Elecciones entre Sombras: Myanmar y la Búsqueda de Legitimidad en Medio del Caos

La junta militar de Myanmar convoca elecciones en un país fragmentado por la guerra civil, cuestionadas por la comunidad internacional y bajo el rechazo de una oposición disuelta

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Myanmar, una nación rica en historia y diversidad, vive hoy una de las coyunturas más complejas desde su independencia en 1948. A casi tres años del golpe de Estado del 1 de febrero de 2021, la junta militar ha lanzado una campaña electoral en medio de un país desgarrado por la guerra civil, sancionado internacionalmente y con el exilio forzado de importantes líderes democráticos como Aung San Suu Kyi.

¿Qué busca la Junta Militar con estas elecciones?

El 28 de diciembre está pautado como el día inicial de unas elecciones que múltiples actores internacionales, voces críticas dentro del país y organizaciones prodemocráticas describen como una farsa electoral.

El mensaje es claro: la Unión de Solidaridad y Desarrollo (USDP), el partido apoyado por los militares, busca legitimar el poder arrebatado hace tres años mediante urnas que estarán cerradas para millones de ciudadanos, especialmente en los estados donde la resistencia civil es más fuerte: Kachin, Chin, Kayah, y Karen.

Del autoritarismo al teatro electoral

El general Min Aung Hlaing, líder de la junta, afirma que los comicios tendrán lugar progresivamente en 202 áreas (de un total de 330 municipios) debido a los enfrentamientos con grupos armados opositores. Según él, esta es una fase inicial que se expandirá a medida que se "recupere el control" del territorio.

Sin embargo, como afirmó el secretario general de la ONU, António Guterres, organizar elecciones en estas condiciones no solo agrava la crisis sino que corre el riesgo de institucionalizar la represión.

La NLD fuera del mapa

El partido más popular en Myanmar, la Liga Nacional para la Democracia (NLD), no forma parte de las elecciones. Fue disuelto en 2021 tras negarse a legitimar el gobierno militar. Su figura emblemática, la Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, cumple una condena de más de 20 años bajo cargos que van desde corrupción hasta violación de protocolos sanitarios, ampliamente considerados como políticamente motivados.

En los comicios de 2020, la NLD ganó por abrumadora mayoría (más del 83% del voto popular), una victoria que fue anulada por los militares tan solo meses después.

¿Quiénes se presentan y cómo?

57 partidos han sido autorizados para participar, pero la mayoría carece de arraigo popular a nivel nacional, lo que deja al USDP como la única fuerza verdaderamente organizada en la contienda.

La USDP ha iniciado actos de campaña en las ciudades más seguras, como Naypyitaw y Rangún, con mítines repletos de seguidores vestidos de verde y la promesa de construir un "Myanmar más fuerte". En contraste, muchos otros partidos optan por campañas en redes sociales, particularmente en Facebook, debido al riesgo de ataques y persecuciones.

Además, los medios controlados por el Estado transmitirán discursos de partidos registrados hasta el 24 de noviembre, una táctica que limita aún más la equidad del proceso al concentrar el acceso mediático en manos de la propia junta.

Represión y guerra: el otro escenario electoral

Desde el golpe militar, el país ha caído en un espiral de violencia sin precedentes. Según Amnistía Internacional, más de 3.200 civiles han muerto víctimas de la represión estatal y más de 20.000 personas han sido arrestadas.

Las Fuerzas de Defensa del Pueblo y otras milicias insurgentes controlan varias regiones del país, y han prometido desestabilizar las elecciones. Muchas de ellas surgieron como respuesta al golpe, en lo que se considera una nueva fase del conflicto armado interno de Myanmar, que ya abarca más de siete décadas con énfasis en la lucha de minorías étnicas como los rohinyá o los karen.

La Coordinadora de la Huelga General y otros movimientos civiles han llamado al boicot electoral, alegando que participar validaría un sistema ilegítimo y carente de transparencia.

Control regional vs. aislamiento global

La comunidad internacional, con la notable excepción de China y Rusia, ha condenado los esfuerzos del régimen por blanquear su régimen mediante procesos electorales. La ASEAN, aunque históricamente reacia a intervenir en asuntos internos de sus miembros, ha comenzado a mostrar fracturas, con países como Indonesia y Malasia pidiendo postergación de las elecciones hasta que existan condiciones mínimas de seguridad y pluralismo.

Desde la perspectiva estadounidense, el gobierno de Biden ha impuesto múltiples sanciones individuales y colectivas a militares birmanos, incluyendo restricciones económicas que apuntan al corazón del aparato financiero del ejército, las Myanmar Economic Holdings Limited (MEHL) y Myanmar Economic Corporation.

¿Una estrategia que ya ha fallado en el pasado?

No es la primera vez que Myanmar celebra comicios bajo regímenes militares. En 2010, bajo el gobierno de Than Shwe, la USDP también salió "victoriosa" en unas elecciones igualmente cuestionadas por su falta de inclusividad y libertad.

No fue hasta 2015 que se celebraron comicios libres que llevaron a Suu Kyi al poder, aunque con limitaciones impuestas por la constitución redactada por el ejército en 2008, que le negó la presidencia formal y consignó un 25% de los escaños parlamentarios a los militares por defecto.

¿Qué puede cambiar esta vez?

A diferencia del pasado, el movimiento de resistencia actual no solo se articula desde partidos políticos disidentes, sino desde una base armada que poco a poco ha ganado terreno. La creciente capacidad de las organizaciones insurgentes y el colapso del aparato estatal en algunas regiones hacen que el escenario diese más para una implosión autoritaria que para una consolidación de poder.

Además, la aparición de nuevas vías tecnológicas ha permitido a activistas, periodistas e incluso partidos prohibidos documentar y denunciar lo que sucede en tiempo real, dificultando el control de la narrativa pública por parte del régimen.

El peligro de la indiferencia internacional

Como advierte Richard Horsey, analista de Crisis Group para Myanmar:

“La estrategia del régimen parece ser prolongar el conflicto hasta agotar a la sociedad birmana y forzar la rendición. Las elecciones son una herramienta en ese juego, no un fin democrático”.

El riesgo es que, tras las urnas, se consolide un sistema autoritario con apariencia democrática, como ha sucedido en países como Venezuela, Zimbabue o Camboya, donde el voto existe pero la elección genuina ha sido eliminada.

En este contexto, la comunidad internacional no debería limitarse a condenar sino a reforzar mecanismos de presión diplomática e incluso abrir espacios a un eventual gobierno en el exilio, si la represión continúa debilitando a la oposición interna.

¿Qué piensan los ciudadanos?

Una encuesta anónima publicada por el Myanmar Institute for Democracy en agosto de 2025 señala que el 71% de los encuestados no piensa votar. Las razones varían, desde miedo a represalias hasta escepticismo total frente al sistema.

Mientras tanto, en aldeas rurales y comunidades desplazadas, muchos se preguntan no si votarán, sino si seguirán vivos el día de las elecciones.

Las elecciones de Myanmar podrían convertirse en un capítulo más del cinismo autoritario, o en un punto de inflexión para nuevas formas de resistencia urbana y rural. La pregunta sigue abierta, pero lo que es seguro es que no habrá legitimidad sin libertad.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press