Reagan, Trump y Canadá: el anuncio que desató una tormenta ideológica y diplomática
La reacción de la Fundación Reagan a un anuncio canadiense reabre el eterno debate sobre los aranceles, el legado presidencial y la influencia de Trump en las instituciones históricas
Un anuncio con ecos del pasado: Reagan en medio de la disputa actual
En una inusual partida de ajedrez político-económico, la Fundación Ronald Reagan, encargada de preservar y promover el legado del 40º presidente de los Estados Unidos, se ha visto en el ojo del huracán por criticar un anuncio patrocinado por el gobierno de Ontario, Canadá. El anuncio, que se emitió en mercados estadounidenses, utilizó fragmentos de un discurso de Reagan de 1987 para criticar las políticas arancelarias del expresidente Donald Trump.
La disputa no tardó en escalar. Trump, fiel a su estilo combativo, reaccionó duramente en redes sociales, acusando a Canadá de "interferir en la política estadounidense" y ensalzando su postura proteccionista como una muestra de defensa de la seguridad nacional de Estados Unidos.
¿Qué dijo exactamente Reagan?
Para entender el centro del conflicto, es esencial revisar las palabras originales de Ronald Reagan. El 25 de abril de 1987, en una alocución radial, Reagan expresó una posición clara sobre los aranceles:
"Alrededor del mundo, hay una creciente comprensión de que el camino a la prosperidad para todas las naciones es rechazar la legislación proteccionista y promover la competencia libre y justa."
Reagan continuó advertiendo sobre los efectos adversos de los aranceles:
- Fomentan la dependencia de las industrias nacionales en la protección gubernamental.
- Reducen la competitividad e innovación.
- Provocan represalias de otros países y guerras comerciales.
- Resultan en precios artificialmente altos que los consumidores no pueden sostener.
Finalmente, advirtió que este ciclo lleva al colapso de mercados y pérdida masiva de empleos. Contrario a lo que afirmó Trump, el discurso —aunque contenía una defensa puntual de aranceles a productos japoneses— se mantuvo mayormente opuesto al proteccionismo como política económica.
La postura de la Fundación Reagan
La Fundación Ronald Reagan reaccionó rápidamente al anuncio canadiense, alegando manipulación de audio y amenazando incluso con acciones legales contra Ontario. Sin embargo, múltiples voces criticaron ese accionar como una capitulación ante la presión de Trump.
Paul Novosad, economista de Dartmouth College, acusó a la Fundación de "traicionar el legado de Reagan", señalando que escuchar el discurso completo confirmaba precisamente lo que señalaba el anuncio canadiense: Reagan era mayoritariamente antiarancelario.
Jason Kenney, exministro canadiense, también criticó a la Fundación por ser, según él, "fácilmente intimidada por una llamada de la Casa Blanca". La fundación, que debe permanecer políticamente neutral debido a su estatus fiscal, ahora se ve atrapada entre preservar el legado histórico y navegar las aguas actuales del populismo conservador estadounidense.
Trump, los aranceles y la reinterpretación del legado
Trump ha utilizado una política comercial basada intensamente en aranceles durante su administración, colocándose como una anomalía respecto al consenso bipartidista de las últimas décadas que favorecía el libre comercio. Esta estrategia ha supuesto la imposición de gravámenes incluso a socios estratégicos como Canadá, México y la Unión Europea.
Entre 2018 y 2020, la administración Trump impuso aranceles sobre más de $360 mil millones en bienes chinos, lo cual desencadenó una guerra comercial que afectó múltiples sectores, especialmente el agrícola y el tecnológico (PIIE).
La comparación con Reagan busca legitimar esta política bajo un falso equivalencia histórica. Si bien Reagan impuso aranceles puntuales contra Japón, su lógica partía del uso temporal de estas medidas como herramienta negociadora, no como doctrina comercial.
¿Quién gana con este conflicto?
El anuncio canadiense logró, al menos inicialmente, su propósito: presionar a la administración estadounidense para retomar las negociaciones comerciales en un contexto que se tensaba. Doug Ford, premier de Ontario y responsable del anuncio, afirmó que se retiraría progresivamente, pero que había cumplido su objetivo.
Sin embargo, el conflicto desveló algo más profundo: la toxicidad de la era Trump sobre las instituciones que tradicionalmente guardaban cierto nivel de neutralidad y reverencia histórica. Además, planteó preguntas sobre las limitaciones (o falta de ellas) en la interpretación y uso de discursos presidenciales del pasado.
La ley y los discursos presidenciales
La Fundación Reagan, aunque custodia el legado del expresidente californiano, no posee autoridad legal exclusiva sobre sus palabras. La Ley de Registros Presidenciales de 1981, firmada por Jimmy Carter, establece que los discursos de los presidentes forman parte del dominio público. Eso significa que cualquier gobierno, medio o individuo puede reutilizarlos —aunque con responsabilidad moral e interpretativa.
Ante eso, la amenaza legal a Ontario resulta más simbólica que efectiva, y da pie a una discusión sobre la apropiación del legado histórico con fines actuales.
La institucionalidad bajo presión
Lo más preocupante del episodio es cómo refleja una tendencia más amplia: el sometimiento de instituciones históricas, académicas y corporativas a las exigencias de quienes detentan o pueden detentar poder. Universidades como Columbia y la Universidad de Virginia sufrieron presiones bajo la administración Trump, al igual que gigantes como Google, Amazon y Meta, que accedieron a financiar proyectos arquitectónicos propuestos por la Casa Blanca.
El análisis político reciente sugiere que muchas de estas instituciones, para preservar financiación o evitar represalias públicas o políticas, adoptan posiciones acomodaticias que terminan erosionando su legitimidad. El caso de la Fundación Reagan no solo no es aislado, sino que puede marcar un preocupante precedente.
La reacción conservadora en Estados Unidos
El incidente también destapó grietas dentro del movimiento conservador estadounidense. Muchos republicanos tradicionales se vieron molestos por lo que consideran una distorsión del legado de Reagan.
Para muchos, el ideal reaganiano de apertura comercial, cooperación internacional y fortalecimiento del liderazgo estadounidense se aleja años luz del nacionalismo económico impulsado por Trump. Sin embargo, una nueva generación de votantes y políticos del Partido Republicano ha abrazado esa visión populista, poniendo en tela de juicio las bases del partido de las últimas décadas.
Una batalla por la narrativa histórica
En última instancia, lo que está en juego en este conflicto puntual no es simplemente una diferencia sobre un anuncio comercial, sino una lucha mucho más profunda por el control de la narrativa histórica.
¿Quién tiene derecho a interpretar el legado de un presidente? ¿Puede una fundación no partidista tomar partido cuando ve su historia utilizada fuera de contexto? ¿O pierde la neutralidad al responder en defensa (o en ataque) de una figura política contemporánea?
Esta controversia es un espejo de la época polarizada en la que vivimos: una en la que el pasado se reinterpreta constantemente al servicio de las batallas políticas del presente.
¿Y qué queda de Reagan?
Tal vez la respuesta más lúcida vino del propio Ronald Reagan en ese discurso de 1987:
"A veces, parece que imponer aranceles protege empleos, pero pronto descubrimos que apenas estamos retrasando lo inevitable. Lo que realmente protege el empleo y la prosperidad es la innovación, la competencia y la apertura al mundo".
Una lección que, a juzgar por este episodio, muchos aún necesitan recordar.
