El plan de Trump para redibujar distritos enfrenta resistencia dentro de su propio partido

Indiana y Kansas se alzan como focos de disidencia republicana frente a la presión nacional por el rediseño de mapas electorales que favorezcan al GOP

Un giro inesperado en la estrategia republicana

Durante años, Donald Trump ha mantenido una influencia dominante dentro del Partido Republicano. Sin embargo, recientes movimientos hacia el rediseño de mapas electorales, impulsados directamente desde la Casa Blanca, han tropezado con resistencias inesperadas desde dos bastiones tradicionalmente conservadores: Indiana y Kansas.

En un intento por asegurar la mayoría republicana en la Cámara de Representantes de EE. UU. tras las elecciones intermedias de 2026, Trump ha presionado activamente a legisladores estatales para que lleven a cabo una redistribución de distritos antes del periodo habitual de 10 años. Generalmente, estas maniobras conocidas como gerrymandering se justifican tras los datos del Censo decenal. Pero en este caso, el cálculo político busca adelantarse al ciclo y modificar las condiciones del terreno electoral antes de que los votantes se expresen nuevamente en las urnas.

Indiana: tradición conservadora, pero con límites éticos

Indiana, con siete congresistas republicanos frente a solo dos demócratas, fue uno de los primeros objetivos de la iniciativa de rediseño partidista. Dos visitas del vicepresidente JD Vance a Indianápolis y reuniones en la Oficina Oval con legisladores no lograron el objetivo deseado: muchos miembros del Senado estatal siguen oponiéndose a la redistribución.

Rodric Bray, líder del Senado estatal, no ha conseguido los votos necesarios dentro de su bloque republicano: más de una docena de los 40 integrantes del GOP en la cámara se han opuesto. Si bien algunos rechazos se basan en estrategias electorales cuestionables, otros se sustentan en principios éticos contundentes. Uno de los mensajes más resonantes ha sido el del senador republicano Spencer Deery, quien declaró en agosto:

“Nos están pidiendo crear una nueva cultura en la cual sería normal que un partido político elija nuevos votantes, no una vez por década, sino cada vez que tema las consecuencias de una elección”.

La postura de Deery refleja un valor profundamente arraigado entre muchos votantes de Indiana: la justicia electoral.

División interna: el ala dura empuja

No todos comparten esta cautela. El teniente gobernador Micah Beckwith, quien tendría el voto de desempate en caso de empate en el Senado, ha presionado públicamente a favor del rediseño, incluso criticando a la cámara alta por no ser lo suficientemente conservadora:

“Durante años se ha dicho, y correctamente, que el Senado de Indiana es donde las ideas conservadoras van a morir”.

El exlegislador Mike Murphy resume el dilema con una frase: “Los hoosiers son muy difíciles de predecir, excepto al decir que somos muy cautelosos”. Esta sensibilidad política se ha reflejado también en figuras como el exgobernador Mitch Daniels, quien escribió recientemente en The Washington Post pidiendo que Indiana se abstenga de participar en manipulaciones partidistas:

“Alguien tiene que liderar el ascenso fuera del lodazal. Los hoosiers, como la mayoría de los estadounidenses, valoran mucho la equidad y reaccionan mal ante su violación descarada”.

Kansas: la lucha por conseguir una mayoría calificada

En Kansas, la situación tiene matices distintos, pero las barreras son similares. Aquí, los legisladores republicanos intentan convocar una sesión especial para redibujar los distritos y eludir la oposición de la gobernadora demócrata Laura Kelly. Solo ha habido una sesión especial forzada por el Legislativo en los 164 años de historia del estado.

Para lograrlo, requieren la firma de dos tercios de ambas cámaras, los mismos números necesarios para anular el veto de Kelly. Aun teniendo mayorías amplias, han tardado semanas en recopilar las últimas firmas necesarias. Legisladores como Mark Schreiber, quien representa un distrito al suroeste de Topeka, han afirmado abiertamente su negativa a firmar la petición:

“No firmé una petición para convocar una sesión especial y no tengo planes de hacerlo. La redistribución debería hacerse solo luego del censo decenal”.

El objetivo de este rediseño sería dificultar la reelección de la representante demócrata Sharice Davids, cuya base está en el tercer distrito congresional, que abarca gran parte de Kansas City y especialmente el condado de Johnson, el más poblado del estado y que ha girado hacia la izquierda desde 2016.

Una batalla moral tanto como electoral

Algunos simpatizantes republicanos han argumentado que no deben quedarse “con los brazos cruzados” mientras su país “es robado” por demócratas que ya gerrymandean sus estados con impunidad. Lo cierto es que estados como Illinois y Massachusetts han rediseñado distritos favorablemente para los demócratas. En Massachusetts, por ejemplo, ningún republicano ocupa un escaño en el Congreso.

Sin embargo, eso no ha bastado para convencer a los cautelosos legisladores de estados como Kansas e Indiana. La moralidad del gerrymandering se ha convertido en una nueva línea divisoria dentro del propio Partido Republicano.

Demócratas contraatacan con sus propios mapas

Mientras los republicanos enfrentan luchas internas, estados liderados por demócratas también se están moviendo. Virginia tiene planeado examinar ajustes en sus currículos distritales en una sesión especial. Es decir, ambos partidos intentan aprovechar el vacío legal que permite ciertas modificaciones entre censos, aunque la batalla narrativa se centra en quién lo hace por “justicia” y quién por “ventaja abusiva”.

De fondo, las elecciones de medio término de 2026 están en juego. Los demócratas necesitan solo tres escaños para recuperar la mayoría en la Cámara. Cualquier mapa rediseñado en estos momentos puede marcar la diferencia entre legislar desde el poder o desde la oposición.

¿Un precedente o una advertencia?

El caso de Indiana y Kansas podría sentar un precedente simbólico. Ambos estados, fieles al Partido Republicano durante décadas, ahora proponen un freno a las tácticas más agresivas impulsadas por el trumpismo. Más aún, elevan preocupaciones sobre la integridad democrática y el poder desproporcionado que se puede ejercer con lápiz y regla sobre los mapas de votación.

Si ceden finalmente a la presión, la línea entre estrategia política y manipulación electoral quedará más difusa que nunca. Si, en cambio, resisten con éxito, podrían dar oxígeno a voces disidentes dentro del GOP, que reclaman volver a fundamentos de equidad y respeto institucional, elementos cada vez más escasos en la lucha política estadounidense.

Como señaló un anciano votante republicano desde las afueras de Kansas City:

“Ya lo intentaron antes y no les resultó. Veremos si esta vez también aprendemos la lección”.
Este artículo fue redactado con información de Associated Press