Solos, olvidados e invisibles: muertes evitables en prisiones estadounidenses

El desgarrador caso de Alex Kuhnhausen revela las fallas sistémicas en el sistema penitenciario: negligencia médica, confinamiento solitario y la ausencia de transparencia estatal

Una tragedia evitable en Walla Walla

Alex Kuhnhausen, un joven de 25 años condenado por posesión ilegal de arma y una infracción de tránsito, cumplía una pena de 17 meses en el Washington State Penitentiary. Estaba a dos días de ser liberado cuando su salud colapsó, muriendo por una infección bacteriana que no fue detenida a tiempo.

Su esposa, Katie, intentó durante días comunicarse con él y obtener respuestas. Llamadas sin respuesta, correos ignorados, visitas rechazadas. Su desesperación fracasó ante un muro institucional cuyo protocolo parecía ignorar lo esencial: la vida humana.

Confinamiento solitario: castigo encubierto y riesgoso

Alex fue trasladado a confinamiento solitario después de que los guardias hallaran una jeringa casera, presuntamente usada para inyectarse suboxone, un tratamiento para la adicción a opiáceos. Alegando amenazas a la seguridad, se anuló parte de su tiempo de buena conducta y se le impusieron 30 días de aislamiento.

Esto contraviene la posición oficial del Departamento de Correcciones de Washington (DOC), que aseguró en 2021 haber eliminado el confinamiento como castigo. Sin embargo, informes internos mostraban cómo esta práctica aún se usaba bajo otros nombres.

Un diagnóstico tardío que terminó en tragedia

Alex reportó estar escupiendo sangre. ¿La respuesta médica? Un enjuague bucal para candidiasis oral. Luego, cuando vomitó durante toda la noche, fue diagnosticado con abstinencia de opiáceos. Ya era demasiado tarde. Una infección se expandía por sus riñones, pulmones y cerebro. Finalmente fue diagnosticado con sepsis y fallo renal tras ser trasladado de emergencia a un hospital. Murió poco después.

Katie: sola, ignorada, silenciada

Lo más doloroso no fue solo la pérdida, sino el olvido institucional. Katie no fue notificada ni siquiera cuando Alex fue hospitalizado. Cuando finalmente lo vio, ya era un cuerpo agonizante. “Me robaron la oportunidad de estar con él en sus últimos momentos”, dijo.

Incluso en ese hospital de Spokane, cuando los médicos intentaron contactarla, un guardia lo impidió. "No es protocolo", alegó. La falta de humanidad es, en palabras de Katie, lo más indignante: "Ni siquiera me dijeron que él estaba muriendo".

Una autopsia negada, una verdad oculta

El cuerpo de Alex nunca fue autopsiado. Aunque el DOC exige que los superintendentes hagan la solicitud, la decisión final recae en los forenses, quienes pueden (y a menudo lo hacen) declinar. Eso impide conocer con certeza cómo y por qué mueren los presos.

En un país como Estados Unidos, donde en 2022 murieron al menos 1,200 personas bajo custodia, según el Bureau of Justice Statistics, esta falta de transparencia no es solamente alarmante: es inexplicable.

Diagnósticos erróneos y negligencia médica

“El personal médico lo diagnosticó mal hasta que fue demasiado tarde”, dijo Katie. De hecho, un informe interno reconoció que los médicos no mostraron "curiosidad diagnóstica" adecuada y que ".

Solos ante la muerte: el patrón de un sistema que falla

  • 39 muertes reportadas en prisiones de Washington en 2022.
  • Al menos 3 de ellas debidas a infecciones prevenibles.
  • La mayoría de los informes de muertes redactados por funcionarios del DOC, sin revisión externa.
  • Los familiares deben hacer solicitudes bajo la ley de acceso público para entender qué pasó.

Según Nathan Roberts, abogado especializado en muertes carcelarias en Washington, "dejar que el DOC investigue sus propios errores es como dejar que la policía investigue sus propios tiroteos".

Transparencia: la promesa incumplida

Desde 2021, el estado obliga al DOC a publicar reportes sobre muertes "inesperadas". El problema: estos informes son elaborados mayoritariamente por el mismo departamento y carecen de profundidad. El caso de Alex lo demuestra: su informe oficial jamás mencionó la palabra “infección”.

La Oficina del Defensor del Pueblo de Correcciones también ha sido criticada por censurar informes y alcanzar acuerdos silenciosos en vez de revelar la verdad.

¿Qué está fallando en el sistema penal?

Se trata de un patrón común en el sistema penitenciario estadounidense en general. Según la organización Prison Policy Initiative:

  • Los servicios médicos en prisión suelen estar tercerizados, lo que fomenta una lógica de ahorro más que una atención efectiva.
  • El personal médico suele minimizar síntomas por asociarlos con el consumo de drogas.
  • Las respuestas suelen estar condicionadas por consideraciones disciplinarias y no de salud.

Alex fue víctima de todas estas fallas: negligencia médica, aislamiento innecesario, falta de comunicación y una política penitenciaria inhumana.

Una madre, un hijo y una lucha por claridad

Katie hoy vive con su hijo en Vancouver. Debió cambiar su ropa, cerrar el clóset para no ver los recuerdos de Alex. Su dolor se transformó en coraje. Apoyada por familiares, comenzó a indagar. Rescató documentos, informes, registros de llamadas. "Empecé a investigar. Sabía que lo que pasó no estaba bien y lo iba a demostrar", afirmó.

Planea impulsar una ley estatal que refuerce la supervisión en las cárceles. Quiere llamarla “La Ley de Alex”. Sería su manera de cerrar el ciclo de dolor y dar sentido a la tragedia.

¿Puede cambiar el sistema?

La respuesta no es simple. Existen múltiples capas de burocracia, intereses contratistas y narrativa punitiva muy arraigada. Pero como dice la legisladora estatal Strom Peterson, "si hubieran escuchado a Katie, probablemente se habría salvado la vida de Alex".

Katie no exige que se cierren cárceles ni que se libere a todos. Solo quiere que, quienes cumplen penas, tengan derecho a atención médica digna. “No digo que sean ángeles —explica— pero tienen familias que los esperan”.

Una historia que pide ser contada

Esta no es solo la historia de Alex. Es la historia de cientos de estadounidenses que mueren cada año detrás de muros de silencio. Es la historia de familias que exigen la verdad y no la obtienen. Es también un llamado de atención a una brutal realidad: detrás de cada número, de cada estadística, hay un rostro, una risa, una canción compartida en el auto familiar. Es una historia sobre derechos humanos básicos en un sistema que no siempre los garantiza.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press