Elecciones en los Países Bajos: ¿Demasiadas opciones para elegir?
Con 27 partidos y más de mil candidatos, los votantes neerlandeses enfrentan una boleta electoral que refleja la fragmentación cada vez más profunda de la política del país
En las próximas elecciones generales de los Países Bajos, los ciudadanos se enfrentan a una avalancha de opciones: 27 partidos políticos y 1,166 candidatos compiten por los 150 escaños de la Cámara de Representantes. Esta pluralidad, aunque democrática, plantea serias preguntas sobre la eficacia del sistema político neerlandés y el espíritu fragmentario que lo define.
Una boleta de proporciones titánicas
La imagen de votantes neerlandeses doblando exageradas hojas de papel en las casillas de votación ha vuelto a convertirse en un símbolo de estas elecciones del 29 de octubre. En un peculiar equilibrio entre lo cómico y lo caótico, las vastas boletas llevan los nombres de todos los candidatos de cada partido.
Esta situación ha obligado a cinco municipios a experimentar con versiones más reducidas de las boletas, donde solo figuran los nombres de los partidos y los números de los candidatos. Los nombres, en cambio, se exhiben en carteles dentro de los puestos de votación. Una solución creativa, pero ilustrativa del atolladero.
¿Por qué tantos partidos?
Históricamente, la política neerlandesa se ha caracterizado por una gran diversidad partidista. Sin embargo, en el pasado, existían partidos dominantes que facilitaban la formación de gobiernos más estables. Un ejemplo claro de esto ocurrió en 1986, cuando aunque 27 partidos participaron en las elecciones, únicamente 3 fuerzas principales (Democristianos, Partido Laborista y el Partido Popular por la Libertad y la Democracia) acapararon la mayoría de los escaños: 54, 52 y 27, respectivamente.
Actualmente, formar coaliciones se ha vuelto un verdadero rompecabezas. Tras la caída del último gobierno de coalición de cuatro partidos, la Cámara de Representantes quedó integrada por 15 agrupaciones. ¿El resultado? Meses de negociación para una posible mayoría, con acuerdos que muchas veces son frágiles y poco duraderos.
El costo de participar: ¿democracia accesible o caos garantizado?
Una de las razones que explican la proliferación de partidos es el bajo umbral requerido para participar:
- Depósito de 11,250 euros (unos $13,077).
- 580 declaraciones de apoyo de ciudadanos.
Esto abre las puertas a movimientos alternativos, partidos unipersonales y plataformas locales. Si bien esto tiene ventajas en términos de diversidad ideológica, también provoca una excesiva atomización del poder político.
¿Cómo funciona el sistema electoral?
El sistema neerlandés es proporcional puro. Esto significa que cada voto cuenta igual y que los escaños se asignan en función directa de la cantidad de votos obtenidos. En 2023, por ejemplo, hubo 10,432,726 votos válidos. Divididos entre los 150 escaños del parlamento, eso significó que cada escaño representaba unos 69,551 votos.
Así, el partido populista JA21 logró representación con 71,345 votos (un escaño), mientras que BVNL/Groep Van Haga, con 52,913 votos, quedó fuera del parlamento. Este método evita barreras electorales como en otros países, pero también diluye el voto, dificultando gobernabilidad.
La ascensión de la derecha radical
Uno de los grandes protagonistas de estas elecciones es Geert Wilders, líder del partido de extrema derecha Partido por la Libertad (PVV). Con un discurso marcadamente anti-Islam y anti-inmigración, ha seguido ganando terreno en cada proceso electoral. Aunque los últimos sondeos lo sitúan fuerte, conquista menos del 25% del total de votos, lo cual no le garantiza poder absoluto.
Desde 2010, Wilders ha sido una figura polémica. Su presencia ha generado protestas tanto en calles como en redes, pero también ha sido fundamental en la normalización de narrativas nacionalistas.
“Cuanto más islam entra, menos libertad tenemos”, dice un eslogan popular del PVV. —Geert Wilders
Esa narrativa apela a sectores que sienten que los problemas de vivienda, empleo y seguridad están directamente ligados a la inmigración. En ese contexto, los partidos tradicionales han tenido que reformar sus discursos para adaptarse al cambio en el electorado.
Una elección marcada por urgencias sociales
Pese a la supuesta abundancia de alternativas, el debate público parece encasillado en tres grandes temas:
- Inmigración: Los Países Bajos han recibido oleadas de solicitudes de asilo, especialmente tras la guerra en Ucrania y las crisis humanitarias en África.
- Crisis habitacional: Según cifras del gobierno, hay un déficit de unos 315,000 hogares, lo que ha convertido el acceso básico a la vivienda en un problema grave.
- Medioambiente: El país enfrenta desafíos por el cambio climático, como el aumento del nivel del mar y políticas restrictivas sobre nitrógeno que afectan la agricultura.
Ante tales preocupaciones, se espera que el electorado reaccione de forma más pragmática que ideológica, aunque la extrema derecha ha sabido canalizar muchas de esas frustraciones.
Una democracia activa, pero ¿funcional?
La política neerlandesa es democrática en su máxima expresión: plural, participativa y con una prensa libre y crítica. Sin embargo, la disolución del espectro político en centenares de voces la ha vuelto cada vez menos funcional. Como advierten varios analistas, “es más fácil formar gobierno en países con barreras mínimas de entrada” —algo que Países Bajos ha rechazado sistemáticamente.
En 2017, por ejemplo, hacer una coalición funcionante tomó 208 días, el récord hasta la fecha. Las negociaciones exigen concesiones costosas, y a veces inevitablemente inconsistentes entre partes antagónicas.
¿Reformar el sistema?
El debate por reformas estructurales al sistema electoral neerlandés no es nuevo. Algunos proponen incorporar un umbral mínimo del 2% para acceder al parlamento, una práctica común en otras democracias proporcionales como Alemania (5%) o Dinamarca (2%).
Otras propuestas incluyen:
- Reducción del tamaño del parlamento.
- Boletas digitales para mejorar la logística.
- Limitación del número de partidos que pueden contender por región.
Sin embargo, estos planes siempre se topan con escepticismo, ya que muchos partidos pequeños que obtienen escaños gracias al sistema actual son precisamente los que deben aprobar dichas reformas.
¿Y si todos tuvieran voz?
La gran pregunta de fondo es si la pluralidad política debe sacrificarse en aras de la gobernabilidad, o si nuevas formas de coaliciones adaptativas pueden emerger. Lo que está claro es que el electorado neerlandés es uno de los más dinámicos y difíciles de predecir de Europa occidental. Cada elección tiene potencial para cambiar significativamente el panorama político, pero a su vez, perpetúa una estructura difícil de mantener a largo plazo sin reformas.
Como dijo el politólogo Tom van der Meer, de la Universidad de Ámsterdam:
“La democracia neerlandesa no está rota, pero sí está girando en círculos cada vez más pequeños”.
La jornada electoral en Países Bajos no solo definirá el nuevo equilibrio de poder, sino que servirá como espejo para otras naciones europeas sobre cómo manejar la creciente fragmentación política en la era del descontento ciudadano.
