Terror en los recreos: el trauma invisible que dejó una redada migratoria en Chicago
Niños aterrorizados, padres impotentes y una comunidad quebrada: así impactó una operación de ICE junto a una escuela primaria
Por: Redacción Bar y Vida
Un día soleado transformado en pesadilla
Chicago, 3 de octubre. Lo que debía ser un mediodía inofensivo con niños jugando al aire libre se convirtió en una escena de guerra urbana cuando agentes federales lanzaron gases lacrimógenos frente a Funston Elementary School, en el barrio de Logan Square. Sin previo aviso, un operativo migratorio sembró el caos entre padres, maestros y niños pequeños en una comunidad mayoritariamente latina.
Esta intervención fue parte de la llamada Operación Midway Blitz, una intensificación de las políticas migratorias bajo el gobierno de Donald Trump, que ha convertido a ciudades como Chicago en escenarios de tensiones cotidianas, miedo y desconfianza institucional.
¿Qué ocurrió exactamente?
Justo antes del mediodía, un SUV blanco, sin distintivos de agencia, ingresó en las inmediaciones de la escuela. Iba seguido por vehículos que hacían sonar el claxon para alertar a los vecinos: “La migra está aquí”. De repente, desde la ventana del vehículo, un agente enmascarado arrojó una granada de gas lacrimógeno —y luego otra más— justo frente a la entrada de un café infantil y una escuela primaria en plena actividad escolar.
“Vi cómo se abría la ventana y volaban los cartuchos. No podía creer que esto estuviera pasando”, relata Liza Oliva-Perez, una maestra de quinto grado que en ese momento cruzaba la calle hacia el supermercado.
Niños pequeños expuestos al gas
Muy cerca, en el café infantil Luna y Cielo Play Cafe, al menos media docena de niños de entre 1 y 3 años almorzaban junto a sus niñeras cuando el humo comenzó a invadir la calle. Vanessa Aguirre-Ávalos, dueña del establecimiento, recuerda cómo todo fue pánico: “Las niñeras corrieron con los niños hacia una habitación trasera. Vi terror en sus ojos”.
Una de ellas, ciudadana estadounidense de origen guatemalteco, pidió entre lágrimas a Aguirre-Ávalos: “Si me llevan, por favor asegúrate de que estos niños lleguen seguros a casa”.
Los efectos en la infancia: traumas que apenas comienzan
El hijo de dos años de Molly Kucich, uno de los niños presentes, ahora se sobresalta con el sonido de una sirena y repite “mamá, mamá, mamá” sin parar cuando revive lo vivido. Su madre ha buscado atención psicológica y apoyo terapéutico, aunque reconoce que: “No sé cómo explicarle a mis hijos qué pasó sin quitarles su inocencia”.
Casos similares se multiplican. La niña de 6 años de Andrea Soria susurra a sus muñecas: “Tenemos que portarnos bien o ICE nos llevará”. El daño psicológico en los menores es profundo y persistente, y aún no se ha calculado la magnitud real.
¿Por qué ICE atacó una zona escolar?
Oficialmente, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) argumentó que los agentes se vieron “obstruidos por manifestantes” en una operación para arrestar a un hombre. Agregaron que se utilizaron gases lacrimógenos “luego de múltiples intentos verbales de dispersar a la multitud”. Sin embargo, testigos como Oliva-Perez afirman que no hubo advertencias, y que los disparos fueron inmediatos y deliberados, a plena luz del día y junto a menores de edad.
La comunidad, en pie de defensa
Ese mismo día, tras el incidente, decenas de vecinos se agruparon en las entradas del colegio para proteger a los estudiantes durante la salida. Maestros como María Heavener difundieron por chats comunitarios la necesidad de acompañamiento ciudadano ante posibles nuevas redadas.
“No te metes con los niños. No te acercas a las escuelas. Lo que hicieron cruzó muchas líneas”, dijo enfáticamente Heavener.
El impacto en los ciudadanos —con papeles o sin ellos
Una constante surgió entre los testimonios: ni siquiera los ciudadanos estadounidenses sienten que están seguros. Evelyn Medina, ciudadana de 43 años, observa cómo las familias priorizan el miedo sobre lo cotidiano: “Ese día, vi a padres recoger no solo a sus hijos, sino a niños de amigos, vecinos, conocidos, todos estaban demasiado asustados para salir”.
Una madre ciudadana, identificada como Ava, resume esta nueva realidad: “Nuestro color de piel nos define”. A pesar de la ciudadanía, su hijo de 12 años le dice que no quiere perder a sus abuelos. Él mismo se ofrece a ir al supermercado para que sus seres queridos no tengan que exponerse.
Las herencias del exilio: entre guerras pasadas y miedos futuros
Muchas de las niñeras que trabajan en el café llegaron a EE.UU. hace décadas escapando de guerras civiles. Una guía espiritual en forma de rutina diaria las sostiene: oraciones al amanecer, ropa diaria preparada para una posible redada incluso mientras duermen, pasaportes en carteras bien visibles.
“Esto no es vida. Esto no es vivir”, señala una niñera originaria de El Salvador. “Huimos una vez de la guerra. Y parece que la guerra nos encontró otra vez”.
Crisis económica y social en Luna y Cielo
El impacto va más allá del trauma mental. El café infantil, fundado con la esperanza de unir cultura y educación lúdica, atraviesa ahora una crisis. Aguirre-Ávalos teme no poder pagar el alquiler este mes: “Los niños ya no vienen. Las familias tienen miedo de salir. El vendedor de helados ya no aparece más en la esquina. Las cortinas están cerradas”.
En respuesta, organiza sesiones guiadas con padres atribulados y está trayendo a un terapeuta hispanohablante para apoyar emocionalmente a las niñeras. Cada poste eléctrico en Logan Square ahora lleva un cartel: “ICE usó gas lacrimógeno aquí. Nadie está a salvo, a menos que todos lo estemos”.
Una comunidad herida, pero no vencida
La agresión estatal dejó en claro una dolorosa realidad: la comunidad inmigrante en Estados Unidos, incluso con ciudadanía, vive bajo la amenaza de políticas agresivas y desproporcionadas. La presencia de patrullas sin identificar, agentes enmascarados y tácticas de choque cerca de escuelas infantiles cuestiona los límites éticos y legales de la aplicación migratoria.
La presidenta de la Federación Americana de Maestros, Randi Weingarten, afirmó en una visita posterior a la escuela: “Para educar, primero debemos proteger. Nuestra prioridad es garantizar un entorno seguro y acogedor para cada niño”.
Lo ocurrido en Logan Square es una advertencia, una herida abierta y un llamado a la humanidad: si los niños deben aprender a temerle al gobierno que debiera protegerlos, entonces, ¿qué le espera al futuro de esta nación?