Chevron y Richmond: Una relación tóxica entre dinero, política y petróleo

La petrolera aporta casi una cuarta parte del presupuesto de la ciudad californiana, pero también representa su mayor fuente de contaminación. ¿Cómo puede transitar Richmond hacia una economía sin dependencia de Chevron?

Un gigante económico en el corazón de Richmond

Chevron ha sido durante décadas el mayor empleador, contribuyente e influencia económica en la ciudad de Richmond, California. En el último año fiscal, pagó más de $58.8 millones en impuestos, servicios públicos y pagos de acuerdos legales, representando casi el 24% del presupuesto del fondo general de la ciudad, según documentos oficiales obtenidos por el sitio Richmondside.

Estos datos revelan una dura y preocupante realidad: Richmond es enormemente dependiente de una única empresa cuya operación está en entredicho. Las implicaciones políticas, económicas y sociales de este vínculo son profundas y están llenas de tensiones que van desde la evasión fiscal hasta los efectos nocivos en la salud pública por la contaminación atmosférica de la refinería.

Un acuerdo millonario para evitar impuestos más altos

En un intento por evitar que se aprobara una medida ciudadana llamada "Make Polluters Pay" (“Que los contaminadores paguen”), Chevron aceptó pagar a la ciudad de Richmond un acuerdo de $550 millones en 10 años. Esta medida, de haber sido aprobada por los votantes, habría impuesto fuertes impuestos por barril de petróleo procesado.

El acuerdo estipula un pago inicial de $50 millones por cinco años, seguido de pagos anuales de $60 millones durante los cinco años restantes. La acción no solo buscaba evitar nuevos impuestos, sino también controlar el relato político y preservar la presencia económica de Chevron en la ciudad.

Chevron, ¿con un pie fuera de California?

En medio de regulaciones medioambientales cada vez más estrictas impuestas por el estado, Chevron ha declarado públicamente que cerrar sus operaciones en California no está fuera de discusión. Recientemente trasladó su sede corporativa desde el condado de Contra Costa, donde se encuentra Richmond, a Texas, y anunció el despido de alrededor de 600 empleados en la región de la Bahía, incluidos 31 en Richmond.

El panorama no es nuevo. Otras refinerías en la región como la de Marathon en Martínez ya cerraron en 2020 y Valero acaba de anunciar el cierre de su planta en Benicia a partir de abril. Si Chevron sigue estos pasos, Richmond enfrentará un potencial vacío económico de dimensiones catastróficas.

Una filtración accidental, revelaciones intencionadas

El dato preciso de cuánto paga Chevron fue conocido gracias a una filtración “accidental” del gobierno local en respuesta a una petición de transparencia pública. La ciudad intentó retractarse después de liberar el documento, argumentando que violaba leyes de confidencialidad fiscal, pero la información ya estaba en manos de periodistas.

La información contenía cifras como:

  • $2.8 millones en impuestos de negocio por refinería y estaciones de gasolina.
  • $1.1 millones en licencias de negocios.
  • $4 millones como último pago de un anterior acuerdo de $114 millones firmado en 2010.
  • $37 millones por pagos de servicios públicos, ajustados anualmente con el índice de precios al consumidor de San Francisco.

Estas cifras representan el 23.6% de los ingresos del fondo general municipal para el año fiscal 2024-2025.

¿Filantropía o lavado de imagen?

Chevron frecuentemente promueve su papel como benefactor comunitario. Un informe realizado por Oxford Economics y difundido por la propia compañía afirma que en 2022 tuvo un impacto de $1.1 mil millones en el Producto Interno Bruto de Contra Costa Oeste y mantuvo 3,830 empleos, representando el 5% del PIB local y el 3% del empleo en la región.

También presume de haber donado $52 millones a causas locales desde 2012, desde becas estudiantiles hasta apoyo a bancos de alimentos. Sin embargo, como señala la concejala Claudia Jiménez, esa cifra palidece frente a los millones que la ciudad ha perdido históricamente por impuestos que Chevron simplemente no ha pagado.

“Si hubiese pagado lo justo desde el principio, hoy Richmond tendría una posición financiera mucho más sólida”, afirmó Jiménez.

Las cicatrices invisibles: salud pública y contaminación

En 2012, un incendio en la refinería de Chevron obligó a 15,000 personas a buscar atención médica. A pesar de múltiples sanciones de la Agencia de Control de la Calidad del Aire del Área de la Bahía, Chevron ha continuado operando con frecuencia bajo condiciones dudosas, desde el 'flaring' —quema de gases tóxicos— hasta fugas no reportadas.

Muchos vecinos de Richmond viven en lo que se conoce como zonas de sacrificio, áreas urbanas donde la salud pública está comprometida por la proximidad a instalaciones industriales contaminantes. El asma infantil, enfermedades cardiovasculares y cáncer tienen prevalencias superiores en estas comunidades comparadas con otras zonas del estado.

Construyendo una economía post-petróleo

Jiménez y otros líderes comunitarios ven en los pagos por acuerdo una oportunidad única para comenzar una transición económica. El objetivo es evitar la dependencia de una sola industria —y de una sola empresa— e invertir en industrias más sostenibles como energía renovable, tecnología y sistemas alimentarios locales.

“Podemos usar este dinero de forma creativa para interrumpir nuestra dependencia del petróleo”, dijo Jiménez. “Pero los que deben financiar esa transición son las propias empresas contaminantes. Chevron debe pagar por los daños que ha causado y por el modelo económico que ha impuesto durante décadas”.

El dilema moral y político de Richmond

El caso de Richmond plantea una pregunta fundamental: ¿cuánto vale la salud de una ciudad frente a sus ingresos fiscales? Chevron puede parecer un socio esencial, pero ¿qué ocurre cuando ese socio es también el principal verdugo ambiental?

La ciudad ya ha sido testigo de cierres de otras refinerías y sabe lo devastador que puede ser ese proceso sin preparación previa. Pero también está aprendiendo que esconder la cabeza bajo tierra puede ser igual de peligroso.

Con $550 millones en juego y un futuro incierto, Richmond tiene ante sí una elección clave. ¿Usará esos fondos temporales para asegurarse un futuro más verde y autónomo, o volverá a caer en la trampa de la dependencia sociopolítica de Chevron?

“Cuando las refinerías cierran, no es solo un problema industrial —es un problema comunitario,” dijo una portavoz de Chevron. Eso es cierto. Pero como contraparte, hay quienes sostienen que cuando contaminas durante décadas, la comunidad también tiene derecho a exigir reparación.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press