La sombra de un conflicto: ¿Está Estados Unidos fabricando una guerra con Venezuela?
Ante el despliegue del portaaviones USS Gerald R. Ford, Nicolás Maduro denuncia una estrategia de agresión mientras la narrativa geopolítica escala.
El aumento de tensiones: entre portaaviones y acusaciones
En un contexto marcado por años de sanciones económicas, aislamiento diplomático y una creciente militarización en la región, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha encendido las alarmas al denunciar que Estados Unidos está "fabricando una guerra" contra su gobierno. Lo anterior ocurre justo en el momento en que el USS Gerald R. Ford, el portaaviones más grande del mundo con capacidad para 90 aeronaves, se aproxima a las aguas sudamericanas.
"Prometieron que nunca más se involucrarían en guerras y ahora están fabricando una guerra que evitaremos", declaró Maduro en un discurso televisado la noche del viernes. Las palabras del mandatario evocan el recuerdo de otros momentos históricos en que la presencia militar estadounidense provocó cambios geopolíticos radicales, como en Irak en 2003 o Libia en 2011.
¿Una amenaza real o una maniobra simbólica?
Aunque Estados Unidos no ha oficializado una intervención directa en Venezuela, el simple movimiento del USS Gerald R. Ford constituye, según analistas, una demostración de fuerza que gravita entre el simbolismo disuasivo y la provocación encubierta.
"No hay despliegue militar sin cálculo político. La presencia de un portaaviones de ese calibre no es accidental ni rutinaria", declaró el analista militar Ignacio Domínguez para Le Monde Diplomatique.
Este tipo de maniobras recuerda al concepto militar conocido como "gunboat diplomacy" (diplomacia de cañonera), frecuente en la política exterior estadounidense durante la Guerra Fría y los años posteriores.
Acusaciones sin pruebas: el caso del Tren de Aragua
El presidente Donald Trump, durante su gestión, acusó a Maduro de liderar al Tren de Aragua, una organización criminal surgida en las cárceles venezolanas. No obstante, el gobierno de EE. UU. no ha presentado pruebas concluyentes. Aunque el Tren de Aragua ha ampliado su influencia en Latinoamérica, no se la conoce como un actor fundamental del narcotráfico internacional, sino más bien por su implicación en:
- Extorsiones
- Sicariatos
- Tráfico de personas
“Están fabricando una narrativa estrafalaria, vulgar, criminal y totalmente falsa,” reiteró Maduro. “Venezuela es un país que no produce hojas de cocaína”. Esta declaración apunta al intento de desmarcar al gobierno de las rutas del narcotráfico tradicional, dominadas históricamente por actores como los cárteles mexicanos o colombianos.
Venezuela frente al cerco internacional
Actualmente, Venezuela sigue fuera de la Organización de Estados Americanos (OEA) y se encuentra sujeta a sanciones por parte de EE. UU., la Unión Europea y varios países latinoamericanos. Washington ha congelado activos clave del petróleo venezolano, como los de CITGO, y ha bloqueado el acceso al sistema financiero.
Desde el inicio de la crisis en 2015, más de 7 millones de venezolanos han migrado según datos de ACNUR. Esta diáspora masiva no solo afecta la economía nacional, sino también es un argumento utilizado por actores externos que claman democracia y estabilidad en la región.
La historia se repite: comparaciones peligrosas
Remontándonos a la historia reciente, las intervenciones militares de EE. UU. generalmente han sido precedidas por campañas mediáticas que buscan justificar la acción bajo causas como "la lucha contra el terrorismo" o "el narcotráfico". Sucedió en:
- Panamá (1989) – Derrocamiento de Noriega
- Irak (2003) – Armas de destrucción masiva (nunca confirmadas)
- Libia (2011) – "Primavera árabe" respaldada militarmente
En todos estos casos, el denominador común fue la intervención sin previa autorización del Consejo de Seguridad de la ONU, y con consecuencias devastadoras para la estabilidad regional.
¿Hacia una nueva Doctrina Monroe?
En 2018, John Bolton, exasesor de Seguridad Nacional, declaró que América Latina debía librarse de lo que denominó la "Troika de la tiranía": Venezuela, Cuba y Nicaragua. Una afirmación que recuerda a la Doctrina Monroe de 1823 que justificaba la intervención estadounidense bajo el lema "América para los americanos", es decir, para los intereses de EE. UU.
Si sumamos la presión militar, las acusaciones sin pruebas y la campaña mediática, no es arriesgado pensar que se esté concibiendo, como teme Maduro, un nuevo escenario bélico disfrazado de benevolencia internacional.
Las consecuencias geopolíticas de una guerra con Venezuela
En caso de escalar hacia un conflicto armado, los efectos serían múltiples:
- Colapso humanitario total en Venezuela
- Desestabilización regional, en especial para Colombia, Brasil y el Caribe
- Aumento del precio del petróleo, dado el peso de la región en reservas globales
- Nuevo ciclo migratorio masivo hacia el norte
Esto además posicionaría nuevamente a Estados Unidos como un actor impuesto en la autodeterminación de los pueblos del sur.
¿Y si todo es parte de una estrategia electoral?
En EE. UU., las elecciones de 2024 podrían estar influenciadas por gestos de fuerza en política exterior. Retórica belicista, amenazas e incluso pequeños operativos generalmente reciben el apoyo del votante conservador, interesado más en la "seguridad hemisférica" que en la diplomacia multilateral.
Donald Trump, en su campaña, ha prometido "acabar con los regímenes socialistas del continente". Sus palabras, aunque incendiarias, tienen eco en una parte significativa del electorado.
Maduro, por su parte, también está en campaña para unas elecciones aún en entredicho por la oposición interna y por organizaciones internacionales. Así, la escalada verbal también podría tener fines domésticos.
¿Está Venezuela sola?
Aunque Rusia, Irán y China han manifestado su apoyo diplomático a Caracas en ocasiones anteriores, es poco probable que movilicen tropas o armamento directamente. Sin embargo, podrían:
- Proveer sistemas de defensa aérea
- Realizar maniobras conjuntas
- Incrementar la cooperación en inteligencia
Por su parte, países como México, Bolivia y algunas islas caribeñas se han manifestado tradicionalmente en contra de la intervención militar y podrían impulsar una mediación diplomática.
Una encrucijada latinoamericana
Lo que está en juego no es solo el futuro político de Venezuela, sino también el modelo de relaciones internacionales en América Latina. ¿Debe la región seguir permitiendo incursiones unilaterales? ¿O es momento de consolidar un bloque autónomo capaz de responder a estos ciclos de intervencionismo con institucionalidad, democracia y soberanía?
Mientras tanto, la cercanía del USS Gerald R. Ford a las costas venezolanas actúa como una chispa en un barril de pólvora. Todas las miradas están puestas en lo que pueda suceder en las próximas semanas.
