Quinceañeras a los 70: El poder sanador de cumplir sueños tardíos en Colombia
Una celebración que rompe barreras sociales, honra la resiliencia femenina y redefine el significado de la tradición
La historia de Rosalba Casas —una mujer de 72 años que por fin vivió su fiesta de quinceaños— se ha convertido en un símbolo de esperanza, resiliencia e inclusión social en Colombia. Junto a otras 28 mujeres mayores, vivió una celebración tan esperada como extraordinaria, organizada por la Fundación Sueños Hechos. Pero esta historia no trata solo de un grupo de abuelas cumpliendo su anhelo juvenil; trata de cómo una sociedad puede cerrar heridas antiguas con gestos cargados de dignidad, belleza y justicia simbólica.
Una fiesta con décadas de espera
En Colombia, como en muchos países de América Latina, la quinceañera representa un ritual de paso fundamental. Se trata de un evento festivo que marca oficialmente la transición de niña a mujer. Sin embargo, para cientos de miles de niñas criadas en contextos de extrema pobreza, esta tradición resulta inalcanzable. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), aproximadamente el 31% de los colombianos aún viven en condiciones de pobreza.
Rosalba Casas, nacida en un hogar humilde de Bogotá, fue una de esas niñas que jamás pensaron en festejar con vestido de gala, maquillaje o bailes. A los 15 años, en lugar de recibir felicitaciones, trabajaba como empleada doméstica junto a su madre.
“No recibí ni siquiera un saludo ese día. Fue un día más de trabajo”, recuerda. Pero el pasado viernes se subió por primera vez a una limusina, ataviada con un brillante vestido rosa pastel y una tiara de princesa. No dejó de sonreír ni un instante.
Una fundación que convierte sueños en realidad
Esta historia fue posible gracias al trabajo de Freddy Alfonso Páez, un exoficial de policía que en 2018 fundó con sus hermanos la Fundación Sueños Hechos. Inicialmente, se enfocaron en celebrar quinceañeras para niñas en situación de vulnerabilidad. Pero pronto pensaron en otro grupo de mujeres invisibilizadas: aquellas que jamás tuvieron su fiesta de 15 por culpa de las difíciles circunstancias de sus infancias.
“Muchas de estas mujeres, como mi propia madre, nunca tuvieron esa oportunidad. Entonces dijimos: ¿por qué no ahora?”, explica Páez. Desde entonces, la fundación ha organizado fiestas para 128 mujeres mayores.
Los recursos para estas fastuosas celebraciones provienen de patrocinadores privados que donan comida, vestidos, maquillaje profesional, música, limusinas y espacio de eventos. Incluso la Policía Nacional de Colombia participa voluntariamente, escoltando a las quinceañeras, bailando con ellas y conformando una guardia de honor a la entrada del salón.
Cuando sanar el alma importa más que la edad
Una de las imágenes más conmovedoras fue ver a mujeres de 60, 70 y hasta 85 años salir de la limusina por una alfombra roja entre aplausos, saludos y fotos de gente desconocida. Civiles se emocionaban tanto como las protagonistas. “Me sentí como una reina”, dijo María Isabel Carmona, de 71 años, mientras le aplicaban el maquillaje profesional que nunca antes había tenido.
Pero no todo fue pompa. Tras desfilar en la alfombra roja, las quinceañeras participaron en el tradicional vals, cambiaron sus zapatos por zapatillas para mayor comodidad y compartieron un baile simbólico con oficiales, familiares, hijos y nietos. Fue una mezcla perfecta entre tradición, nostalgia y nueva memoria.
Desigualdad en cifras: la cara opuesta de la tradición
- Según el Banco Mundial (2023), Colombia es uno de los países más desiguales de América Latina, con un coeficiente GINI de 0.52.
- El programa de Sueños Hechos representa uno de los pocos ejemplos en los que se reconcilia directamente con esa historia no contada de miles de mujeres que pasaron de la niñez a la adultez abruptamente, sin ritos, sin pausas, sin reconocimientos.
La pobreza estructural, la sobrecarga de tareas desde edades tempranas y el patriarcado configuraron infancias en las que una fiesta, simbólicamente crucial, no era siquiera imaginable.
La emoción de quienes ya lo daban todo por perdido
Más allá de la música y el sabor dulce del pastel, esta celebración funcionó como un poderosísimo acto de reparación. Varias mujeres confesaron haber llorado de felicidad durante toda la jornada. Algunas, al ver sus reflejos en los espejos, dijeron no reconocerse: “Esa sí soy yo, pero una yo distinta”, comentó una de las asistentes entre lágrimas.
Páez asegura que muchas padecían afecciones de salud como diabetes, hipertensión y artritis. Pero, durante esas horas, todas parecían rejuvenecer 50 años. “Cuando la música arranca y el vestido brilla, el cuerpo se les transforma”, dijo entre risas.
¿Qué significa 'ser vista' por primera vez?
Los estudios de género y memoria reconocen que los rituales de reconocimiento simbólico tienen un poderoso efecto restaurador. Según la socióloga mexicana Marcela Lagarde, “las mujeres necesitan ritos que las visibilicen desde su subjetividad y su deseo”. Estos eventos no solo aportan bienestar emocional, sino que transforman los lazos comunitarios.
En este caso, lo más relevante fue cómo decenas de personas —desde maquilladores hasta policías— contribuyeron desinteresadamente para que estas mujeres se sintieran dignas, bellas y valoradas, sin importar cuántas décadas hayan transcurrido desde su adolescencia.
Festejar a tiempo… o fuera de él
“Nunca es tarde para cumplir sueños”, dijeron varias asistentes con convicción. Esta frase, aunque repetida en múltiples contextos, cobra verdadero sentido cuando observamos lo transformador de esta jornada. Celebrar una quinceañera a los 70 años no es solo una ceremonia; es una forma poderosa de escribir una nueva página personal. Es devolver algo que socialmente se da por perdido.
Sobre todo, se trata de un mensaje colectivo: merecer alegría no tiene fecha de vencimiento.
¿Una nueva tendencia?
Gracias a la visibilidad mediática que ha alcanzado esta iniciativa en redes sociales y prensa local, ya se han acercado más organizaciones e instituciones interesadas en replicarla en otras regiones del país, como Medellín, Cali y Bucaramanga. Incluso se plantean versiones similares para adultos mayores varones que nunca celebraron un cumpleaños o boda.
La Fundación Sueños Hechos ya planea su próxima edición con la meta de duplicar el número de homenajeadas. “El cambio social empieza por actos individuales llenos de amor”, afirma Páez.
El verdadero valor de la tradición reinventada
La tradición de la quinceañera es, al final, una metáfora: el paso al mundo adulto, el reconocimiento del deseo propio y la validación comunitaria. Cuando ese paso no se da, la mujer sigue caminando, pero con una herida abierta. Sanarla a los 70 años puede parecer tardío para algunos, pero no para quien la ha cargado toda la vida.
Una limusina, un vestido rosa, un vals. Parece poco. Pero para Rosalba y sus compañeras, fue el inicio de un nuevo capítulo vital —uno lleno de dignidad, risas y baile.
