La tormenta perfecta: el huracán Melissa desata el caos en el Caribe
Jamaica y Haití enfrentan inundaciones catastróficas mientras el huracán categoría 3 avanza lentamente, generando alarma en toda la región
El huracán Melissa, una tormenta que inicialmente parecía ser una típica amenaza tropical de temporada, ha evolucionado de forma alarmante y rápida hasta convertirse en una máquina de destrucción categoría 3. A su paso por el Caribe, ya ha cobrado vidas, ha dejado a comunidades enteras incomunicadas y ha provocado la movilización de gobiernos enteros que intentan contener un desastre que aún no ha terminado.
¿Qué tan fuerte es el huracán Melissa?
Melissa alcanzó la categoría 3 en la escala de huracanes de Saffir-Simpson, con vientos sostenidos de 185 km/h (115 mph). Lo más preocupante no ha sido solo su potencia, sino su ritmo lento y errático. Se desplaza a tan solo 6 km/h (3 mph), lo cual incrementa el potencial destructivo al permitir que lluvias torrenciales se concentren por varias horas en las mismas zonas.
Según el Centro Nacional de Huracanes de EE.UU., el huracán podría dejar hasta 76 cm (30 pulgadas) de lluvia en sectores de Jamaica y La Española (Haití y República Dominicana), generando riesgos extensos de inundaciones catastróficas y deslizamientos de tierra.
Melissa pone en alerta máxima a Jamaica
Jamaica ha sido uno de los países más afectados hasta ahora. El gobierno activó más de 650 refugios y cerró el aeropuerto internacional Norman Manley en Kingston como medida de precaución. El primer ministro Andrew Holness advirtió a la población con severidad:
“Insto a todos los jamaicanos a tomarse en serio esta amenaza climática. Tomen todas las medidas necesarias para protegerse.”
Además, se informó que los almacenes estaban completamente abastecidos y que miles de paquetes de alimentos ya fueron distribuidos o preposicionados para emergencias.
Haití: muerte, destrucción y desconfianza
En Haití, el impacto ha sido mucho más trágico. Al menos tres personas han fallecido debido a la tormenta, y otras cinco resultaron heridas tras colapsar una pared. En Sainte-Suzanne, la crecida de los ríos derribó un puente, lo que dejó incomunicadas a comunidades enteras.
Ronald Délice, director departamental de protección civil, comentó que muchos residentes aún se muestran reacios a evacuar, a pesar de la amenaza:
“La tormenta avanza de forma impredecible. La gente está preocupada, pero también desconfiada de los refugios y de dejar sus propiedades sin vigilancia.”
República Dominicana también en apuros
La tormenta no ha perdonado a la República Dominicana. Se reportaron más de 200 hogares dañados, dos docenas de comunidades aisladas, servicios de agua interrumpidos y zonas afectadas por pequeños deslizamientos. Hasta el sábado, más de medio millón de personas se habían visto afectadas directamente por los cortes de agua y electricidad.
Las autoridades dominicanas se enfrentan a la difícil tarea de evacuar comunidades vulnerables al tiempo que refuerzan ríos y quebradas para evitar desbordes. La situación es particularmente tensa en las provincias más montañosas como Barahona y Azua, donde el terreno propicia avalanchas.
Una amenaza regional: Cuba y las Bahamas en el radar
El gobierno cubano no ha perdido tiempo. Emitió alertas de huracán para las provincias de Granma, Santiago de Cuba, Guantánamo y Holguín. Gran parte del oriente cubano podría experimentar lluvias intensas, ráfagas de viento y oleajes costeros peligrosos en los próximos días.
Por su parte, las Bahamas y las Islas Turcas y Caicos se preparan para posibles condiciones de tormenta tropical o incluso huracán hacia principios de la semana próxima, según el Departamento de Meteorología de las Bahamas. El gobierno bahameño recomienda insistentemente fortalecer techos, podar árboles y mantener reservas de agua potable.
Tormentas cada vez más frecuentes e intensas
Melissa es la décima tercera tormenta nombrada de la temporada de huracanes del Atlántico, que se extiende desde el 1 de junio hasta el 30 de noviembre. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de EE.UU. pronosticó una temporada por encima del promedio, con entre 13 y 18 tormentas nombradas, y al menos 3 a 5 huracanes mayores.
La tendencia es preocupante: tormentas más intensas, más erráticas y destructivas. En palabras de Jamie Rhome, subdirector del Centro Nacional de Huracanes:
“Desafortunadamente, para las zonas que están en la trayectoria proyectada de esta tormenta, la situación es cada vez más grave.”
¿Qué significa esto para el Caribe a largo plazo?
Melissa no es una anomalía. Es un síntoma. El Cambio Climático, y en particular el calentamiento de las aguas oceánicas, está correlacionado con ciclones tropicales más intensos y de desarrollo más rápido. La velocidad de intensificación de Melissa —pasando de tormenta tropical a categoría 3 en poco tiempo— es un fenómeno que ya no sorprende a los científicos.
Además, la capacidad de respuesta en muchos países del Caribe está limitada por presupuestos estrechos, inestabilidad política y una infraestructura deteriorada. Las tormentas como Melissa resaltan la urgencia de reforzar estos sistemas y de invertir en resiliencia climática.
No todo son malas noticias: cooperación regional
Pese al caos, también hay señales de esperanza. Organismos como la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) y la Cruz Roja Internacional trabajan activamente en el despliegue de ayuda. Naciones del Caribe se han mostrado solidarias, y se discuten protocolos para la creación de unidades conjuntas de respuesta ante desastres.
En Jamaica, por ejemplo, el sistema de refugios ha sido elogiado por su rápida disponibilidad y coordinación eficiente; en Haití, decenas de organizaciones no gubernamentales están colaborando para proporcionar asistencia directa a las personas afectadas, a pesar de los desafíos de seguridad y traslado.
Una lección que no debe olvidarse
El paso del huracán Melissa nos deja, más allá de la destrucción física, una advertencia urgente: el Caribe necesita preparación, inversión y cooperación. Cada tormenta que llega sirve como recordatorio del poder de la naturaleza y la fragilidad de nuestras ciudades frente a ella.
Ahora más que nunca, es necesario actuar con visión de futuro, porque la próxima tormenta podría ser aún peor, y ya no podemos decir que no vimos venir sus consecuencias.