La rebelión contra Trump en Asia: ¿Diplomacia en crisis o redefinición global del poder?
Manifestaciones, acuerdos de paz y tensiones diplomáticas marcan la gira de Donald Trump por Asia en medio del ASEAN Summit en Kuala Lumpur
Trump aterriza en Asia con una tormenta mediática a cuestas
La visita del presidente estadounidense Donald Trump al Sudeste Asiático ha generado tanto expectativas como controversia. En el marco de la 47ª Cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), celebrada el 26 de octubre de 2025 en Kuala Lumpur, Malasia, Trump participó formalmente en la ceremonia de firma del acuerdo de paz entre Camboya y Tailandia. Sin embargo, la atención de los medios y la sociedad civil no se centró solo en los avances diplomáticos, sino también en las masivas protestas registradas en las calles malayas al ritmo de pancartas, eslóganes antiimperialistas y figuras de cartón con el rostro del mandatario estadounidense quemándose simbólicamente.Paz entre Camboya y Tailandia: un respiro tras años de tensión
El acto más destacable del evento fue sin duda la firma del acuerdo de paz entre el primer ministro camboyano, Hun Manet, y su homólogo tailandés Anutin Charnvirakul. Estos dos líderes compartieron una sonrisa al intercambiar los carteles con sus respectivos nombres de país tras rubricar el pacto que pone fin oficialmente a las escaramuzas fronterizas que han cobrado decenas de vidas en la última década. Este pequeño pero importante acuerdo regional plantea la necesidad de analizar el papel que aún juega Estados Unidos como actor influyente en la política del Sudeste Asiático. Aunque Trump se presentó como facilitador y testigo del tratado, su influencia es cada vez más vista con escepticismo por los propios líderes de la región.De aliado a intruso: el creciente rechazo internacional a Trump
La llegada de Trump a Malasia no fue bien recibida por amplios sectores de la población local. Decenas de manifestantes bloquearon avenidas principales, ondeando banderas palestinas y pancartas exigiendo el fin de las políticas intervencionistas de EE.UU. durante su administración. Uno de los momentos más simbólicos de las protestas ocurrió cuando los participantes pisotearon carteles con la imagen del presidente junto a la del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, en clara referencia a su apoyo a Israel durante el conflicto en Gaza. Estas protestas no son episodios aislados. Según Human Rights Watch y Amnistía Internacional, las políticas migratorias, los ataques a la prensa independiente y el uso desproporcionado de la fuerza policial bajo la administración Trump han minado aún más su imagen fuera de territorio estadounidense.Una diplomacia de suma cero: las críticas al estilo Trump
Durante su visita, Trump se reunió con líderes como el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el primer ministro de Vietnam, Pham Minh Chinh. En dichos encuentros —según funcionarios con conocimiento de las conversaciones— el tono fue a menudo paternalista, bordeando lo condescendiente, una característica del estilo característicamente personalista de Trump en política exterior. Históricamente, cumbres como la de la ASEAN han sido espacios para el consenso multilateral. No obstante, la aparición de Trump ha consolidado una tendencia opuesta. Como escribió Fareed Zakaria en Foreign Affairs, “bajo la diplomacia de Trump, lo multilateralismo se reemplaza por la transacción. Su lógica: ganar-perder”.La migración: la otra cara de la política internacional de Trump
En contraste con los diálogos diplomáticos en Asia, otro evento que ensombrece la gira del mandatario es la trágica muerte de Josué Castro Rivera, un inmigrante hondureño de 24 años que fue atropellado por un vehículo en Virginia mientras huía de agentes migratorios. Castro Rivera había llegado a EE.UU. hace cuatro años y trabajaba como jardinero para enviar dinero a su familia en Honduras. Este caso no es aislado. En solo los últimos tres meses, al menos tres personas han fallecido durante redadas o intentos de detención realizados por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés). Estos hechos han provocado investigaciones y protestas por parte de organizaciones defensoras de los derechos humanos. La administración Trump, sin embargo, ha culpado a “periodistas y activistas que desinforman intencionalmente sobre la misión de ICE”.Catherine Connolly: ¿una nueva voz desde Irlanda?
Mientras Estados Unidos trata de justificar sus políticas en Asia y en su propio patio trasero, en Europa florecen liderazgos con propuestas diametralmente opuestas. Ejemplo de ello es la reciente elección de Catherine Connolly como presidenta de Irlanda, quien con un 63% de los votos fue elegida para suceder a Michael D. Higgins. Connolly ha destacado por su defensa del pueblo palestino y su oposición a la militarización de la Unión Europea. En su campaña abogó por mantener la tradición de neutralidad militar de Irlanda y cuestionó duramente la expansión de la OTAN. “Juntos podemos crear una nueva república que valore a todos y que defienda su identidad con orgullo”, declaró tras su victoria. A pesar de que la presidencia irlandesa es mayormente ceremonial, las posturas de Connolly reflejan un cambio en el sentir europeo, profundamente insatisfecho con la injerencia estadounidense en conflictos globales como el de Gaza. En palabras de la politóloga irlandesa Lisa Loughlin, “el respaldo popular a Connolly refleja una Europa que se está desenamorando del viejo orden liderado por Estados Unidos”.¿Estamos ante el fin del liderazgo moral estadounidense?
Durante décadas, Estados Unidos sostuvo una imagen —real o construida— de faro de la democracia y la libertad. Las acciones recientes, sobre todo durante la administración Trump, muestran una cara menos amable: acuerdos unilaterales, políticas migratorias brutales y una retórica que divide en lugar de unir. Si bien el acuerdo entre Camboya y Tailandia representa un hito necesario y alentador, el contexto en que se firmó pone en relieve una pregunta fundamental: ¿Puede Estados Unidos seguir siendo el mediador moral de los conflictos globales cuando su propia casa está en llamas? La diplomacia de cifras, donde prevalecen los negocios y acuerdos rápidos por encima del consenso y la sostenibilidad, puede traer resultados inmediatos. Pero como demuestra la reacción asiática, también despierta rechazo, resistencia y —sobre todo— una urgencia de reevaluar alianzas. En un mundo multipolar cada vez más evidente, con China, India, la Unión Europea y América Latina reclamando protagonismo, la figura de Donald Trump no solo representa a un presidente controvertido, sino a una potencia que está perdiendo el oído y la influencia sobre las nuevas narrativas globales.¿Hacia una nueva arquitectura diplomática?
Las tensiones vividas en Kuala Lumpur, el caso de Josué Castro Rivera en Virginia y la elección de Catherine Connolly en Irlanda muestran que ya no basta con la capacidad militar o el peso económico para tener voz en el escenario internacional. La legitimidad moral, la coherencia entre acción interna y discurso externo, y la sintonía con las demandas sociales globales están delineando el mapa del poder del siglo XXI. Como señaló el historiador Timothy Snyder, “los imperios no colapsan solo por amenazas externas; caen cuando sus propios ideales dejan de ser creíbles”. Así, la pregunta ya no es si Trump representa o no a su país en estos espacios diplomáticos, sino si la forma en que lo hace aún tiene espacio en un mundo que exige más diálogo, más justicia global y menos opacidad política. Este artículo fue redactado con información de Associated Press