Costa de Marfil entre urnas y tensiones: ¿una democracia en crisis o consolidación?
La controvertida carrera presidencial de 2025 pone a prueba la democracia en la principal economía del África Occidental
Por décadas, Costa de Marfil ha sido considerada un bastión clave en el África Occidental: exportador número uno de cacao en el mundo, con una economía en crecimiento y una influencia política significativa en la región. Sin embargo, las elecciones presidenciales del 25 de octubre de 2025, lejos de ser un simple ejercicio democrático, se han convertido en una prueba de fuego para una nación que arrastra un pasado turbulento de conflictos y tensiones.
El peso de una figura poderosa: Alassane Ouattara en el centro de la controversia
A sus 83 años, el presidente Alassane Ouattara ha decidido buscar un cuarto mandato. Aunque legalmente esto plantea serias interrogantes —dado que la Constitución original limitaba la presidencia a dos mandatos— el argumento del oficialismo es que una reforma constitucional en 2016 "reinició el contador". Así, según este razonamiento, Ouattara no está violando la ley.
No obstante, la oposición y sectores de la sociedad civil no lo ven así. Como dijo en entrevista reciente el politólogo marfileño Armand Kouassi: “Esto es una erosión peligrosa de las bases democráticas del país. Si la Constitución puede interpretarse al gusto del gobernante, entonces estamos frente a una democracia de papel.”
Los rivales ausentes: elecciones sin competencia plena
Uno de los elementos más polémicos es la exclusión de candidatos clave. Entre ellos, Laurent Gbagbo, expresidente y figura fuerte de la oposición, fue inhabilitado por su condena previa, a pesar de haber sido absuelto luego por la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad. Su esposa, Simone Gbagbo, sí logró presentarse.
Con solo cinco candidatos en contienda, muchos sectores consideran que las elecciones carecen de representatividad plena. “Nos están robando el derecho a elegir verdaderamente,” comentó una votante en el distrito de Yopougon en Abiyán, uno de los bastiones tradicionales del Gbagboísmo.
Una elección bajo vigilancia y tensión
La jornada electoral transcurrió en medio de una fuerte presencia policial. Aunque no se reportaron incidentes mayores durante el día de votación, organizaciones como Amnistía Internacional ya habían alertado sobre detenciones arbitrarias y represión de manifestaciones semanas antes del sufragio.
Con una participación estimada en torno al 55% —según datos preliminares de la Comisión Electoral Independiente (CEI)—, el bajo entusiasmo también puede interpretarse como una señal de hartazgo o desconfianza entre la población. Aunque el promedio africano ronda el 65% de participación en elecciones presidenciales, algunos analistas consideran que en Costa de Marfil podría haberse esperado más, dado el peso de esta elección.
¿Democracia o autocracia electoral?
El término “democracia electoral” ha sido cada vez más aplicado con ironía en el continente africano. En países como Camerún, Guinea Ecuatorial o Uganda, presidentes han reformado con éxito la Constitución varias veces para mantenerse en el poder. ¿Está Costa de Marfil siguiendo ese camino?
“Este proceso indica un giro hacia el autoritarismo disfrazado de institucionalidad,” expresó Mathilde Bamba, profesora de derecho constitucional en la Universidad Nacional de Bouaké. “Las formas democráticas están, pero el fondo está comprometido.”
Una economía fuerte pero una política frágil
A nivel económico, el gobierno de Ouattara ha mostrado resultados positivos. En 2023, Costa de Marfil registró un crecimiento del PIB de 6.8%, uno de los más altos del continente. La inversión en infraestructuras y la estabilidad macroeconómica le han granjeado elogios internacionales.
Pero paradójicamente, este crecimiento no ha llegado a todos. Naciones Unidas estima que un 39% de la población marfileña vive bajo la línea de pobreza. La desigualdad regional y el desempleo juvenil amenazan el tejido social.
Figuras emergentes: Simone Gbagbo, ¿la sorpresa electoral?
Una de las voces más resonantes ha sido la de Simone Gbagbo, ex primera dama y figura política con una reinvención notable. Tras su liberación de prisión en 2018, ha intentado distanciarse del legado conflictivo de su esposo y presentar una agenda más enfocada en pacificación y equidad de género.
“Mi lucha hoy es por una Costa de Marfil reconciliada. No basta con el desarrollo económico; necesitamos justicia social,” dijo en su último mitin en Abiyán, frente a miles de seguidores enfervorecidos.
Si bien las encuestas no le dan una intención de voto superior al 20%, su presencia ha energizado a sectores jóvenes y rurales tradicionalmente alejados del oficialismo.
El papel de los jóvenes y redes sociales
En contraste con las generaciones mayores, los votantes jóvenes —que representan más del 60% del electorado— son altamente móviles, digitales y escépticos. La campaña se trasladó en gran parte a las redes sociales, donde hashtags como #IvoryCoastVotes, #Change2025 y #NonAu4eMandat marcaron tendencia.
“Esta elección se libra también en TikTok e Instagram,” afirmó Paul Dago, activista político. “Los jóvenes ya no están atados al partido, sino a ideas y causas.”
Mirando hacia el futuro: ¿reconciliación o polarización?
Independientemente del resultado, muchos coinciden en que el verdadero reto vendrá después: mantener la paz, reformar las instituciones y dar cabida a una oposición cada vez más organizada y joven.
Con el país marcado por las cicatrices de la guerra civil de 2010-2011, en la que más de 3,000 personas murieron tras el rechazo inicial de Gbagbo a aceptar la victoria electoral de Ouattara, la estabilidad política sigue siendo una prioridad frágil.
En palabras del arzobispo de Abiyán: “Estamos llamados a construir una nación, no sólo a celebrar una elección.”
El resultado final de estos comicios podría determinar si Costa de Marfil avanza hacia una democracia más plural o se encierra, una vez más, en el ciclo de poder personalista que ha caracterizado a tantas repúblicas postcoloniales africanas.