Cuerpos sin nombre y madres sin paz: las desgarradoras devoluciones de cadáveres en Gaza
La cruda realidad del intercambio de restos humanos entre Israel y Hamas y el drama de miles de familias palestinas que buscan a sus seres queridos desaparecidos
Los cuerpos devueltos que nadie puede identificar con certeza
Una escena recurrente de dolor se repite ahora en el patio del Hospital Nasser, uno de los pocos con morgue funcional en el sur de Gaza. Familias enteras palpitan entre la esperanza y la desesperación mientras examinan fotos impresas: imágenes de cadáveres deteriorados, irreconocibles, algunos sin ojos, sin ropa, con rostros colapsados o completamente borrosos. La tarea titánica de identificarlos recae en padres, madres y hermanos, quienes deben confiar únicamente en cicatrices, marcas de nacimiento o alguna prenda remanente.
Desde que inició el alto al fuego entre Israel y Hamas, se ha producido un intercambio insólito de restos humanos. En un acuerdo que raya lo macabro, Israel ha devuelto 195 cuerpos de palestinos como parte de un pacto que estipula el regreso de 15 cadáveres palestinos por cada cuerpo de un rehén israelí fallecido que Hamas entrega. No hay análisis forenses, no hay pruebas de ADN. Los cuerpos llegan mutilados, descompuestos y con signos visibles de haber sido atados o maltratados. La información oficial brilla por su ausencia.
La historia de Mahmoud Shabat: de muecín y futbolista a cadáver encadenado
Wahiba Shabat, una mujer de 62 años oriunda de Beit Hanoun, al norte de Gaza, encontró finalmente lo que creía improbable tras dos años de incertidumbre. Las autoridades le entregaron el cuerpo de su hijo Mahmoud: desnudo, con las manos atadas a la espalda mediante una brida, la mandíbula rota y sangre seca en la boca. Solo reconociendo al tacto una cicatriz en su cráneo confirmó que era él.
Mahmoud, un joven de 34 años, era muecín y exjugador de fútbol. El 7 de octubre de 2023, se unió a las masas que cruzaron la frontera hacia Israel tras el ataque devastador de Hamas. Desde entonces, su familia no supo más de él. Murió, aparentemente en manos del ejército israelí, y su cadáver fue almacenado sin identificación, como decenas de otros. Según fuentes médicas, tenía señales de haber estado esposado y, posiblemente, de tortura.
¿Combatientes o civiles? Una verdad complicada
Las autoridades israelíes han declarado que todos los cuerpos devueltos pertenecían a combatientes. Sin embargo, estas afirmaciones no han podido ser respaldadas por análisis independientes. La Agencia de Noticias AP revisó fotos de 162 cuerpos y pudo observar que al menos 49 llevaban uniformes militares. Pero otros portaban ropa civil, algunos eran adolescentes, e incluso uno tenía una bolsa de colostomía y otro una vía intravenosa. Para las familias, estos detalles humanos amplifican el dolor y la indignación.
“Esto es, sin duda, una emergencia forense internacional”, afirmó el profesor emérito Stephen Cordner, experto en medicina forense de la Universidad de Monash, Australia. Cordner examinó varias imágenes y aseveró que ciertas marcas e incluso heridas visibles no podrían explicarse únicamente por la conservación en morgues. “Ver cuerpos con bridas plásticas en las muñecas o cicatrices en los tobillos amerita una investigación formal independiente”, sostuvo.
La guerra sin nombre: la búsqueda desesperada en medio de la desinformación
Munir al-Bursh, alto funcionario del Ministerio de Salud en Gaza, informó que se esperan al menos 200 cuerpos más como parte del acuerdo de intercambio. A pesar de esto, ningún cuerpo entregado hasta ahora corresponde a los muchos palestinos que murieron estando bajo custodia israelí, incluidos médicos como su primo, el renombrado traumatólogo Adnan al-Bursh, fallecido en prisión en abril de 2024.
Israel no ha otorgado detalles de identidad de los cuerpos ni información sobre las circunstancias de sus muertes. Algunos cuerpos presentan números de serie con las siglas “ST”, lo que podría indicar que estuvieron retenidos en las instalaciones militares de Sde Teiman, un campamento penitenciario en el sur de Israel.
Sin forenses, sin ADN, sin verdad
En Gaza, el colapso del sistema de salud ha dificultado profundamente el análisis de estos cuerpos. Solo dos morgues están operativas. Dado que Israel prohíbe el ingreso de kits para realizar test de ADN, las familias deben confiar únicamente en sus recuerdos y en su instinto. La esperanza se torna aún más dolorosa por el deterioro físico de los cuerpos, muchos de ellos con piel congelada, ojos ausentes y miembros mutilados.
“¿Cómo puede una madre reconocer a su hijo después de un año, si lo que ve es solo un rostro manchado irreconocible?”, se pregunta Ahmed Massoud, portavoz del Centro Palestino para Desaparecidos. La ausencia de información médica, pruebas forenses y voluntad política convierte cada proceso de identificación en un duelo imposible.
Testimonios que desgarran
El caso de Shaimaa Abu Awda ilustra una realidad aún más incierta. Su hijo, Rayan, de 16 años, desapareció el 7 de octubre cuando iba a la escuela. Algunos testigos lo vieron cruzar hacia Israel junto con otros ciudadanos comunes. Hasta hoy, Shaimaa visita el hospital a diario con la frustrante esperanza de reconocerlo entre cadáveres sin nombre.
“Mi hijo no era combatiente, era un niño”, afirma, sin contener las lágrimas. “Si ha muerto, aceptaré la voluntad de Dios. Pero lo que más deseo es encontrar su cuerpo y enterrarlo. Esa sería mi única paz”.
Dignidad más allá de la muerte: lo que exige el derecho internacional
La situación en Gaza transgrede no solo los umbrales del sufrimiento humano, sino también las normativas del derecho internacional humanitario. Los Convenios de Ginebra sostienen el derecho de las familias a conocer la suerte de sus seres queridos y estipulan la obligación de las partes en conflicto de identificar de manera respetuosa a los muertos en guerra.
El Comité Internacional de la Cruz Roja ha intentado intervenir, facilitando camiones frigoríficos para Nasser Hospital. Aun así, la falta de cooperación israelí para permitir la entrada de kits forenses o simplemente brindar datos básicos sobre los fallecidos, obstruye cualquier intento de lograr justicia para los muertos y cierre para los vivos.
Una tragedia humanitaria que no cesa
Desde el inicio de la guerra —tras la brutal incursión de Hamas en octubre de 2023, que dejó más de mil civiles israelíes muertos y decenas de miles desplazados en Gaza— miles de personas han desaparecido. Según organismos de derechos humanos, muchas fueron asesinadas extrajudicialmente, arrestadas sin juicio o víctimas de bombardeos indiscriminados que afectaron no solo combatientes, sino hospitales, escuelas y zonas residenciales.
La falta de información y de voluntad para esclarecer estos acontecimientos añade una capa tétrica a un conflicto ya de por sí sangriento. Cada cuerpo que regresa sin nombre, cada familia que queda esperando respuestas y cada madre que recorre las fotos esperando una señal, son testimonios vivos de un drama aún no resuelto, en el cual el reconocimiento de los muertos puede ser el primer paso hacia la sanación colectiva de un pueblo.
El valor de saber dónde están nuestros muertos
“Gracias a Dios enterré a mi hijo”, repite Wahiba Shabat como un mantra entre lágrimas. “Que Dios consuele a cada madre y le permita saber dónde están sus hijos”. Parece una súplica simple, pero contiene una fuerza demoledora en un contexto donde la desinformación, la guerra y la deshumanización despojan incluso a la muerte de su último acto de dignidad: ser llorado, ser enterrado, ser recordado.
