionales en la ciudad amazónica de Belém, el gobierno ha generado controversias por aprobar nuevas licencias de exploración petrolera en una de las regiones más biodiversas del planeta. La presidenta de la COP30 y jefa nacional de cambio climático, Ana Toni, ha defendido públicamente los preparativos del país, asegurando que "80% de las delegaciones ya tienen garantizado el alojamiento" y que los problemas logísticos están siendo resueltos con rapidez. Sin embargo, la combinación de escasez de hospedaje, aumento exponencial de precios y una decisión ambiental aparentemente incongruente ha desatado críticas internas e internacionales.Un turismo climático con tarifas cinco estrellas
Los precios de los hoteles en Belém se han disparado a cifras que superan los cientos de dólares por noche, y la falta de camas para recibir a organizaciones no gubernamentales, delegaciones de países en vías de desarrollo o periodistas ambientales ha sido señalada por muchos como un obstáculo para una representación verdaderamente equitativa. “Esta es una cumbre climática, no el carnaval de Río,” ironizó Márcio Astrini, secretario del Observatorio del Clima, una red de 133 organizaciones ambientalistas. “Hemos perdido tiempo valioso hablando sobre alojamiento cuando deberíamos estar centrados en los objetivos climáticos.” La situación de hospedaje remite inevitablemente al recuerdo de Glasgow 2021, afectado por restricciones de alojamiento derivadas de la pandemia. Pero fuera de ese caso excepcional, nunca antes una cumbre climática de esta magnitud había enfrentado semejante crisis logística.Fósiles y futuro: la licencia petrolera en el corazón de la Amazonía
Apenas 20 días antes del inicio oficial de la COP30, Brasil generó otra ola de críticas al autorizar la exploración petrolera en la desembocadura del río Amazonas, una región rica en biodiversidad y con presencia de manglares únicos y arrecifes de coral poco investigados. La responsable de la prospección es nada menos que la estatal Petrobras, que asegura que estas actividades son "exploratorias" y que "no habra extracción inmediata ni producción de petróleo". Aunque la compañía afirma que jamás ha causado derrames en sus operaciones, el historial de accidentes en otras partes del mundo y la fragilidad del ecosistema amazónico generan grandes inquietudes. Según Astrini, cuyo Observatorio del Clima ha presentado una demanda judicial junto con otros siete grupos sociales, "la licencia tiene fallas técnicas" y no se evaluaron adecuadamente los riesgos de un posible derrame, ni los impactos acumulativos que tendrían múltiples pozos.¿Contradicciones inevitables o hipocresía climática?
Mientras Brasil busca reafirmarse como líder en la lucha contra el cambio climático, al mismo tiempo camina sobre la cuerda floja de las paradojas. Por un lado, el país ha reducido significativamente la deforestación en la Amazonía bajo la presidencia de Lula da Silva; por otro, ahora promueve la exploración de combustibles fósiles en la misma región. Ana Toni ha reconocido estas tensiones: “Las contradicciones que tenemos en Brasil también las tienen otros países. Nadie es perfecto. El tema de los combustibles fósiles ha estado siempre en el radar de las negociaciones climáticas.” Efectivamente, en muchas economías emergentes la necesidad de desarrollo energético se enfrenta a la urgencia ambiental. Según datos de la IEA (Agencia Internacional de Energía), Brasil obtiene el 46% de su matriz energética de fuentes renovables. En comparación, el promedio mundial es de apenas 14%. Desde esa perspectiva, defender una exploración acotada parece menos escandaloso. Sin embargo, organizaciones ambientalistas advierten que envía un mensaje contradictorio justo cuando el país desea liderar la transición ecológica global.Brasil como actor global frente a la crisis climática
La COP30 promete ser un evento bisagra para América Latina. Será la tercera vez que se realice en el hemisferio sur y la primera vez desde 2014 (cuando se celebró en Lima, Perú) que una nación amazónica asume la presidencia. Desde su reelección, Lula da Silva ha impulsado un discurso firme contra la deforestación, ha restablecido fondos ambientales abandonados por su antecesor Jair Bolsonaro y ha reinsertado a Brasil en el escenario climático internacional. Voces como la de la indígena Sônia Guajajara, ministra de Pueblos Originarios, también han cobrado fuerza en el gabinete, lo que fortalece los compromisos con los derechos indígenas y la preservación ambiental. Pero estas acciones deben verse reflejadas en el territorio. La Amazonía brasileña aún pierde, en promedio, casi 700.000 hectáreas anuales, según datos del INPE (Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales). Y más del 78% de las emisiones de CO₂ del país provienen de cambios en el uso del suelo, principalmente deforestación.El dilema energético de un mundo cambiante
El debate sobre el petróleo pone sobre la mesa una pregunta incómoda pero necesaria: ¿es posible liderar la transición energética mientras se sigue apostando al petróleo? Para Pedro Sotero, economista ambiental de la Universidad Federal de Pará, el dilema se resume así: “Brasil tiene una oportunidad única de posicionarse como líder global en energías renovables. Pero para eso deberá renunciar, tarde o temprano, a la ilusión del petróleo del siglo XXI.” La explotación del subsuelo amazónico puede traer ganancias económicas a corto plazo, especialmente para un Estado que busca reducir desigualdades regionales. Petrobras estima que el área que intenta explorar contiene reservas por hasta 5.600 millones de barriles. Sin embargo, expertos recuerdan que solo una fracción de esas reservas puede ser extraída sin sobrepasar el presupuesto global de carbono acordado en París en 2015.El papel de Brasil en la justicia climática
La presidencia brasileña de la COP30 también carga con la responsabilidad de representar al Sur Global, una región que históricamente ha emitido poco carbono pero que carga con los peores efectos del calentamiento global: inundaciones, sequías, inseguridad alimentaria. Según datos del IPCC (Panel Intergubernamental para el Cambio Climático), América Latina y África representan juntas menos del 10% de las emisiones históricas, pero registran más del 75% de las pérdidas humanas vinculadas a fenómenos climáticos extremos en la última década. “COP30 no debería ser solo una cumbre, sino una megáfono para la justicia climática. Una nueva narrativa latinoamericana desde la Amazonía al mundo,” concluye Astrini.Lo que puede (y debe) traer la COP30
Brasil tiene una oportunidad diplomática sin precedentes para establecer una agenda consensuada entre desarrollo y sostenibilidad. Algunos de los puntos críticos que podrían definir el tono y el legado de la COP30 incluyen:- Reglas claras para la transición energética justa, con enfoque en empleo y protección social
- Fondos climáticos más accesibles para países vulnerables, garantizando justicia financiera
- Protección legal de los derechos de pueblos indígenas como custodios de la biodiversidad
- Retiro ordenado y medible de los subsidios a combustibles fósiles
- Mecanismos efectivos contra el greenwashing en compromisos empresariales y gubernamentales
Este artículo fue redactado con información de Associated Press
