¿El hambre como herramienta política? El drama de SNAP en el cierre del gobierno de EE.UU.

Millones de estadounidenses podrían quedarse sin asistencia alimentaria mientras Washington se aferra a un punto muerto partidista

El 1 de noviembre podría marcar una fecha crítica para aproximadamente 42 millones de personas en Estados Unidos: ese día, según anunció el Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA), no se emitirán beneficios del programa de asistencia alimentaria SNAP (anteriormente conocido como cupones de alimentos). ¿La razón? El actual cierre del gobierno federal, que ya se ha convertido en uno de los más largos de la historia moderna del país.

Pero este no es simplemente otro estancamiento político. Esta vez, los efectos serán tangibles, inmediatos y devastadores para millones de hogares vulnerables, al tiempo que exhiben una peligrosa dinámica: cuando el juego de poder en Washington utiliza necesidades humanas básicas como fichas de negociación política.

¿Qué es SNAP y por qué es tan importante?

El Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP, por sus siglas en inglés) ayuda a 1 de cada 8 estadounidenses a comprar alimentos. Establecido originalmente como una medida para combatir el hambre durante la Gran Depresión, ha evolucionado hasta convertirse en una red de seguridad crítica para personas desempleadas, subempleadas o con ingresos extremadamente bajos.

Según cifras del USDA, más de 42 millones de personas —incluyendo millones de niños, adultos mayores y personas con discapacidad— dependen de este programa. SNAP no solo ofrece una ayuda básica, sino que también reduce la pobreza infantil en más de un 10% y tiene un impacto directo en el rendimiento escolar y la salud de sus beneficiarios.

El cierre del gobierno y sus implicaciones

Todo comenzó el 1 de octubre, cuando la falta de acuerdo entre demócratas y republicanos sobre el presupuesto llevó al cierre parcial del gobierno. Desde entonces, múltiples agencias han funcionado con personal reducido o han cerrado completamente.

El USDA había asegurado previamente los beneficios de SNAP para octubre, pero el último comunicado representa un grave giro en los acontecimientos: "En este momento, no se emitirán beneficios el 1 de noviembre", indica el comunicado, subrayando que los fondos de contingencia están agotados.

El uso de estos fondos ha sido también centro de disputas. Mientras que los demócratas urge utilizar los 5 mil millones de dólares en reserva del programa para evitar una interrupción en los pagos, el USDA afirma que legalmente estos fondos están destinados a emergencias, como desastres naturales. Citan como ejemplo al huracán Melissa, que exige mantener liquidez para responder rápidamente.

¿Qué está en juego para las familias?

  • Arkansas y Oklahoma ya están advirtiendo a los beneficiarios que se preparen para el cese de beneficios. Les están recomendando recurrir a bancos de alimentos y organizaciones caritativas.
  • Algunos estados están explorando formas de mantener los pagos usando sus propios fondos, pero el USDA ha advertido que no serán reembolsados.

Esto equivale a lanzar una bomba sobre un sistema ya frágil: en muchas zonas rurales y urbanas de EE.UU., los supermercados dependen en más del 30% de sus ventas de pagos SNAP. Si el sistema se frena, las consecuencias también podrían impactar el comercio minorista y las economías locales.

¿Quién tiene la culpa?

La Casa Blanca (bajo liderazgo republicano) sostiene que los demócratas se niegan a negociar mientras no se aprueben sus condiciones en torno a subsidios del Obamacare. Por su lado, líderes demócratas como el senador Chris Murphy (D-Connecticut) afirman que "la puerta está abierta, pero los republicanos se niegan a entrar". En sus palabras, si ambas partes se sentaran a negociar, "podríamos reabrir el gobierno en 48 horas".

La confrontación ha escalado a tal punto que ambas partes utilizan áreas esenciales del gobierno como instrumento de presión. Desde el sistema judicial hasta la seguridad aérea, múltiples sistemas están siendo afectados. Pero el recorte de SNAP podría ser el golpe más sensible hasta ahora: dejar sin comida a millones de personas puede tener repercusiones políticas y sociales incalculables.

El impacto silencioso: bancos de alimentos y comunidades

Los bancos de alimentos, que ya habían registrado un aumento en la demanda debido a la inflación y la pérdida de empleos, temen una avalancha de solicitudes si SNAP se suspende. Feeding America, una de las mayores redes de bancos de alimentos del país, advirtió:

“Si los beneficios no se emiten, nuestra infraestructura simplemente no podrá soportar la demanda. Esto podría desencadenar una crisis alimentaria en múltiples estados.”

Además, existe una preocupación creciente por la estabilidad social. Experiencias pasadas muestran que interrupciones prolongadas en programas de ayuda pueden generar protestas, saqueos, y aumento en los índices de criminalidad en comunidades con alta pobreza estructural.

Controladores aéreos en crisis: otra consecuencia del cierre

Simultáneamente, otro frente de la crisis se hace evidente: los controladores aéreos. Durante este fin de semana, el aeropuerto de Los Ángeles tuvo que detener vuelos debido a la escasez de personal. El secretario de transporte, Sean Duffy, advirtió que muchas torres están trabajando “al límite”, con trabajadores estresados sin recibir salarios.

“Tuve conversaciones con varios supervisores que están viendo cómo los sueldos impagos están afectando la salud mental de los controladores. Estamos viendo más ausencias cada día y eso pone en peligro la seguridad de los viajeros.”, dijo Duffy el domingo en Fox News.

No fue solo en Los Ángeles: también hubo demoras significativas en los aeropuertos de Newark, Fort Myers y Teterboro. Y aunque estos temas suelen atraer más atención mediática, el impacto que genera SNAP en la vida diaria de millones es mucho más profundo y silenciado.

¿El hambre como arma política?

La mayor crítica que ha surgido en torno a esta problemática no es la cadena de circunstancias que llevaron a esta situación, sino la instrumentalización de la necesidad humana como herramienta de presión. Históricamente, los gobiernos han considerado la alimentación y la salud como servicios mínimos a resguardar en tiempos de crisis.

Utilizar estos sectores como moneda de cambio puede tensar los límites de la democracia y vulnerar aún más a los ya vulnerables. La politóloga Wendy Schiller, profesora de la Universidad Brown, lo dijo directamente en una entrevista reciente:

“Cuando permites que el hambre se use como ficha política, estás cruzando una línea ética peligrosa que incluso autocracias tratan de evitar.”

Posibles desenlaces

Hay varias salidas sobre la mesa. Desde una resolución presupuestaria temporal conocida como "continuing resolution" hasta la aprobación del uso de emergencias de los fondos SNAP.

Pero los días pasan, el reloj avanza, y mientras los políticos intercambian acusaciones, los ciudadanos esperan. En supermercados, en comedores escolares, en dispensarios comunitarios. Esperan comida. Esperan justicia.

No es cuestión de ideología. Es sentido común y humanidad.

Tanto los legisladores como el público deben resistir la tentación de normalizar el uso del hambre como arma negociadora. La asistencia alimentaria no debería ser parte del tradicional tira y afloja de Washington. Porque una sociedad que abandona a sus más necesitados en los momentos de mayor caos, corre el riesgo de perder algo más que una batalla política: pierde su alma.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press