El renacer de la economía azul en Zanzíbar: el viaje del alga marina de las aguas a los cosméticos de lujo

Miles de mujeres en Tanzania lideran una industria sostenible de algas que surte al mundo entero, aún en medio de desafíos laborales y ambientales

Una industria que parecía humilde, pero ahora es estratégica

Bajo el sol ecuatorial de Zanzíbar, un grupo de mujeres con vestidos coloridos se interna en el mar para recoger uno de los tesoros naturales más inesperados en auge hoy día: el alga marina. Aunque pueda parecer una escena pintoresca para los turistas que visitan esta región de Tanzania, lo cierto es que el cultivo de algas en esta isla es mucho más que una postal. Representa la columna vertebral de la economía azul local y un importante motor social, especialmente para las mujeres.

Un trabajo arduo y poco valorizado

Mwanaisha Makame Simai, una agricultora de algas de 42 años, lo resume con claridad: “Siento dolor en la espalda, la cintura y el pecho por el trabajo en el mar. También existe el riesgo de ser picada o arrastrada por las olas”. Y no exagera. Muchas de estas mujeres han presenciado casos de ahogamientos, mientras trabajan en condiciones que rara vez ofrecen protección o beneficios laborales.

La mayoría de las 25,000 agricultoras de algas en Zanzíbar trabajan de forma independiente o en colectivos, vendiendo sus cosechas a intermediarios locales. Las ganancias no suelen superar los 50 dólares al mes, cifra insuficiente para sostener a muchas familias. Si bien estos ingresos sirven de ayuda, no compensan adecuadamente el esfuerzo físico ni los riesgos a los que se enfrentan.

Una demanda global que despierta oportunidades

Lejos del mar, las algas de Zanzíbar viajan por el mundo, convirtiéndose en ingredientes fundamentales para las industrias cosmética, médica y alimentaria. Sus propiedades como agente espesante y estabilizador son altamente valoradas por compañías multinacionales, desde productoras de helados hasta fabricantes de cremas para la piel.

Su valor ha crecido tanto que hoy es la tercera mayor fuente de ingresos económicos del archipiélago, solo superada por el turismo y las especias.

El rol femenino clave en la "economía azul"

En una sociedad donde menos de la mitad de las mujeres están empleadas (según censo oficial de 2021), el cultivo de algas representa un camino clave hacia la independencia económica. No obstante, este esfuerzo no siempre se traduce en mejoras reales para las trabajadoras.

El gran interrogante persiste: ¿cómo asegurar que estas mujeres sean las principales beneficiadas de una industria en pleno auge?

Empoderamiento a través del valor añadido

Una posible solución ha empezado a funcionar en Paje, una aldea costera donde la empresa Mwani Zanzibar convierte las algas recolectadas en cosméticos de lujo. Klara Schade, directora de la compañía, lo explica así: “Empoderar a las mujeres es darles las herramientas para avanzar. Pasar de cultivar algas a convertirlas en productos valiosos es ese avance”.

Un frasco de su crema facial a base de algas se vende por hasta 140 dólares en internet. “Eso nos permite pagar sueldos muy por encima del promedio local”, dice Schade, aunque no revela cifras exactas.

Un ejemplo inspirador es Fauzia Abdalla Khamis, quien tras una década pasó de recolectora a supervisora de producción.

El cambio climático, un enemigo silencioso

A los peligros tradicionales del trabajo en el agua se suma un desafío más reciente y extendido: el aumento de la temperatura del mar. Según Mhando Waziri, gerente de proyectos para la ONG Milele Zanzibar Foundation, “el cambio climático está forzando a las mujeres a trabajar en aguas más profundas, lo que incrementa los riesgos de ahogamiento”.

Ante esta situación, programas de capacitación en natación y seguridad han comenzado a implementarse. Milele también lidera iniciativas para enseñar a las mujeres a fabricar productos derivados como jabones, geles y cremas, proponiendo generar cadenas de valor locales más inclusivas.

Inversión extranjera: ¿beneficio o amenaza?

El creciente interés internacional por las algas de Zanzíbar ha traído nueva inversión. Desde 2020, la multinacional Cargill trabaja junto a The Nature Conservancy para mejorar los rendimientos y asegurar mayor liquidez para los cultivadores. Asimismo, entidades como la Global Seaweed Coalition monitorean que la expansión industrial sea sostenible y respetuosa del medio ambiente.

Sin embargo, esta avalancha de recursos también ha levantado banderas de preocupación entre las agricultoras. “La mayoría del dinero se queda con los que trabajan en oficinas, no con nosotras las que lidiamos con el mar”, dijo Simai.

Una industria con rostro de mujer y futuro incierto

Las algas marinas podrían ser la clave para una economía más sostenible e inclusiva en Zanzíbar, pero para que eso ocurra debe priorizarse el bienestar de quienes hacen posible esta riqueza: las mujeres del mar.

El reto es lograr una redistribución justa del valor generado, inculcar una cultura empresarial dentro de las propias comunidades agrícolas y garantizar protección frente a riesgos ambientales y laborales.

“El mar puede dar, pero también puede arrebatar cosas”, resume Simai. Y quizás esas palabras sean el mejor recordatorio de que todo crecimiento económico sustentable debe comenzar cuidando a su recurso más valioso: las personas.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press