Entre el sudor y el sol: trabajadores agrícolas frente a la amenaza del calor extremo

Investigadores en California estudian cómo las altas temperaturas afectan la salud de quienes producen nuestros alimentos

Un amanecer entre cañas de azúcar

En el Valle Imperial de California, cuando Raúl Cruz comienza su jornada laboral aún es de noche. Junto con otros trabajadores del campo, corta, limpia y agrupa caña de azúcar antes de que el sol se eleve por completo. No madrugan por gusto, sino por supervivencia: para las 8 a.m., el calor ya se vuelve un enemigo invisible pero letal, capaz de provocar agotamiento e incluso golpes de calor.

“Tenemos que hacerlo porque necesitamos vencer al calor”, dice Cruz, quien lleva 15 años trabajando en estos campos. Su jornada termina alrededor de las 10 a.m. Pero para entonces, ya ha soportado temperaturas cercanas o superiores a los 35°C (95°F).

El campo más caliente de Estados Unidos

El Valle Imperial es una región agrícola vital: está rodeado por el río Colorado, el Mar de Salton y la frontera con México. Produce más del 66% de las verduras de invierno que se consumen en todo EE.UU. y sostiene miles de empleos. Pero con más de 120 días al año con temperaturas mayores a 35°C (95°F) y picos que superan los 43°C (110°F), se ha convertido también en una zona con altos índices de estrés térmico.

En 2024, el condado de Imperial tuvo la mayor cantidad de enfermedades laborales relacionadas al calor en todo el estado, según datos del Departamento de Salud de California. Y esto podría empeorar: desde inicios del siglo XX, las temperaturas del estado han subido casi 1.7°C, y el sur de California se está calentando casi el doble de rápido que el norte.

Una nueva ciencia para un viejo problema

Frente a esta amenaza creciente, investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Estatal de San Diego (SDSU) liderados por el profesor asistente Nicolás López-Gálvez están utilizando tecnología de punta para mapear y documentar el impacto del calor en los trabajadores agrícolas.

Durante dos años, cientos de jornaleros en los valles de Imperial y Coachella han portado monitores corporales que miden temperatura interna, ritmo cardíaco y signos de estrés térmico, mientras que sensores ambientales registran temperatura, humedad, viento y radiación solar a nivel de suelo. Esta información, junto con imágenes satelitales, les permite identificar "islas de calor" rurales en los campos, y evaluar cómo ciertos cultivos —como la caña de azúcar o la lechuga— afectan la exposición térmica de los trabajadores.

“Es mejor actuar ahora que esperar que haya muertes,” advierte López-Gálvez.

Más calor, menos descanso

Uno de los hallazgos clave del equipo ha sido la falta de pausas adecuadas para recuperación. Aunque California tiene normativas sobre protección contra enfermedades por calor, pocas veces se aplican con rigurosidad. Muchos trabajadores no reciben los descansos requeridos por ley —ni hidratación suficiente— cuando el termómetro se dispara.

“Nos dimos cuenta de que no hay lineamientos claros sobre cuánto descanso necesitan los trabajadores según la temperatura,” explica López-Gálvez. “E incluso cuando lo saben, a veces los supervisores no lo permiten porque la presión para cumplir con la producción es muy alta”.

La paradoja del riego: ¿enfriar o calentar?

Otra conclusión reveladora proviene del análisis del microclima agrícola. Una investigación publicada recientemente reveló que, durante el día, el riego puede bajar el "wet bulb globe temperature” —una medida clave del estrés térmico— gracias a la evaporación del agua. Sin embargo, por la noche, esta humedad extra puede impedir que los cuerpos de los trabajadores se enfríen de forma natural, manteniéndolos expuestos a un calor persistente incluso cuando ya dejaron de trabajar.

“La temperatura elevada nocturna impide la recuperación fisiológica después de un día intenso bajo el sol,” explicó Sagar Parajuli, especialista en geografía climática y autor del estudio.

Peor para quienes cosechan en el suelo

Los datos muestran que quienes trabajan con cultivos de suelo, como espinaca, lechuga o caña de azúcar, están más expuestos al calor que aquellos que cosechan frutas de árboles como duraznos o cítricos. Esto se debe, entre otras cosas, a la poca sombra que ofrecen las plantas cortas y a que suelen cultivarse en meses extremadamente cálidos.

“El tipo de cultivo, el horario de trabajo y la zona hacen una gran diferencia en cómo se acumula el calor en el cuerpo,” dice López-Gálvez.

Testimonios de quienes resisten

Ana Solorio, de la organización Líderes Campesinas, recuerda que cuando cosechaba uvas en la zona de Coachella, se sentía como si se asfixiara.

“Con la humedad, era insoportable. Me fui después de una temporada. Nunca volví en verano; sólo en los meses frescos del invierno para cortar lechuga,” dice Solorio, quien ahora colabora con los investigadores para sensibilizar a la comunidad y exigir políticas más estrictas.

¿Qué se puede hacer?

El equipo de SDSU no se queda en la teoría. Con los datos que han acumulado, ya han emitido recomendaciones específicas para la frecuencia de los descansos, el tipo de prendas más eficaces, el horario óptimo de trabajo e incluso la ubicación ideal para refugios móviles con sombra e hidratación.

Pero la implementación sigue siendo un reto. La industria agrícola opera con estrechos márgenes de ganancia y depende en gran medida de mano de obra temporal y muchas veces indocumentada, por lo que las denuncias por condiciones laborales se mantienen bajas.

“Uno de nuestros mayores obstáculos es que los trabajadores temen perder el empleo si exigen condiciones más seguras”, señala López-Gálvez.

El futuro del estudio: del Valle Central a Arizona

Actualmente, SDSU planea extender este trabajo al Valle Central de California —otro epicentro agrícola y térmico— y eventualmente a Yuma, Arizona. “Queremos crear un mapa completo del estrés térmico en el suroeste agrícola de EE.UU.”, comparten.

Estas investigaciones también buscan influir en políticas públicas. Con el respaldo de fundaciones como Walton Family Foundation, el equipo espera que legisladores estatales y federales establezcan reglas claras y exigibles sobre pausas por calor, y que se desarrolle tecnología accesible —como sensores portátiles de bajo costo— disponible para cualquier jornalero.

Un trabajo esencial, una vida en riesgo

Desde hace décadas, el trabajo del campo ha sido invisible para muchos. Pero el cambio climático y el aumento global de las temperaturas están sacando a la luz algo que los científicos ya advierten: los más pobres y los más expuestos serán los primeros en enfermar y en morir.

Y en EE.UU., eso significa los trabajadores agrícolas, muchos de los cuales provienen de comunidades latinas, migrantes y vulnerables.

“No podemos permitir que quienes sostienen nuestra economía alimentaria sean ignorados,” dice Ana Solorio. “Si no protegemos su salud, ¿quién va a sembrar, cosechar y alimentar a este país?”

Este artículo fue redactado con información de Associated Press