El renacer cultural del Coliseo de Roma: música, historia y el alma de una civilización

De raves ficticias a poesía clásica: la nueva visión del Coliseo va más allá del turismo masivo y busca reconectar con la identidad romana

Roma – Cuna del Imperio más influyente de Occidente, la Ciudad Eterna sigue atrapando millones de miradas cada año. Pero entre las selfies, las visitas exprés y los centuriones de alquiler, el Coliseo se enfrenta a una pregunta clave: ¿es solo una postal o un espacio vivo para la cultura?

El nuevo director del Parque Arqueológico del Coliseo, Simone Quilici, ha dejado clara su postura: sí a la música, no al desmadre. Y tiene razones poderosas.

Un rumor que incendió Internet

Todo comenzó con una entrevista en la que Quilici hablaba de su idea de abrir el Coliseo a ciertos eventos culturales. Lo siguiente fue Internet haciendo lo que mejor sabe: desinformar. Pronto comenzaron a circular imágenes creadas por inteligencia artificial con luces psicodélicas disparadas desde la arena milenaria al cielo nocturno, como si el Coliseo fuera a convertirse en la nueva Ibiza.

Varias cuentas aseguraban que “raves masivas” eran inminentes. Incluso fanáticos de la música electrónica expresaron su preocupación por el impacto de los bajos retumbantes sobre las piedras casi bimilenarias del anfiteatro. En medio del caos digital, arqueólogos y ciudadanos comunes mostraron su disconformidad.

“El Coliseo es un espacio sagrado”

En su primera conversación con medios internacionales tras asumir el cargo el 20 de octubre, Quilici acudió a desmentir la idea de convertir el lugar en una discoteca histórica. Fue claro: “la música debe estar cuidadosamente controlada”.

Y añadió: “El Coliseo forma parte de nuestra identidad y también tiene significados religiosos. Aquí el papa preside cada año el Vía Crucis en Semana Santa”.

Por ello, lo que él propone son eventos acústicos, jazz, recitales de poesía o teatro clásico. Mencionó a Sting como ejemplo ideal de artista que podría presentarse sin alterar la atmósfera del lugar.

Historia, no espectáculo barato

Otro de los planes más llamativos es la inclusión de recreaciones históricas de combates de gladiadores, pero desde un enfoque riguroso y académico. “Hay personas que conocen la vida cotidiana de esos tiempos con profundidad científica notable. Esas actividades son bienvenidas”, afirmó.

Eso sí, aclaró que no tienen nada que ver con los disfrazados improvisados que hoy rodean el Coliseo acosando turistas para una foto pagada.

El Coliseo, ¿víctima de su propio éxito?

Con casi nueve millones de visitantes anuales, el Coliseo ha alcanzado su límite físico. Lejos del verano, octubre también rebosa de turistas, en parte por el Año Jubilar del Vaticano.

La mayoría de estas visitas no duran más de unas horas. De hecho, un tercio de quienes compran entrada combinada para el Coliseo, Foro Romano y Palatino solo visitan el primero. Es como ir a ver solo la Mona Lisa al Louvre e ignorar el resto del museo, comenta Quilici.

Reequilibrar las rutas turísticas

Su visión es más ambiciosa. Propone utilizar el Coliseo como punto de partida para explorar el resto del patrimonio arqueológico contiguo. Esto incluye tanto el Palatino, hogar de los palacios imperiales, como el Foro Romano, el verdadero corazón político de la antigua Roma.

También quiere atraer visitantes al Circo Máximo y a la Vía Apia, que aunque fascinantes, son ignorados por la mayoría.

La Appia, conocida como “la reina de las calzadas”, fue declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO el año pasado. Atraviesa un paisaje idílico y olvidado, donde las ruinas emergen entre cipreses.

Conectar la Roma fragmentada

Si bien todos estos monumentos están relativamente cerca, hoy parecen islas arqueológicas, aisladas por calles muy transitadas. Para resolver esto, Quilici ha propuesto una solución más de gestión que de infraestructura: crear accesos peatonales y restringir el tráfico.

“Es una decisión más valiente que costosa: se trata de devolverle la vida al alma de la ciudad”, asegura.

Arte, no solo estadística

En palabras de Quilici, el turismo no debería limitarse a una transacción económica. “Desgraciadamente, como todos saben, el turismo es una actividad comercial, una industria que no siempre conecta con la cultura”.

La clave para cambiar esto es ofrecer una programación artística que nutra espiritualmente al visitante y no lo deje solo con selfies y souvenirs.

¿Y la infraestructura?

Por ahora, cualquier evento cultural dentro del Coliseo no se realizará antes de dos años. Se necesita empezar con una ampliación de la pequeña plataforma actualmente disponible y diseñar el calendario de actividades con extremo cuidado, considerando la fragilidad natural del monumento.

Vale recordar que solo se han celebrado tres conciertos históricos dentro del Coliseo: Ray Charles en 2002, Paul McCartney en 2003 y Andrea Bocelli en 2009. Todos fueron eventos únicos con aforo limitado.

Una idea con precedentes

El uso del patrimonio arqueológico europeo para actividades culturales no es nuevo. El Teatro Romano de Mérida en España alberga cada año un prestigioso festival de teatro clásico. En Atenas, el Odeón de Herodes Ático sigue acogiendo óperas y conciertos.

Pero es necesario un equilibrio que respete la historia y evite convertir el pasado en un decorado superficial para espectáculos.

Un eco más allá de las ruinas

Roma ya no es solo ruina. Es una ciudad viva, con ciudadanos conscientes de su identidad. Por eso las reacciones de los romanos fueron tan intensas ante la idea ficticia de un rave electrónico.

Quilici lo ha entendido y canalizado: no se trata de renunciar a la innovación, sino de dirigirla con criterio, sensibilidad y respeto.

Su mirada no es la de un burócrata, sino la de un mediador entre la historia y el presente, entre la piedra y la música, entre el turismo de masas y la vivencia auténtica del arte.

El Coliseo está listo... con moderación

¿Llegará el día en que escuchemos un cuarteto de cuerdas bajo el sol del mediodía romano, en el mismo anfiteatro donde sonaban los gritos de los gladiadores?

Parece que sí. Pero esta vez, los únicos golpes serán los del arco sobre el violín; el único clamor, el aplauso respetuoso del público. Y la única batalla, la de Roma por preservar su alma sin dejar de evolucionar.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press