Las cicatrices invisibles de la guerra: el dolor de las familias en busca de sus seres queridos
Mientras se habla de acuerdos y treguas, el regreso de los cuerpos de rehenes y víctimas se convierte en un campo de batalla emocional para Israel y Palestina
Un duelo sin cuerpo: el nuevo drama de las familias israelíes
La guerra entre Israel y Hamas dejó un rastro de muerte, destrucción y heridas abiertas. Sin embargo, más allá de los titulares y balances de víctimas, persiste una tragedia humana más oculta pero igual de violenta: el profundo dolor de las familias que aún aguardan por los cuerpos de sus seres queridos.
El reciente anuncio de que Hamas entregó restos de un rehén dejó un sabor agridulce. De los 13 cuerpos esperados, sólo quedaron fragmentos. No se trató de una devolución completa, sino parcial, insuficiente, desgarradora.
La espera eterna: cuando el cierre nunca llega
Orna Neutra, madre de Omer Neutra—soldado israelí-estadounidense capturado y asesinado por Hamas—resume el sentimiento de cientos de familias: “Necesitamos esa concreción. Visité familias que sí recibieron a los suyos. Ver el cuerpo les dio paz. Yo aún no tengo eso.”
La devolución de cuerpos es una cuestión profundamente importante en la cultura israelí. Ligada a preceptos religiosos, a la ética militar y al espíritu comunitario, la frase “no dejamos a nadie atrás” en Israel no es solo un lema militar: es una responsabilidad nacional.
El simbolismo detrás de un cuerpo
En el judaísmo y también en el islam, el entierro debe realizarse cuanto antes después de la muerte. El alma, según estos credos, no encuentra descanso hasta que el cuerpo esté sepultado. Por tanto, el limbo en que se encuentran estas familias se convierte en una tortura prolongada.
Según la Liga Antidifamación, los eventos recientes en Gaza han sido aprovechados por sectores antisemitas para difundir discurso de odio, incrementando aún más el dolor e incertidumbre que viven las comunidades judías alrededor del mundo. El regreso de los cuerpos podría disminuir, al menos en algo, esa angustia emocional continua.
Lentitud, estrategia o tragedia: ¿por qué Hamas no entrega los cuerpos?
El grupo islamista Hamas alega que muchos cuerpos están enterrados bajo los escombros. Tras años de bombardeos israelíes, la infraestructura en Gaza quedó colapsada, con cientos de cadáveres sepultados en zonas inaccesibles.
Israel, por su parte, acusa a Hamas de dilatar el proceso por razones políticas, una manera de mantener el control en las negociaciones y proyectar fortaleza ante el mundo árabe.
Un intercambio polémico y desigual
Como parte del cese al fuego acordado el 10 de octubre, Hamas liberó a 20 rehenes con vida a cambio de casi 2,000 prisioneros palestinos. Además, fueron entregados 15 cuerpos israelíes… pero la devolución no ha sido sencilla.
Israel accedió a liberar 15 cuerpos palestinos por cada cuerpo de rehén entregado. Sin embargo, la contrapartida no tiene nombres. Ni Hamas entrega sus identidades, ni Israel permite el ingreso de kits de ADN a Gaza. Familias palestinas buscan entre montones de cadáveres para encontrar a sus hijos, sin ninguna certeza.
Una morgue abierta: el dolor en ambos lados del conflicto
Las familias palestinas también participan en esta agonía. El Ministerio de Salud de Gaza, controlado por Hamas, confirmó que se han recibido 195 cuerpos de origen palestino, pero solo han sido identificados 75 hasta ahora.
Algunos provienen del ataque del 7 de octubre; otros, de represalias militares. ¿Quiénes son? ¿Eran civiles? ¿Combatientes? ¿Padres, madres, hijos? La identificación sin medios forenses es casi imposible. A la oscuridad de la muerte se suma la del anonimato.
El papel de Egipto y la comunidad internacional
En los últimos días, Egipto ha desplegado excavadoras y expertos forenses en Gaza para agilizar la búsqueda de cuerpos. El objetivo: identificar y exhumar de las ruinas posibles restos humanos que permitan cumplir el acuerdo de tregua.
Mientras tanto, líderes internacionales, incluida la Iglesia Católica, se pronuncian a favor del diálogo como herramienta indispensable. El Papa Leo XIV, en la conmemoración del documento Nostra Aetate, reafirmó este compromiso histórico con la comunidad judía: “El diálogo no es una estrategia, sino un modo de vida.”
Más de una década esperando: el caso de Hadar Goldin
Hadar Goldin fue asesinado durante la guerra de 2014. Su familia lleva 11 años protestando cada semana frente al Parlamento israelí. Su cuerpo permanece en Gaza. Su madre, Leah, declaró: “No se puede cerrar una herida que sangra cada día.”
El dolor de estas familias no es solo simbólico. El duelo, como explica la psicóloga israelí Einat Yehene, es un proceso “interrumpido”: no hay cuerpo, no hay despedida, no hay paz.
Lo que nadie cuenta: los fragmentos, las ropas y los huesos
Casos recientes muestran a familias recibiendo solo piezas: un hueso, una porción de ropa, una placa dental. Yehene recomienda a los familiares que permanezcan cerca del cuerpo, lo toquen si es posible. “La cercanía permite despedirse. Incluso lo limitado ofrece algo de lo que carecieron durante años: concreción.”
Más allá del conflicto: una deuda moral
Ronen Neutra, padre de Omer, intenta resumir lo que muchos temen admitir: para gran parte del mundo, estos cuerpos ya no importan. “Un rehén muerto sigue siendo un rehén”, repite.
La insistencia israelí en recuperar cuerpos no es simple terquedad nacionalista. Es parte de su entramado cultural, religioso y moral. Como soldado de reserva en la unidad de identificación de cuerpos, Sharon Laufer explica: “Hasta que el cuerpo no esté en tierra, el alma sigue deambulando. El ciclo de vida no se cierra.”
¿Quién tiene la responsabilidad final?
La pregunta más cruda de todas: ¿por qué, después de dos años de guerra, aún hay muertos esperando sepultura?
- ¿Es responsabilidad de Hamas por esconder restos?
- ¿De Israel, por fracasar en recuperarlos?
- ¿O del mundo, por mirar hacia otro lado?
Las respuestas son complejas, pero lo cierto es que para las familias, la espera se ha convertido en una segunda muerte —una que no termina con la cesación de bombardeos ni con acuerdos políticos.
En Gaza, en Tel Aviv, en Jerusalén o en Long Island, hay alguien esperando poder enterrar a quien ama. Y eso, en medio del ruido del conflicto, debería mantenerse como un acto mínimo de paz.










