OpenAI: Una nueva estructura para dominar la inteligencia artificial (¿o ser dominado por ella?)

La conversión de OpenAI en corporación de beneficio público abre un debate sobre quién controla realmente el futuro de la IA: ¿la humanidad, un puñado de inversionistas o gigantes como Microsoft?

En un movimiento que marca un antes y un después en el desarrollo y comercialización de la inteligencia artificial, OpenAI anunció su conversión en una Public Benefit Corporation (PBC), un cambio estructural que busca equilibrar intereses públicos con fines comerciales. La reorganización ha sido aprobada por la fiscal general de Delaware, estado en el que está registrada la empresa, y promete agilizar el camino hacia la tan anhelada —y temida— Inteligencia Artificial General (AGI).

¿Qué es una Public Benefit Corporation?

Una Public Benefit Corporation es una figura legal en EE. UU. que permite a las empresas obtener ganancias mientras persiguen una misión social o pública definida. A diferencia de las compañías tradicionales, una PBC debe considerar cómo sus decisiones afectan no solo a los accionistas, sino también al público en general y al medio ambiente.

OpenAI fue fundada en 2015 como una organización sin fines de lucro con el objetivo de desarrollar inteligencia artificial avanzada para el beneficio de toda la humanidad. El paso hacia una PBC es, entonces, significativo: implica admitir que para desarrollar AGI será necesario capital masivo, pero también podría representar un riesgo de desviar el foco hacia intereses puramente comerciales.

Microsoft: El nuevo titán accionista

Uno de los puntos más destacados de esta reestructuración es el nuevo acuerdo con Microsoft, que ahora posee aproximadamente un 27% de participación en la nueva entidad con fines de lucro de OpenAI. Microsoft, que ya había invertido más de 13 mil millones de dólares en OpenAI, fortalece su posición como socio estratégico, con derechos comerciales incluso en un escenario post-AGI.

Lo curioso es que incluso después de llegar a AGI, Microsoft mantendría ciertos derechos sobre los productos desarrollados, hasta el año 2030 o hasta que un panel independiente verifique que OpenAI realmente ha cruzado la frontera de la inteligencia general. Esto revierte una política anterior en la que lo haría solo el consejo directivo de OpenAI.

Gobernanza: ¿Quién vigila al vigilante?

OpenAI asegura que el control sigue estando en manos del OpenAI Foundation, el brazo sin fines de lucro, que en teoría supervisa el accionar de la entidad con fines de lucro. Sin embargo, expertos como Robert Weissman, copresidente de la organización Public Citizen, advierten que esta separación es más ilusoria que real.

“Ese control es ilusorio porque no hay evidencia de que el sin fines de lucro haya impuesto sus valores al brazo comercial en ninguna instancia significativa,” - Robert Weissman, Public Citizen.

La situación presenta un debate importante sobre gobernanza ética en IA. Si el cuerpo sin fines de lucro no tiene dientes para controlar al lucrativo, ¿quién asegura que AGI se desarrollará siguiendo principios éticos?

AGI: El sueño (¿o pesadilla?) de la humanidad

OpenAI define a la AGI como sistemas altamente autónomos que superan a los humanos en la mayoría de las tareas económicas. La entidad fue concebida para garantizar que esa etapa evolutiva de la tecnología beneficie a toda la humanidad y no a unos pocos privilegiados. Pero este nuevo esquema de gobernanza plantea dudas.

La gran interrogante es: ¿cómo garantizar que AGI no se convierta en una herramienta más para el enriquecimiento corporativo acelerado? Según Bret Taylor, presidente del consejo de OpenAI, parte de su plan es que el OpenAI Foundation destine hasta 25 mil millones de dólares en áreas como salud, cura de enfermedades y protección contra riesgos cibernéticos de la IA. Aun así, no se especificó en qué plazos o bajo qué métricas se realizará este desembolso.

¿Una fundación corporativa más?

La comparación entre el OpenAI Foundation y fundaciones corporativas que sirven a los intereses de sus matrices no es descabellada. En muchas ocasiones, fundaciones de grandes empresas actúan como extensiones de relaciones públicas y planificación fiscal de su entidad madre, más que como promotores del bien común.

La clave está en la transparencia y la capacidad de actuar de manera independiente. Hasta ahora, el historial de OpenAI genera dudas en este frente, especialmente tras el polémico despido y retorno de Sam Altman como CEO en 2023, lo que evidenció fisuras internas en el control organizacional.

¿Un monopolio del conocimiento?

Con esta jugada, Microsoft accede a una participación privilegiada en una de las tecnologías de IA más avanzadas del planeta. Si bien otras big tech como Google y Amazon tienen sus propios desarrollos, ChatGPT ha demostrado tener un alcance y adaptación cultural que lo convierten en el modelo de referencia para millones de usuarios y desarrolladores.

Con una infraestructura de nubes como Azure, Microsoft ahora puede integrar aún más sus servicios de IA y reforzar su posición en el mercado empresarial y educativo. Y eso plantea otro tema delicado: la concentración de poder tecnológico. A mayor integración vertical y control de propiedad intelectual, menos competencia y diversidad en el desarrollo ético y social de esa tecnología.

Impacto en la sociedad: ¿quién paga el precio de la innovación?

En paralelo a la reestructuración, el crecimiento del uso y dependencia de modelos de lenguaje plantea desafíos sociales enormes: desde engaños generados por IA hasta despidos en masa por automatización de tareas. ¿Tiene OpenAI un plan para mitigar estos efectos?

Además, la expansión del uso de IA acelera el consumo energético y recursos computacionales. Según una encuesta reciente de Pew Research, el 54% de los estadounidenses están “algo preocupados” o “muy preocupados” por el impacto ambiental de la IA. Pero hasta ahora son pocas las grandes tecnológicas que miden —o publican— su huella de carbono atribuida a entrenamiento y despliegue de modelos de IA.

El futuro regulatorio: Estados atentos

Mientras Delaware ha dado luz verde final a la reestructuración, la oficina del fiscal general de California —estado donde OpenAI tiene su sede— sigue investigando los posibles conflictos de interés en estos nuevos acuerdos. Si llega a concluir que los planes actuales violan principios de equidad o seguridad pública, podría interponer objeciones legales o requerimientos a la estructura ya aprobada en Delaware.

No debemos olvidar que en 2022 y 2023 varios países empezaron a elevar la presión regulatoria sobre sistemas de IA de gran escala. Desde la UE con su AI Act, hasta iniciativas en EE. UU., como la Executive Order sobre IA firmada por Joe Biden en 2023, hay un consenso emergente: el desarrollo masivo de IA necesita vigilancia.

Más allá de OpenAI: ¿Quién será el nuevo guardián de la verdad?

En un contexto donde las plataformas luchan por el control de la información —basta ver el anuncio reciente de Elon Musk con Grokipedia, su alternativa autodenominada ‘veraz’ a Wikipedia—, el papel de OpenAI como creador de contenido basado en IA adquiere una significación aún más profunda.

La inteligencia artificial no solo está automatizando tareas; está moldeando narrativas, interpretando preguntas y suplantando voces expertas con respuestas de software. ¿Qué pasa si los modelos empiezan a favorecen ciertas fuentes, ideologías o agendas? ¿Quién monitorea eso?

Una oportunidad histórica... o una advertencia temprana

Lo que está en juego con esta nueva estructura es nada menos que el futuro del conocimiento y el trabajo humano. Si OpenAI logra mantener un equilibrio real entre desarrollo ético y expansión corporativa, podría ser recordada como la organización que marcó el rumbo correcto hacia AGI.

Pero si todo queda en meras intenciones filantrópicas mientras los beneficios se concentran en los de siempre, habremos validado de nuevo un sistema donde la tecnología se desarrolla no para todos, sino para los más fuertes.

La historia de OpenAI está aún en construcción. Pero desde ya, su conversión a PBC será recordada como un capítulo clave en la relación entre el ser humano y su más poderosa creación.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press